Poemas
Aquí, en la portada, puedes leer los 100 mejores poemas de siempre, según vuestros votos, separados en dos listas: 50 son de autores consagrados, y los otros 50 de usuarios. Tiene mucho mérito aparecer en esta selección, así que si te esfuerzas a lo mejor te puntúan tan bien que sales aquí. ¡No dejes de intentarlo!
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UNA TEMPORADA EN EL INFIERNO (FRAGMENTO)
Antaño, si mal no recuerdo, mi vida era un festín donde se abrían todos los corazones, donde todos los vinos corrían.
Una noche, senté a la Belleza en mis rodillas. —Y la encontré amarga.—Y la injurié.
Me armé contra la justicia.
Huí. ¡Oh hechiceras, oh miseria, oh cólera, a vosotras os he confiado mi tesoro.
Logré desvanecer de mi espíritu toda esperanza humana. Sobre toda alegría para estrangularla di el salto sordo de la bestia feroz.
Llamé a los verdugos para morder, mientras agonizaba, la culata de sus fusiles. Llamé a las plagas, para ahogarme con la arena, la sangre. La desdicha fue mi dios. Me revolqué en el fango. Me sequé con el aire del crimen. Y le di buenos chascos a la locura.
Y la primavera me trajo la horrenda risa del idiota.
Ahora bien, hallándome hace muy poco a punto de lanzar el último ¡cuac! soñé recuperar la llave del antiguo festín, en donde tal vez recobraría el apetito.
Esta llave es la caridad.—¡Tal inspiración prueba que he soñado!
"Seguirás hiena, etc...", exclama el demonio que me coronó con tan amables adormideras. "Gana la muerte con todos tus apetitos, y tu egoísmo y todos los pecados capitales."
¡Ah! Estoy harto de eso: —Pero, querido Satán, ¡os conjuro, ¡una mirada menos iracunda! y a la espera de algunas pequeñas vilezas rezagadas, para ti que aprecias en el escritor la ausencia de facultades descriptivas o instructivas, desprendo estas pequeñas aborrecibles hojas de mi carnet de condenado.
CANCIÓN DE AMOR
¿Cómo sujetar mi alma para
que no roce la tuya?
¿Cómo debo elevarla
hasta las otras cosas, sobre ti?
Quisiera cobijarla bajo cualquier objeto perdido,
en un rincón extraño y mudo
donde tu estremecimiento no pudiese esparcirse.
Pero todo aquello que tocamos, tú y yo,
nos une, como un golpe de arco,
que una sola voz arranca de dos cuerdas.
¿En qué instrumento nos tensaron?
¿Y qué mano nos pulsa formando ese sonido?
¡Oh, dulce canto!
SEGUNDO POEMA DEL RÍO
I
Íbamos en la noche con tu sueño y el mío,
donde empiezan tus ojos y termina las sombra.
Y allá, bajos los puentes, iba cantando el río
la inquietud que se olvida y el dolor que se nombra.
Vivir es una ciencia, pero amar es un arte;
y, puesto que quien ama va viviendo su muerte,
nadie sabrá que un día te besé sin besarte,
ni que te he poseído también, sin poseerte.
Y supe que la nieve puede ser una brasa,
aquella tibia noche de silencio y de seda,
y que, antes que una nube fugitiva que pasa
quiero ser en tu vida la raíz que se queda.
II
Íbamos en la noche con tu sueño y el mío,
y la luna crecía, como si nos mirara,
mientras junto a nosotros iba cantando el río
todo lo que callábamos bajo la noche clara.
El amor, que embellece todas las cosas bellas,
sobrevive a las culpas, no a los reproches;
y yo seré en tu vida como son las estrellas,
que durarán brillando lo que duren las noches...
Y amaré en tu sonrisa todo lo que tú amas,
para que tus recuerdos se unan a mis olvidos,
al igual que esos árboles que enlazaron sus ramas,
y que unidos florecen hasta morir juntos.
III
Es dulce ir en la noche con tu sueño y mi sueño
y sentir que mí mano te besa si te toca;
y es grande esta ternura de sentirse pequeño,
cuando el sueño termina donde empieza tu boca.
Y ver crecer la noche temblorosa de frío,
en esta sofocante plenitud del verano,
oyendo el melancólico monólogo del río
que dice dulcemente lo que callas en vano.
Y luego estar contento y a la vez triste,
viendo pasar el agua sin que nunca este ausente,
mujer que estas conmigo después que ya te fuiste,
pues te vas y te quedas, igual que la corriente.
PODRÍA ESTAR MÁS SOLA SIN MI SOLEDAD...
Podría estar más sola sin mi soledad,
tan habituada estoy a mi destino,
tal vez la otra paz,
podría interrumpir la oscuridad
y llenar el pequeño cuarto,
demasiado exiguo en su medida
para contener el sacramento de él,
no estoy habituada a la esperanza,
podría entrometerse en su dulce ostentación,
violar el lugar ordenado para el sufrimiento,
sería más fácil fallecer con la tierra a la vista,
que conquistar mi azul península,
perecer de deleite.
DOLOR
Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.
Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
como una romana, para concordar
con las grandes olas, y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar.
Con el paso lento, y los ojos fríos
y la boca muda, dejarme llevar;
ver cómo se rompen las olas azules
contra los granitos y no parpadear;
ver cómo las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar;
pensar que pudieran las frágiles barcas
hundirse en las aguas y no suspirar;
ver que se adelanta, la garganta al aire,
el hombre más bello, no desear amar...
Perder la mirada, distraídamente,
perderla y que nunca la vuelva a encontrar:
y, figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar.
COLIBRÍ
El colibrí,
aguja tornasol,
pespuntes de luz rosada
dá en el tallo temblón
con la hebra de azúcar
que saca de la flor.
VIAJE SIN LLEGADA
La Tierra como león enjaulado
da vueltas alrededor del Sol
con su cadena de hombres.
Desde que hemos nacido viajamos
a ciento doce mil kilómetros por hora.
La Tierra no se para
y sigue dando vueltas,
por eso hay tanto viento,
por eso siempre hay olas,
por eso envejecemos tan deprisa,
por eso estamos locos,
porque toda la vida haciendo un viaje sin llegada
cansa mucho los nervios.
MIEDO
La sombra de una duda sobre mí se levanta
cuando llega el arrullo de tu voz a mi oído;
miedo de conocerte; pero en el miedo hay tanta
pasión, que me parece que ya te he conocido.
Yo adiviné el misterio cantor de tu garganta.
¿Será que lo he soñado? Tal vez lo he presentido:
mujer cuando promete y nido cuando canta;
mentira en la promesa y abandono en el nido.
Quizá no conocernos fuera mejor; yo siento
cerca de ti el asalto de un mal presentimiento
que me pone en los labios una emoción cobarde.
Y si asoma a mis ojos la sed de conocerte,
van a ti mis audacias, mujer extraña y fuerte,
pero el amor me grita: -¡si has llegado muy tarde!...
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