LOS INSULTADORES 

Con tal que sus ramajes
se extiendan como espléndidos boscajes,
¿qué caso habrá de hacer el cedro erguido
del fango corrompido
donde sus plantas posa, ni del cieno
con que el pequeño mísero gusano
de torpe envidia lleno
quiera manchar su tronco soberano?

Al viejo torreón, perpetuo emblema
de bélico poema;
al Esfinge, entre escombros escondido,
Coloso, que aun dormido
la muerte misma lo contempla absorta,
la injuria de una hormiga ¿qué le importa?

En el silencio de la noche, cuando
sus alas bate, de placer temblando,
el ángel de los sueños fugitivo,
con los brazos cruzados, pensativo,
el Coloso los astros contemplando
en abstracción profunda se recrea.
Entonces él ignora si su sombra
que á veces le rodea,
odio, calumnia ó liviandad se nombra:
no sabe porqué silba la serpiente,
porqué la hiena muerde, porqué miente
la azucena al clavel en sus amores;
por qué se mueve el asqueroso enjambre
de insectos roedores,
porqué son los satélites del hambre
de Dios calumniadores.

En tanto que la turba de reptiles
creyéndolo dormido, se consulta
cuál ha de ser el que mejor le insulta,
él en calma contempla de la aurora
el rayo que las sombras desvanece
y más y más los horizontes dora
con su fúlgida luz…Hablar parece…

Su frente se enrojece,
su pálida mejilla se colora,
su cuerpo se estremece,
inflámanse sus ojos, su cabeza
enérgica levanta
con tanta majestad y tal firmeza
que, al remover la planta,
cobarde tiembla y permanece muda
la turba de gusanos roedores;
¡y el sol con luz espléndida saluda
al gran despreciador de insultadores!

Autor del poema: Víctor Hugo

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