15 Poemas de olvido
QUE TODO SE APACIGÜE
Que todo se apacigüe como una luz de aceite.
Como la mar si sonríe,
como tu rostro si de pronto olvidas.
Olvida porque yo he olvidado
ya todo. Nada sé.
Cerca de ti nada sé.
Nada sé bajo tu sombra, amarilla
simiente del árbol del olvido.
Y todo volverá a ser como antes.
Antes, cuando ni tú ni yo habíamos nacido.
Pero, ¿nacimos acaso?… O tal vez, no,
todavía no.
Nada, todavía nada. Nunca nada.
Somos presente sin pensamientos.
Labios sin suspiros, mar sin horizontes,
como una luz de aceite se ha extendido el olvido.
EL OLVIDO
La olvidé. Por completo. Para siempre
(o eso creía entonces). Me cruzaba
con ella por la calle y no era ella
quien se paraba ante un escaparate
de ropa deportiva, no era ella
quien compraba el periódico en un quiosco
y se perdía entre la muchedumbre.
Como si hubiera muerto. No era ella.
Su nombre era el de todas las mujeres.
VOY A ENTRAR AL OLVIDO
A Francisco Guarderas
Hermano, si me río de la vida y sus cosas
notarás en mi risa cierto rezo de angustias,
sentirás las espinas que hay en todas las rosas,
comprenderás que casi mis flores están mustias.
Yo pongo a los cipreses de mi sendero, ahora,
una doliente gracia contradictoria y llena
de la azul ironía que aprendí de la Aurora
que es hija de los rojos Crepúsculos de pena.
Se apagaron aquellos ojos que me sonrieron
diabólicos y brujos detrás de una ventana,
y esta tarde yo he visto que en mi jardín murieron
pobres rosadas rosas que enterraré mañana.
Indiferentemente tiene mi herida abierta
el dorado veneno que me dio esa mujer:
Voy a entrar al olvido por la mágica puerta
que me abrirá ese loco divino: ¡BAUDELAIRE!
QUÉ HORRIBLE ES EL OLVIDO
¡Qué horrible es el olvido!
Es mejor la nostalgia
con su anillo de llanto
ciñendo el corazón.
Cuando hablamos de "ella"
sin sentir que morimos,
ya no vale la pena
nuestra inútil canción.
¡Qué horrible es el olvido!
Ver la mujer amada
y no sentir que el alma
se curva de dolor.
Cuando cerca a su nombre
ignoramos la espina,
ya no vale la pena
nuestra estéril canción.
¡Qué horrible es el olvido!
Saber que la quisimos
y que sigue en la sangre
sin producir dolor.
Cuando nos resignamos
a vivir con su ausencia,
es porque ha envejecido
por dentro el corazón.
Y entonces, ya la vida
no vale una canción.
Olvidé Quién Era
Enviado por charlesmez Seguir
Te miras al espejo y ya no ves tu reflejo
Reflejas la ira que nunca muestras
Intentas esconderte pero se hace todo negro
Estás tan asustando que te olvidaste las cuentas
No sabes como respirar, el tiempo se hace humo
viendo detenidamente como se evaporan los segundos,
no entiendo como la tristeza es un arma tan real
tendido en mi habitación me hace tiritar de verdad
No cuento con ganas los días que veo pasar
Son tristes relatos que no trato de inventar
está realidad me cansa, te cansa y no puede parar
sobre pensar, nunca estuvo demás querer despegar
Perdiendo el tiempo en mi, no tengo sexto sentido
cuarta dimensión espacial no tengo nada invertido
Olvidé quien era por quererme ayudar, me siento vacío
Otra vez la misma historia de siempre, método aprendido
No es cuestión de interpretar dolores, son solo colores
No me intentes entender, ya habrán tiempos mejores
Si no me encuentras en nuestro lugar ya no llores
Significa que volé lejos, lejos de todos mis temores
EL OLVIDO
Cuando una boca suave boca dormida besa
como muriendo entonces,
a veces, cuando llega más allá de los labios
y los párpados caen colmados de deseo
tan silenciosamente como consiente el aire,
la piel con su sedosa tibieza pide noches
y la boca besada
en su inefable goce pide noches, también.
Ah, noches silenciosas, de oscuras lunas suaves,
noches largas, suntuosas, cruzadas de palomas,
en un aire hecho manos, amor, ternura dada,
noches como navíos...
Es entonces, en la alta pasión, cuando el que besa
sabe ah, demasiado, sin tregua, y ve que ahora
el mundo le deviene un milagro lejano,
que le abren los labios aún hondos estíos,
que su conciencia abdica,
que está por fin él mismo olvidado en el beso
y un viento apasionado le desnuda las sienes,
es entonces, al beso, que descienden los párpados,
y se estremece el aire con un dejo de vida,
y se estremece aún
lo que no es aire, el haz ardiente del cabello,
el terciopelo ahora de la voz, y, a veces,
la ilusión ya poblada de muertes en suspenso.
AIRE
Olvido
puerta cerrada
Sobre la tierra inclinada
Tiembla un árbol
Y solo
Canta un pájaro
Sobre el tejado
No hay más luz
Que el sol
Y los signos que hacen tus dedos
EL DRAMA DEL OLVIDO
El- La historia de nuestro amor,
que aún sahúma tu memoria,
fue breve como la historia
de la abeja con la flor.
Prisionera de la flor,
la abeja sabe libar
en su cárcel de azahar.
Y cuando liba la esencia,
recobra su independencia
y se vuelve al colmenar.
Ella- Te di el libro de mi vida,
para que tú lo leyeras,
y en sus páginas primeras
te deslumbraste en seguida.
Tu curiosidad herida
quiso el final conocer.
Y hoy lo cierras sin saber
que entre sus hojas extremas
hay los más bellos poemas
que dejaste sin leer.
DONDE HABITA EL OLVIDO
Cuando se despertó,
no recordaba nada
de la noche anterior,
"demasiadas cervezas",
dijo, al ver mi cabeza,
al lado de la suya, en la almohada...
y la besé otra vez,
pero ya no era ayer,
sino mañana.
Y un insolente sol,
como un ladrón, entró
por la ventana.
El día que llegó
tenía ojeras malvas
y barro en el tacón,
desnudos, pero extraños,
nos vio, roto el engaño
de la noche, la cruda luz del alba.
Era la hora de huir
y se fue, sin decir:
"llámame un día".
Desde el balcón, la vi
perderse, en el trajín
de la Gran Vía.
Y la vida siguió,
como siguen las cosas que no
tienen mucho sentido,
una vez me contó,
un amigo común, que la vio
donde habita el olvido.
La pupila archivó
un semáforo rojo,
una mochila, un peugeot
y aquellos ojos
miopes
y la sangre al galope
por mis venas
y una nube de arena
dentro del corazón
y esta racha de amor
sin apetito.
Los besos que perdí,
por no saber decir:
"te necesito".
Y la vida siguió,
como siguen las cosas que no
tienen mucho sentido,
una vez me contó,
un amigo común, que la vio
donde habita el olvido.
OLVIDO
Cierra los ojos y a oscuras piérdete
bajo el follaje rojo de tus párpados.
Húndete en esas espirales
del sonido que zumba y cae
y suena allí, remoto,
hacia el sitio del tímpano,
como una catarata ensordecida.
Hunde tu ser a oscuras,
anégate la piel,
y más, en tus entrañas;
que te deslumbre y ciegue
el hueso, lívida centella,
y entre simas y golfos de tiniebla
abra su azul penacho al fuego fatuo.
En esa sombra líquida del sueño
moja tu desnudez;
abandona tu forma, espuma
que no sabe quien dejó en la orilla;
piérdete en ti, infinita,
en tu infinito ser,
ser que se pierde en otro mar:
olvídate y olvídame.
En ese olvido sin edad ni fondo,
labios, besos, amor, todo renace:
las estrellas son hijas de la noche.
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