10 Poemas de Madrid 

MADRID, METRO, NOCHE

Gente
exhausta,
con la vista
clavada
en el suelo,

preguntándose
por la vida,
la de verdad...

porque no puede ser
que sea
solo eso...

Autor del poema: Karmelo Iribarren

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LA MUERTE

Ni diez personas iban a los últimos recitales del poeta español Blas de Otero. Pero cuando Blas de Otero murió, muchos miles de personas acudieron al homenaje fúnebre que se le hizo en una plaza de toros de Madrid. Él no se enteró.

Autor del poema: Eduardo Galeano

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YO PUEDO DECIR MUCHAS COSAS

Yo puedo decir muchas cosas,
y algunas no.
No puedo decir: Madrid es mi tierra,
tengo que decir mi cemento,
-y lo siento-.

Autor del poema: Gloria Fuertes

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MADRID, CORAZÓN DE ESPAÑA

Madrid, corazón de España,
late con pulsos de fiebre.
Si ayer la sangre le hervía,
hoy con más calor le hierve.

Ya nunca podrá dormirse,
porque si Madrid se duerme,
querrá despertarse un día
y el alba no vendrá a verle.

No olvides, Madrid, la guerra;
jamás olvides que enfrente
los ojos del enemigo
te echan miradas de muerte.

Rondan por tu cielo halcones
que precipitarse quieren
sobre tus rojos tejados,
tus calles, tu brava gente.

Madrid: que nunca se diga,
nunca se publique o piense
que en el corazón de España
la sangre se volvió nieve.

Fuentes de valor y hombría
las guardas tú donde siempre.
Atroces ríos de asombro
han de correr de esas fuentes.

Que cada barrio, a su hora,
si esa mal hora viniere
–hora que no vendrá– sea
más que la plaza más fuerte.

Los hombres, como castillos;
igual que almenas, sus frentes,
grandes murallas sus brazos,
puertas que nadie penetre.

Quien al corazón de España
quiera asomarse, que llegue,
¡Pronto! Madrid está lejos.
Madrid sabe defenderse
con uñas, con pies, con codos,
con empujones, con dientes,
panza arriba, arisco, recto,
duro, al pie del agua verde
del Tajo, en Navalperal,
en Sigüenza, en donde suenen
balas y balas que busquen
helar su sangre caliente.

Madrid, corazón de España,
que es de tierra, dentro tiene,
si se le escarbara, un gran hoyo,
profundo, grande, imponente,
como un barranco que aguarda...
Sólo en él cabe la muerte.

Autor del poema: Rafael Alberti

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A SAN ISIDRO

Los campos de Madrid, Isidro santo,
emulación divina son del cielo,
pues humildes los ángeles su suelo
tanto celebran y veneran tanto.

Celestes labradores, en cuanto
son amorosa voz, con santo celo
vos enviáis en angélico consuelo
dulce oración, que fertiliza el llanto.

Dichoso agricultor, en quien se encierra
cosecha de tan fértiles despojos,
que divino y humano os da tributo,

no receléis el fruto de la tierra,
pues cogerán del cielo vuestros ojos,
sembrando aquí sus lágrimas, el fruto.

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OJALÁ SEA MENTIRA

¡Ojalá sea mentira ese rumor que corre sobre el río
donde peces de plata mueren sin ser pescados!
¡Ojalá sea mentira esa bola
de anhídrido carbónico
que pende bajo el cielo de Madrid!
¡Ojalá sea verdad esa mentira del vidente
que anuncia una tormenta de amor
que acabará con la mala uva...!

Autor del poema: Gloria Fuertes

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Enviado por fali  Seguir

COLETITA
Habia una niña en un pueblo
que se llamaba coleta
y cuando a MADRID llego
todo el mundo le llamaban paleta
del buen carácter que tenia
ella nunca case enfadaba
y lo malo que tenia era
a guerra que daba
como sus padres eran pobres
coleta chica y lista
le pusieron un trajesito y a trabajar de
modista
en el metro se hacia un lio
en el tranvía nunca paga
y se hacia el dia andando coletita con
su caja
un poco distraída cruza entres los
coches de la gran via coleta
y se acuerda de repente que hay que pagar
dos pesetas
no te apures piensa un poco
y coleta la traviesa se dirige al guardia
del gorro
señor guardia señor guardia se va por aqui
a cascorro y el guardia se saca la guía
y contecta zaparreja zaparreja
cojete este tranvía y por diez ayi te deja
muchas gracias señor guardia
dijo sonriendo coleta
que yo sali del apuro y que me llamen paleta

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PRÓXIMA ESTACIÓN

A ti, que debutas
haciendo la vida eterna en quince minutos,
te escribo porque Madrid esculpe en las cariátides
de la Gran Vía tu rostro lleno de pecas.
El metro se detiene en mitad de un mar embravecido
y todo regreso lleva a la infancia.
Tengan cuidado de no introducir
- yo te espero en la calle, como entonces -
el pie entre coche y andén,
y el vagón se abre y la cama deshecha,
la ropa esparcida por el suelo
como la arena de un reloj estrellado,
cántaro que porta el soñador
lleno de lágrimas y peces voladores.

Neptuno alza su tridente y abre el mar
para que crucen las banderas de arcoiris
que desde Chueca celebran la vida y la honra.
La ciudad, más otoño que nunca,
dora el camino que lleva hasta el teatro
en el que arrancarás los pétalos metálicos
de una flor encontrada en el andén.

Hojeas un periódico gratuito
y las mujeres gigantes de los carteles publicitarios
vigilan llorosas el tránsito triste de hombres y mujeres
que navegan sin nada qué hacer ni qué decir,
con la mirada perdida
y fracasos que bañan en licor de mp3,
en planes para la tarde anaranjada,
para el fin de semana, ansiolítico y verbena,
atención, estación en curva.

Pero, hay quien, como tú, viaja,
como la Enterprise, en busca de planetas remotos,
con la sonrisa en el rostro, cediendo el asiento,
tarareando nuestra canción,
dispuesta a ser llama cuando el telón se abra
y yo te encuentre ahí.
Haciendo la vida eterna en cinco minutos.

Te esperaré en la calle como entonces,
hablaremos también de la obra,
iremos del brazo, y Madrid, más otoño que nunca,
será nuestro, como nuestro es el futuro,
las olas de Imbassaí, el sofá color arena,
punta de Ararat a salvo del diluvio.

Autor del poema: Ismael Serrano

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INSOMNIO

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches?

Autor del poema: Dámaso Alonso

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A LAS NIÑAS DE ALCORCÓN

A las niñas de Alcorcón
le cantaba Paracuellos,
mientras se juntan al bayle
debaxo el olmo, estos versos:

Fuérame yo por la puente,
que lo es, sin encantamiento,
en diziembre, de Madrid,
y en agosto, de Ríoseco.

La que haziéndose ojos toda
por ver su amante pigmeo
se quexa dél porque ingrato
le da con la arena en ellos.

La que la vez que se asoma
a mirar su rostro bello
es, a fuer de dama pobre,
en sólo un casco de espejo.

La pretina de jubón
que estando de ojetes lleno
cual pícaro, no trae más
que una cinta en los gregüescos.

Por esta puente de anillo
pasé un disanto, en efecto,
aunque pudiera a pie enjuto
vadear su mar Bermejo.

Reíme de ver su río,
y sobre los antepechos
de su puente titular
no sé si le dixe aquesto:

No os corráis, el Manzanares;
mas ¿cómo podréis correros,
si llegáis tan despeado
y de gota andáis enfermo?

Según arenas criáis,
y estáis ya caduco y viejo,
moriréis de mal de orina
como no os remedie el cielo.

Y en fe de aquesta verdad,
azadones veraniegos
abriendo en vos sepulturas
pronostican vuestro entierro.

Postilando vais vuestra agua,
y por esta causa creo
que con Jarama intentó
Filipo, datos comento.

No lo executó por ser
en daño de tantos pueblos,
mas como os vio tan quebrado
de piedra os puso el braguero.

Título de venerable
merecéis, aunque pequeño,
pues no es bien viéndoos tan calvo
que os perdamos el respeto.

Como Alcalá y Salamanca,
tenéis (y no sois Colegio)
vacaciones en verano
y curso sólo en invierno.

Mas, como estudiante floxo,
por andaros en floreos,
del Sotillo mil corrales
afrentan vuestros cuadernos...

Pero dexando las burlas
hablemos un rato en seso,
si no ya que os tienen loco
sequedades del cerebro:

¿cómo, decid, Manzanares,
tan poco medrado os vemos,
pretendiente en esta Corte
y en palacio lisonjero?

Un siglo y más ha que andáis,
hipócrita y macilento,
saliendo al paso a los reyes,
que tienen gusto de veros.

Alegar podéis servicios;
díganlo los que habéis hecho
en esa Casa del Campo,
sus laberintos y enredos.

Su Troya burlesca os llama
hombre sutil y de ingenio,
sin que su artificio envidie
los del Tajo y su Juanelo.

En azafates de mayo
presentáis a vuestro dueño
flores pancayas que en frutas
convierte después el tiempo.

¿Qué es la causa, pues, mi río,
que tantos años sirviendo
no os den siquiera un estado
que os pague en agua alimentos?

Filipo os quiso hacer grande
después de haberos cubierto
delante de él con la puente,
y él mismo os puso el sombrero.

Pedidle al Cuarto mercedes,
que otros han servido menos
y gozan ya más estados
que cuatro pozos manchegos.

No soy (diréis) ambicioso;
mas a fe, aunque os lo confieso,
que andáis siempre murmurando
por más que os llamen risueño.

¡Ánimo, cobarde río,
quebrantad vuestro destierro,
y pues rondáis a Palacio
entraos una noche dentro!

Fuentes tenéis que imitar,
que han ganado con sus cuerpos
(como damas cortesanas)
sitios en Madrid soberbios.

Adornadas de oro y piedras,
visitan plazas y templos,
y ya son dos escribanos,
¡que aquí hasta el agua anda en pleitos!

No sé yo por qué se entonan,
que no ha mucho que se vieron
por las calles de Madrid
a la vergüenza, en jumentos.

Más dixera, a no llegar
con dos cargas de pucheros
Bertol, y ansí por los propios
dexo cuidados ajenos.

Autor del poema: Tirso de Molina

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