131 Sonetos
ELOGIO DEL ARTE
Arte que por ingenuo vienes con tus tesoros,
sobre los dromedarios de Thulé... Y en las gemas
y en rubíes y en mármoles y en basaltos y en oros
vas formando la euritmia de líricas diademas.
Buen Señor, con tus barbas de trigo y tus sonoros
rizos y con tus labios que forjaron supremas
ansiedades de ritmo en los divinos coros
y emociones vibrantes en los Rojos Poemas.
Zarpan ya nuevamente los sibilinos barcos...
Mil flechas de armonía van a huir de sus arcos...
curvos... Los barcos llevan tus perfumadas pompas
hacia Reinos extraños donde triunfa la buena
sonrisa de Princesas, junto a la gran melena
de Príncipes que tocan las Heráldicas Trompas...
LLORABA AMOR Y YO CON ÉL LLORABA (CANCIONERO)
Lloraba Amor y yo con él lloraba,
del cual mis pasos nunca andan lejanos,
viendo que, por efectos inhumanos,
vuestra alma de sus lazos suelta andaba.
Ahora que al recto andar Dios os la clava,
devoto alzando al cielo entrambas manos,
doy gracias de que Él ruegos humanos,
al fin, por escuchar benigno acaba.
Y si, volviendo a la amorosa vida,
porque dieseis la espalda a ese deseo,
hallasteis por la senda foso o loma,
fue por mostrar cuán áspero el rodeo,
y cuán alpestre y dura es la subida,
donde el valor sublime el hombre toma.
SONETO
Tuvo un Judas el santo apostolado;
muchas tiene el riquísimo diamante;
la mujer cuanto hermosa es inconstante
y hay nubes en el éter azulado.
Nunca está satisfecho el gobernado,
ni jamás es feliz el gobernante;
no se vio sin peligros navegante,
ni se halló sin zozobras un casado.
No existió Paraíso sin manzana,
ni sin espinas el rosal frondoso,
ni redención sin cruz infamatoria.
¿A qué engreírte, pobre raza humana,
si el que blasonas tanlo orgullo odioso
es miseria, y no más, lodo y escoria?
LA SIESTA, COMO UN NIÑO REPLETO
La siesta, como un niño repleto,
dormitaba en la mística glorieta,
y una dulzura de vejez discreta
venía como un niño desde el seto.
La nervosina mano de un esteta
grabó en la piedra, con tesón completo
un paladín heroico; y en el peto
puso una llaga, como flor inquieta.
Tus ojos me miraban entreabiertos.
Y en tus ojos miraba yo los muertos
paladines heroicos por tus manos.
Mi mirada angustiosa te buscaba,
y detrás tuyo el paladín miraba
tristemente a mis ojos, como a hermanos.
DAVID
¿Quién eres, ¡oh mujer!, que aunque rendida
al parecer, al parecer postrada,
no estás sino en los cielos ensalzada,
no estás sino en la tierra preferida?
Pero, ¿qué mucho, si del Sol vestida,
qué mucho, si de estrellas coronada,
vienes de tantas luces ilustrada,
vienes de tantos rayos guarnecida?
Cielo y tierra parece que, a primores,
se compitieron con igual desvelo,
mezcladas sus estrellas y sus flores;
para que en Ti tuviesen cielo y tierra,
con no sé qué lejanos resplandores
de flor del Sol plantada en el Carmelo.
TUÉRCELE EL CUELLO AL CISNE
Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje
que da su nota blanca al azul de la fuente;
él pasea su gracia no más, pero no siente
el alma de las cosas ni la voz del paisaje.
Huye de toda forma y de todo lenguaje
que no vayan acordes con el ritmo latente
de la vida profunda... y adora intensamente la vida,
y que la vida comprenda tu homenaje.
Mira al sapiente búho cómo tiende las alas
desde el Olimpo, deja el regazo de Palas
y posa en aquel árbol el vuelo taciturno...
Él no tiene la gracia del cisne, mas su inquieta
pupila, que se clava en la sombra, interpreta
el misterioso libro del silencio nocturno.
AUTORETRATO DE ADOLESCENCIA
Entre serpientes verdes y verbenas,
mi condición de león domesticado
tiene un rumor lacustre de colmenas
y un ladrido de océano quemado.
Ceñido de fantasmas y cadenas,
soy religión podrida y rey tronchado,
o un castillo feudal cuyas almenas
alzan tu nombre como un pan dorado.
Torres de sangre en campos de batalla,
olor a sol heroico y a metralla,
a espada de nación despavorida.
Se escuchan en mi ser lleno de muertos
y heridos, de cenizas y desiertos,
en donde un gran poeta se suicida.
SONETO
El tiempo que nos une y nos divide
- frutal nocturno y floreciente día -
hoy junto a ti, mañana lejanía,
devora lo que olvida y lo que pide.
Cuidar en él lo que al volar descuide
será internarse en su relojería;
y minuto a minuto y día a día,
sin quererlo, aunque poco, nos olvide.
Olvidados del tiempo, esos instantes,
serán de eternidad; los deslumbrantes
momentos del instante de lo eterno.
Junio en tus manos su belleza afina;
el otoño es su dócil subalterno.
Tiempo y eternidad tu alma combina.
TU AGONÍA
La tarde se moría y en el viento
la seda de tu voz era un piano,
y la condescendencia de tu mano
era apenas un suave desaliento.
Y tus dedos ungían un cristiano
perdón, en un sutil afilamiento;
la brisa suspiró, como en el cuento
de una melancolía de verano.
Con tu voz, en la verja de la quinta,
calló tu palidez de fior sucinta.
La tarde, ya muriendo, defluía
en tu sien un suavísimo violeta,
y sobre el lago de tersura quieta
los cisnes preludiaron tu agonía.
YO OS PROMETÍ, MI LIBERTAD QUERIDA
Yo os prometí mi libertad querida,
no cautivaros más, ni daros pena;
pero promesa en potestad ajena,
¿cómo puede obligar a ser cumplida?
Quien promete no amar toda la vida
Y en la ocasión la voluntad enfrena,
saque el agua del mar, sume su arena,
los vientos pare, lo infinito mida.
Hasta ahora con noble resistencia
las plumas corto a leves pensamientos
por más que la ocasión su vuelo ampare.
Pupila soy de amor; sin su licencia
no pueden obligarme juramentos.
Perdonad, voluntad, si los quebrare.
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