26 Poemas del Romanticismo 

La poesía romántica se circunscribe dentro del denominado periodo del Romanticismo, surgido en Europa durante los siglos XVIII y XIX. Una de sus características es el regreso a la naturaleza, a la belleza, más allá de los conceptos teóricos y abstractos presentes durante el periodo anterior, que fue el de la Ilustración.

Algunos de los autores más destacados de esta época fueron Walt Whitman, Edgar Allan Poe, Victor Hugo, William Blake, Lord Byron, Gustavo Adolfo Bécquer, José de Espronceda o Rosalía de Castro.

Cada día que pasa

Enviado por ricardo_c  Seguir

Cada dia pienso en ti, las noches son largas y eternas. Tan solo quisiera verte a ti y decirte cuanto me gustas.

Eres hermosa como una flor, dulce como la miel tu sonrisa es como una esmeralda y tus ojos dos luceros.

Recuerdo ese día que Esos hermosos ojos, tu sonrisa me atrapo todo el tiempo te pienso. te vi

Si fuera astronauta, te bajaria la luna, Pero como no lo soy, te doy mi corazón.

Te podre escribir mil cosas, Pero no puedo decirtelas Porque tengo miedo de que no guste.

Quisiera estar contigo aunque no hablaramos Y así mi corazón me pide que te diga lo mucho que me gustas.

Autor: Ricardo Castillo Nuñez

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POR TI SUSPIRO

Cuando en la nube de aromas
Que te circunda, respira
El alma a tus pies de hinojos,
Reina y cautiva,
Tus bellos ojos
Húmedos miro,
Porque te llegan
Ecos perdidos
De los sollozos
Del pecho mío;
Por ti solloza,
¡Por ti suspiro!

Si tus canciones escucho
En delicioso embeleso,
De mis montañas natales,
Oigo los vientos;
De sus turpiales
Alegres trinos
En las auroras
Del blondo estío.
¡Ay! ¡Canta! ¡Canta!
Para mi alivio,
Que sólo entonces
Por ti suspiro.

Cuando gozosa o doliente
Tu pudibunda mirada,
Toda mía... los anhelos
Oyes de mi alma,
Quejas y celos,
Castos desvíos,
Glorias y dichas,
Dulces delirios
Hay en tus ojos...
¡Dímelo, dilo!
¿Por qué suspiras Cuando suspiro?

Triste, anheloso y errante
Recorro lejanos climas,
Y en ti pienso si la aurora
Luce del día;
En ti si dora
Los montes níveos
O moribundo,
Lagos tranquilos
En los desiertos
De mi camino;
Y en ti pensando,
¡Por ti suspiro!

En la corona de Bardo
Que así en mis sienes admiras,
Bajo las flores fragantes
Punzan espinas:
De oro y diamantes
Otras no envidio

Que en sangre bañan
Reyes altivos:
Tú eres la gloria
Y el bien que ansío
Y por ti siempre
Velo y suspiro.

Crueles dolores agotan
Lo que de vida me queda,
Y acaso tumba me niegue
La patria tierra...
Quizá no llegue
Allí a mi oído
Tu voz amada...
Mas cuando en fríos
Y hoscos inviernos
También marchitos
Estos follajes...
Aquí, bien mío,
Oirás de mi alma
Tristes suspiros.

Autor del poema: Jorge Isaacs

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EL TROVADOR

¿Qué acento afuera del portal resuena?
¿Qué rumor de la fuente el aire agita?
Dejad que el canto que el espacio llena
en la real estancia se repita.
A la voz de su rey, que así lo ordena,
el paje a obedecer se precipita,
y cuando vuelve, dice el soberano,
haced entrar al trovador anciano.

¡Salud! hidalgos y gentiles hombres,
¡Salud! señoras de belleza rara,
de tanta estrella, ¿quién sabrá los nombres?
¿Quién se atreve a mirarlas cara a cara?
Humilde corazón no aquí te asombres
ante esplendor y pompa tan preclara,
y ciérrense mis ojos que para ellos
no han de ser espectáculos tan bellos.

Cierra los ojos y del arpa brota
bajo su mano, excelsa melodía
que con el canto confundida flota
en raudal de purísima armonía.

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EL VIAJERO MENTAL

He viajado a través de un país de hombres,
un país de hombres y también de mujeres,
y he oído y visto tan horrendas cosas
como nunca los caminantes de la fría Tierra han conocido.

Porque allí nace en la alegría el niño
que en el atroz dolor fue concebido,
tal como en la alegría cosechamos el fruto
que fue sembrado en lágrimas amargas.

Y si el recién nacido es un varón,
es entregado a una mujer anciana
que lo clava tendido en una roca
y en copas de oro coge sus lamentos.

Con espinas de hierro cierne su cabeza,
y agujerea sus pies y sus manos,
corta su corazón y lo desprende
para hacerle sentir calor y frío.

Sus dedos enumeran cada nervio
como un avaro contando su oro,
y de lamentos y gritos se nutre,
y él envejece, y ella se hace joven.

Hasta que convertido en un joven sangriento,
y ella mudada en espléndida virgen,
destroza sus cadenas, y la amarra
a ella a la Tierra para su placer.

Se planta él mismo en lo nervios de ella
como un labriego planta en su terreno,
y ella se convierte en su morada
y en jardín que le rinde setenta veces frutos.

Pronto se torna envejecida sombra
vagando alrededor de una cabaña terrestre,
llena de pedrerías y de oro
que ganó su trabajo.

Y éstas son las pedrerías del alma humana,
los rubíes y las perlas de un ojo enfermo de amor,
el oro innumerable del corazón que sufre,
el gemido del mártir y el suspiro del enamorado.

Son su alimento y su bebida,
mantiene a los mendigos y a lo pobres,
y para el caminante en viaje siempre
su puerta permanece abierta.

Su pena es alegría eterna en ellos;
hacen resonar los techos y los muros
hasta que de la lumbre del hogar
una pequeñuela emerge de pronto.

De fuego sólido ella es,
y pedrerías y oro, en tal manera
que nadie osa tocar su infantil forma
o envolverla en pañales.

Pero ella llega donde el que ama,
joven o viejo o rico o pobre;
muy pronto expulsan al anciano huésped
que se va mendigando por puertas ajenas.

Va llorando errante, muy lejos,
hasta que alguien admita hospedarle,
a menudo ciego por la edad, desesperado,
hasta que puede ganar una doncella.

Y para consolar su edad helada
en sus brazos la toma el pobre hombre.
La cabaña desaparece de su vista
y también el jardín con sus dulces encantos.

Los huéspedes están esparcidos por toda la región,
porque el ojo alterado altera todo.
Los sentidos se enrollan en sí mismos, con miedo,
y la Tierra plana se convierte en una pelota.

Las estrellas, el Sol, la Luna, todo huye.
Un vasto desierto sin límites,
y no queda nada de comer o beber,
y alrededor sólo el desierto oscuro.

La miel de sus labios de niña,
el pan y el vino de su dulce sonrisa,
el juego desordenado de su ojo vagabundo
a una ilusoria infancia le conducen.

Porque a medida que come y bebe se transforma
haciéndose más joven cada día,
y ambos, en el salvaje desierto
van errantes llenos de terror y congoja.

Ella huye como cierva salvaje,
su temor planta muchos matorrales salvajes,
mientras él la persigue de noche y de día,
por artificios de amor conducido.

Por artificios de amor y de odio
hasta que el salvaje desierto entero está plantado
con laberintos de díscolo amor
donde vagan el león, el lobo y el oso,

hasta que él se convierte en un díscolo niño
y ella en una llorosa mujer envejecida.
Van a vagar allí, entonces, muchos enamorados.
El Sol y las estrellas aproximan su curso.

Dulce éxtasis los árboles producen
para todos los que vagan en el desierto,
hasta que más de una ciudad allí es alzada
y más de una agradable cabaña de pastor.

Pero cuando hallan al colérico niño
el terror cunde en la extensa región:
gritan ¡El niño, el niño ha nacido!
y huyen en todas direcciones.

Porque hasta la raíz se seca el brazo
de aquel que osó tocar la colérica forma:
osos, leones, lobos, todos huyen aullando,
y todo árbol arroja sus frutos.

Y nadie puede tocar esa forma colérica
a menos que lo haga una mujer anciana.
Ella al niño tendido clava sobre la Tierra
y todo pasa como ya lo he dicho.

Autor del poema: William Blake

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V

Las ondas tienen vaga armonía,
las violetas suave olor,
brumas de plata la noche fría,
luz y oro el día,
yo algo mejor;
¡yo tengo Amor!

Aura de aplausos, nube radiosa,
ola de envidia que besa el pie.
Isla de sueños donde reposa
el alma ansiosa.
Dulce embriaguez
¡la Gloria es!

Ascua encendida es el tesoro,
sombra que huye la vanidad.
Todo es mentira: la gloria, el oro,
lo que yo adoro
sólo es verdad:
¡la Libertad!

Así los barqueros pasaban cantando
la eterna canción
y a golpe de remo saltaba la espuma
y heríala el sol.
-¿Te embarcas? gritaban, y yo sonriendo
les dije al pasar:
Yo ya me he embarcado, por señas que aún tengo
la ropa en la playa tendida a secar.

Autor del poema: Gustavo Adolfo Bécquer

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Carta a Estefany (ISAAC FALEN)

Seducían las estrellas tu silueta de Ángel retratado,
Estropeábamos los rayos en las estrofas de tu alma,
¡oh!, Noches de misterio en velo de gigante luz de Aurora,
Los lirios en tu almohada, suspiros en flechas de Luna,
Mañanas que reflejan pañuelos en trozos de ilusión,
Son las sombras de rosas, en la alcoba del follaje
De tu cabello en aliento de las quimeras trenzadas en tu alma,
Penetraba ondas en el espejo caritativo de tus ojos,
Despejó mis suspiros, tejiendo tu pecho en alfombras de paz.
Amo el lecho donde el sol con su oración nos alcanzó,
Porque eres el crepúsculo que cansado descansa en mis brazos,
Vertía el horizonte radiantes destellos de tu sonrisa,
Aun desprendía tu imagen; notas fugaces de pasión,
En el vendaval de mis sueños surcaban los eternos suspiros
Sedientos del poniente recitados en tu frente.
Bordabas el desierto con el eco de tu seno
Durmiendo en el nido de Alondra desparramada en tu escote,
El papel de sol difundía la brisa de candelas oceánicas.
Ignoramos la oscura madrugada, ¿recuerdas?, ¡Nos amamos!,
Sembraste faros en los campos secretos de mis tristezas¡Amada!, ¡bien de los altares eternizados del amor!,
Apegaste la lira del lirio distante de tu rostro de misterio,
Eres el alba en las huellas de la luna enamorada,
Marchitaste un rayo con la cálida sonrisa de tu juventud,
Palpitó el verso en las húmedas lágrimas de la noche
Que se exalta entre las margaritas del espacio de tu alma,
¡Estrellamos el duelo, el martirio cayendo en distantes caminos!,
En la estación de las nubes abrazamos el vacío agónico,
Tus ojos de isla Florida, marcaba tímida ternura de mar,
Un rayo se estrelló en tus revueltos cabellos de viento,
Titubeaba en ondas de espejos de tus mejías fugitivas,
Presentía ruiseñores distantes en tu suave pecho de esponja.
En tardes soleadas observamos el nácar de humildes besos,
En huellas de Almendras el horizonte soñaba con tu voz dormida,
Meces con tus latidos las sombras escogidas de los remolinos, que, Coreaban el iris secreto resbalando en el ancla de mis suspiros, En huésped de ecos suplicamos al misterio de tu paz,
Canta a tu puerta la sílaba poblada del cristal de la Azucena,
Turbados gorriones enamorados, en el ocaso de tu mirada,
¡Y, era Rocío que ardía en tu frente!Respiro en cascadas de aromas recorriendo en tu piel,
Mojaba tus sueños encendidos en el lecho del viento,
Te amo, oh, flor, oh, doncella, bálsamo de canto soñado,
Nublaste mis espinas en el dolor distante del invierno,
Moría en el oriente el ayer enjaulado de mariposas,
Compartíamos la quimera penetrada en el alba,
Hojas de verano recitaban el vaivén inmóvil
Del tiempo en vuelo de gaviotas penetrando en tu pecho salvaje,
Cerraste los ojos de Esmeralda en la fuente callada del verso,
Copiaba en mis venas tu imagen de vela prematura
En la sombra de luciérnagas de misteriosa corriente de amor,
Cándida Alondra volaba en el desierto de pañuelos húmedos.
Eres la Rosa que pobló con sus pétalos de aromas
El Sáhara de Neptuno escapando del universo distraído de dolor,
¡Mía!, Como en el sendero tejido en tus dedos pulidos,
Pensaba en los torbellinos de tus remotas sábanas de alegría,
Soñaba en tu alma el crepúsculo de brisa en tempestad,
La luna poblando tus pestañas de imagen de melancólica espuma.
Juntos, caminamos, recolectando primaveras encendidas en la aurora, Volvió del Naranjal destellando de la fuente de tus suspiros¡Que la distancia no contemple lágrimas de dolor!,
Inocentes lamparillas consentían aromas vagando el espacio
Donde muere tu cuerpo de savia al atardecer.
Olvidamos la muerte sentada en espectral tristeza,
El lecho de tus sueños atraía la luna de los pétalos
Temblando como Rocío en el secreto vaivén de las hojas,
Subió a tus mañanas el viento sonriente en celaje,
Eres la luz en el idioma más oscuro de mis abismos,
¡Pequeña, mía!, Alabé la elegía severa del ayer,
Y, con tus besos tatuaste mi silencio lluvioso de otoño,
Cubría las brasas con el tenue de las sábanas
Envueltas en secreto, murmurando en delicadas amapolas,
Antorchas dirigen cometas volando sobre tu dulzura.
En el botón pálido de Abril suspiraban mis estrofas de amor,
Estefany, pálida como el otoño que prematuro sonríe
En tácitos ademanes retratados en aromas de clavel.
Eres la gota del misterio en despido de lámparas
Bramando en los huracanes inclinados a los espejos de cristal
De Esmeraldas flotando en tus ojo de Alondra,
Agua que sube al eco de tus huellasFlorecen en tu puerta humilde despertar de azucenas,
Amo las madrugadas Unidas al universo,
En islas de rosas navegan tus alas, suaves de uvas,
Ampara el tiempo, hogueras ahogadas en estrellas,
Mi poesía brama en las venas floridas del sueño
Que distraído descansa en la fantasía de tus senos,
Ardiente enjambre de lúcidos ecos de lis
Respiraban en el extenso valle crepuscular de tus labios.
En un pañuelo envolviste los relámpagos de la madrugada.
Amo tu andar, en lecho de pétalos de espuma de fuego
Que acelera fugitiva tus mejías aún pálidas.
A los fines intensos de los poblados bosques de tus cejas,
Besaba ala en sombras de mariposas de embeleso,
Tu semblante destella el más hermoso de mis sueños,
Prohibimos la noche de las tumbas floridas
De los rayos durmiendo ligeros al final de mayo,
Mística lila en el delgado manantial de tu pálida cabellera,
Desataste sonrisas en el cóncavo del Riachuelo marino,
Bebí del río desparramados en savia de tu espalda,
Fugitivos destellos se deslizan despiertos en tu corazónPerdona, a veces, las dificultades de mi dolor de mis celos,
Encadenaba cual llama desahogada de candil
Naufragando en los latidos de las mariposas de tus horizontes,
Derramaste perlas de Luna en el trágico nicho helado
De las rosas desterradas en la nieve.
Abre tus alas al cauce eterno de mis besos,
El alba en viento ensombrecía soleado olvido de cenizas,
Soplaron los cirios el oriente tardío aún contemplándote.
En la puerta prohibida de tu Serena sonrisa de cereza,
Deshojando el destino, tu rostro es un ocaso, poniente eterno,
Fresco misterio al instante de mis nostalgias.
Pasaste esa tarde, pasaste tan calladamente;
Como nube de pájaros confundiendo crisálida en brasas.
Pasaste y encontré una estrella brillando en tu frente vestida de mañana. Aguacero en hilo perfumado en la humedad de tu pupila,
Sobraba la noche ante el faro de tus sentimientos,
Desprendiste flores de embarcación del extraño duelo de mi orgullo,
Besé cántaros del aguacero enredado en tu cuello.
Amo la lejanía de las tristezas en clara fuente del amor
Que ahorca vacíos de espejos descoloridos…

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