10 Poemas chinos
ALBA DE INVIERNO
Hombres y bestias del zodíaco
Una vez más contra nosotros.
Verdes botellas de vino, rojas conchas de langosta,
Todas vacías, se apilan en la mesa.
“¿Cómo olvidar a un viejo conocido?”
Y cada uno, sentado, escucha sus propios pensamientos.
Fuera, chirrían las ruedas de los carros.
En el alero los pájaros despiertan.
En otra alba de invierno, pronto,
He de enfrentarme a mis cuarenta años.
Me empujan duros, tercos instantes,
Doblado hacia la sombra larga del crepúsculo.
La vida gira y pasa, borracho fuego fatuo.
CONVERSACIÓN EN LA MONTAÑA
¿Me preguntas por qué habito
en estas colinas verdes jade?
Yo sonrío. No hay palabras para expresar
el sosiego de mi corazón.
¡Que fascinante la flor del melocotón
arrastrada por la corriente del agua!
Aquí vivo en otro reino
más allá del mundo de los hombres.
BEBIENDO SOLO A LA LUZ DE LA LUNA
Entre las flores, un tazón de vino
bebo solo, ningún amigo está cerca.
Levanto mi copa, invito a la luna
y a mi sombra, y ahora somos tres.
Mas la luna nada sabe de bebidas
y mi sombra se limita a imitarme,
pero así y todo, luna y sombra serán mi compañía.
La primavera es época propicia para el goce.
Canto y la luna prolonga su presencia,
bailo y mi sombra se enreda.
Mientras me mantengo sobrio, somos alegres juntos,
cuando me embriago, cada uno marcha por su lado
jurando encontrarnos en el Río de Plata de los cielos.
LOS MONTES DE HUA ZI
Se van volando los pájaros
no se sabe hacia dónde,
y de nuevo se cubren las montañas
de color otoñal.
Subo y subo y luego bajo
por los montes de Hua Zi:
hasta qué extremo ha llegado
la tristeza que me embarga
UN DÍA DE VERANO, EN LA MONTAÑA
Agito suavemente un abanico de plumas blancas,
sentado, la camisa abierta, entre las hojas verdes.
Me quito el sombrero y lo cuelgo de un saliente en la roca;
Desde los pinos la brisa se desliza
sobre mi cabeza desnuda.
AGUAS DE PRIMAVERA
El tercer mes, y las flores de durazno
flotan sobre las ondas del río.
La corriente recupera sus viejas huellas,
y al amanecer inunda ya los límites de la playa.
El verde esmeralda riela ante el portón de ramas,
en tanto yo reparo mis aparejos
y dejo caer un cebo perfumado.
Ato los tubos de bambú para regar el huertecillo.
Ya son legión los pájaros que llegan volando
y en ruidosa algarabía se disputan el baño.
MIRANDO EL AGUA DESDE LA BARANDILLA DEJO VOLAR MI CORAZÓN
Lejos de las murallas, en una ancha barandilla,
sin aldea que la estorbe,
la mirada llega lejos, muy lejos.
Las claras aguas del río casi rebosan el cauce.
Concluye la primavera,
y los serenos árboles están llenos de flores.
Entre una fina lluvia,
los pececillos aparecen,
y el vuelo oblícuo de las golondrinas
al pairo de la suave brisa.
En la ciudad, cien mil hogares,
aquí dos o tres familias.
ASCENSIÓN
Entre el viento violento,
bajo el alto cielo,
los monos aúllan sus tristezas.
Encima de las arenas blancas del islote,
un pájaro vuela, dando vueltas.
Infinitas hojas, arrastradas por el viento,
caen silbando de los árboles,
y el inmenso Yangtsé corre tumultuosamente.
Lejos de mi hogar,
lloro el triste otoño,
y los viajes me parecen interminables.
Anciano, solo abrumado de enfermedades,
subo a esta terraza.
Las penurias, dificultades y congojas,
han hecho abundar mis canas.
Y no puedo sino dejar a un lado mi copa.
DE MAÑANA
La flor del melocotón es roja
y todavía se mantiene la lluvia nocturna.
Los sauces reverdecieron
con la neblina de primavera.
Los pétalos caídos no han sido
barridos aún por los criados.
Se escucha el canto de las oropéndolas. El invitado
duerme aún.
DESPEDIDA
Desmonto. Mientras bebemos vino:
¿Adónde irás? El mundo me ha engañado:
A mi colina del mediodía me vuelvo.
Ve, vete. No pregunto más:
Nubes blancas sin fin, nubes.
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