21 Poemas antiguos 

LA ILÍADA (FRAGMENTO)

-¿Por qué os halláis tan abatidas, Atenea y Hera? No os habréis fatigado mucho en la batalla, donde los varones adquieren gloria, matando troyanos, contra quienes sentís vehemente rencor. Son tales mi fuerza y mis manos invictas, que no me harían cambiar de resolución cuantos dioses hay en el Olimpo. Pero os temblaron los hermosos miembros antes que llegarais a ver el combate y sus terribles hechos. Diré lo que en otro caso hubiera ocurrido: Heridas por el rayo, no hubieseis vuelto en vuestro carro al Olimpo, donde se halla la mansión de los
inmortales.

Autor del poema: Homero

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EL ORIGEN DEL MUNDO

Antes del mar y de las tierras y lo que cubre todo, el cielo,
uno era de la naturaleza el rostro en todo el orbe,
al que dijeron Caos, ruda e indigesta mole
y no otra cosa sino peso inerte, y, acumuladas en él,
unas discordes simientes de no bien juntadas cosas.
Ningún Titán todavía al mundo ofrecía luces,
ni nuevos, creciendo, reparaba sus cuernos Febe,
ni en su circunfuso aire pendía la tierra,
por los pesos equilibrada suyos, ni sus brazos por el largo
margen de las tierras había extendido Anfitrite,
y por donde había tierra, allí también ponto y aire.
Así, era inestable la tierra, innadable la onda,
de luz carente el aire: en ninguno su forma persistía,
y estorbaba a los otros cada uno, porque en un cuerpo solo
lo frío pugnaba con lo cálido, lo húmedo con lo seco,
lo muelle con lo duro, lo sin peso con lo que tenía peso.
Esta lid un dios y una mejor naturaleza dirimió,
pues del cielo las tierras, y de las tierras escindió las ondas,
y el fluido cielo segregó del aire espeso.
Las cuales cosas, después de que las separó y eximió de su ciega acumulación,
disociadas por sus lugares, con una concorde paz las ligó:
la fuerza ígnea y sin peso del convexo cielo
rieló, y un lugar se hizo en el supremo recinto;
próximo está el aire a ella en levedad y en lugar;
más densa que ellos, la tierra, los elementos grandes atrajo
y presa fue de la gravedad suya; el circunfluente humor
lo último poseyó, y contuvo al sólido orbe.
Así cuando dispuesta estuvo, quienquiera que fuera aquel de los dioses
esta acumulación sajó, y sajada en miembros la juntó:
en el principio, la tierra, para que no desigual por toda
parte fuera, en forma la aglomeró de gran orbe;
entonces a los estrechos difundirse, y que por arrebatadores vientos se entumecieran
ordenó, y que a la rodeada tierra circundaran los litorales;
añadió también fuentes y pantanos inmensos y lagos,
y las corrientes declinantes ciñó de oblicuas riberas,
las cuales, diversas por sus lugares, en parte son sorbidas por ella,
al mar arriban en parte, y en tal campo recibidas
de más libre agua, en vez de riberas, sus litorales baten;
ordenó también que se extendieran los llanos, que se sumieran los valles,
que de fronda se cubrieran las espesuras, que se elevaran lapídeos montes;
y, como dos por la derecha y otras tantas por su siniestra
parte, el cielo cortan unas fajas (la quinta es más ardiente que aquellas),
así distinguió la carga en él incluida con el número mismo
el cuidado del dios, y otras tantas llagas en la tierra se marcan;
de las cuales la que en medio está no es habitable por el calor;
nieve cubre, alta, a dos; otras tantas entre ambas colocó
y templanza les dio, al estar mezclada con el frío la llama.
Domina sobre ellas el aire, el cual, en cuanto es el peso del agua
que el peso de la tierra más ligero, tanto es él más pesado que el fuego;
allí también las nieblas, allí aposentarse las nubes
ordenó, y los que habrían de conmover, los truenos, a las humanas mentes,
y con los rayos hacedores de relámpagos los vientos.
A ellos también no permitió el artífice del mundo que por todas partes
tuvieran el aire; apenas ahora se les impide a ellos,
cuando cada uno regenta sus soplos por diverso trecho,
que destrocen el mundo: tan grande es la discordia de los hermanos.
El Euro a la Aurora y a los nabateos reinos se retiró,
y a Persia, y a las cimas sometidas a los rayos matutinos;
el Anochecer y las playas que con el caduco sol se templan
próximos están al Céfiro; Escitia y los Septentriones
el horrendo los invadió Bóreas; la contraria tierra,
con nubes asiduas y lluvia, se humedece por el Austro.
De ello encima impuso, fluido y de gravedad carente,
el éter, y que ninguna cosa de la terrena hez tiene.
Apenas así con lindes había cercado todo ciertas,
cuando, las que presa mucho tiempo habían sido de una calina ciega,
las estrellas empezaron a bullir por todo el cielo,
y para que región no hubiera alguna de sus vivientes huérfana,
los astros poseen el celeste suelo y las formas de los dioses,
cedieron, para que las habitaran, a los nítidos peces las ondas,
la tierra a las fieras acogió, a los voladores el agitable aire.
Más santo que ellos un viviente y de una mente alta más capaz
faltaba todavía, y que dominar en los demás pudiera:
nacido el hombre fue, ya si a él con divina simiente lo hizo
aquel artesano de las cosas, de un mundo mejor el origen,
ya si la reciente tierra, y apartada poco antes del alto
éter, retenía simientes de su pariente el cielo.
A la cual, el hijo de Jápeto, mezclada con pluviales ondas,
la modeló en la efigie de los que moderan todo, los dioses,
y aunque inclinados contemplen los demás vivientes la tierra,
un rostro sublime al hombre dio y el cielo ver
le ordenó y erguido hacia las estrellas levantar su semblante.
Así, la que ora había sido ruda y sin imagen, la tierra
se vistió de las desconocidas figuras, transformada, de los hombres.

Autor del poema: Ovidio

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LA ODISEA (FRAGMENTO)

Ctesipo, lo mejor para tu vida ha sido no alcanzar al forastero, pues él ha evitado el golpe; en caso contrario, yo te habría alcanzado de lleno con la aguda lanza, y en vez de boda, tu padre se habría cuidado de tu funeral. Por esto, que ninguno muestre sus insolencias en mi casa, pues ya comprendo y sé cada cosa, las buenas y las malas. Hace poco aún era niño y toleraba, aun viéndolo, el degüello de ovejas así como el vino que se bebía y la comida, pues es difícil que uno solo contenga a muchos. Conque, vamos, no me causéis ya más daños como si fuerais enemigos, aunque si me queréis matar con el bronce, sería mejor morir que ver continuamente estas obras inicuas: a los huéspedes maltratados y a las
esclavas indignamente forzadas en mi hermoso palacio.

Autor del poema: Homero

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SIGUE SIENDO MI AMIGO

Sigue siendo mi amigo
pero busca una esposa más fresca,
que vivir no podría contigo
siendo yo la más vieja.

Autor del poema: Safo

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CANCIÓN DE ORFEO: PROEMIO

“Desde Júpiter, oh Musa madre –ceden todas las cosas al gobierno de Júpiter–,
entona los cantos nuestros. De Júpiter muchas veces su poderío
he dicho antes: canté con plectro más grave a los Gigantes
y esparcidos por los campos de Flegra sus vencedores rayos.
Ahora menester es de una más liviana lira, a los muchachos cantemos
amados de los altísimos, y a las niñas que atónitas
por no concedidos fuegos, merecieron por su deseo un castigo.

Autor del poema: Ovidio

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LA ILÍADA (FRAGMENTO)

- ¡Héctor! Eres reacio en seguir los pareceres ajenos. Porque un dios te ha dado esa superioridad en las cosas de la guerra, ¿crees que aventajas a los demás en prudencia? No es posible que tú solo lo reúnas todo. La divinidad a uno le concede que sobresalga en las acciones bélicas, a otro en la danza, al de más allá en la cítara y el canto, y el largovidente Zeus pone en el pecho de algunos un espíritu prudente que aprovecha a gran número de hombres, salva las ciudades y lo aprecia particularmente quien to posee. Pero voy a decir lo que considero más
conveniente. Alrededor de ti arde la pelea por todas partes; pero de los magnánimos troyanos que pasaron la muralla, unos se han retirado con sus armas, y otros, dispersos por las naves, combaten con mayor número de hombres. Retrocede y llama a los más valientes caudillos para deliberar si nos conviene arrojarnos a las naves, de muchos bancos, por si un dios nos da la victoria, o alejarnos de ellas antes que seamos heridos. Temo que los aqueos se desquiten de
lo de ayer, porque en las naves hay un varón incansable en la pelea, y me figuro que no se abstendrá de combatir.

Autor del poema: Homero

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Y SUBIERON AL OLIMPO

Y subieron al Olimpo orgullosas de su hermosa voz y de su canto ambrosino. Y en todas partes repercutía la tierra negra al son de sus himnos. Y bajo sus pies se alzaba un ruido encantador. En tanto iban hacia su Padre, que reina en el Urano y lleva el trueno y el rayo ardiente; su padre venció con su propio poder a Cronos, su engendrador, y luego diestramente distribuyó entre los Inmortales los debidos
honores.

Autor del poema: Hesiodo

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LA ODISEA (FRAGMENTO)

Atravesamos los encinares como ordenaste, ilustre Odiseo, y encontramos en un valle una hermosa mansión edificada con piedras talladas, en lugar abierto. Allí cantaba una diosa o mujer mientras se aplicaba a su enorme telar; los compañeros comenzaron a llamar a voces; salió ella, abrió las brillantes puertas y nos invitó a entrar. Y todos la siguieron en su ignorancia, pero yo no me quedé por barruntar que se trataba de una trampa. Así que desaparecieron todos juntos y no volvió a aparecer ninguno de ellos, y eso que los esperé largo tiempo sentado.

Autor del poema: Homero

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LO COMPRENDE MI CORAZÓN

Por fin lo comprende mi corazón:
Escucho un canto,
Contemplo una flor:
¡Ojalá no se marchiten!

Autor del poema: Nezahualcóyotl

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DESTELLA LA ENORME MANSIÓN CON EL BRONCE

Destella la enorme mansión con el bronce;
Y está todo el techo muy bien adornado
Con refulgentes cascos, y de ellos
Cuelgan los albos penachos de crines
De caballo, que engalanan el arnés
De un guerrero. De ganchos que ocultan
Que están enganchadas las grebas brillantes
De bronce, defensas del más duro dardo,
Los coseletes de lino reciente
Y cóncavos escudos cubren el suelo.
Junto a ellos están las espadas de Cálcide,
Y muchos cintos y casacas de guerra.
Ya no es posible olvidarnos de eso,
Una vez que a la acción nos hemos lanzado.

Autor del poema: Alceo de Mitilene

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