10 Poemas náhuatl 

CANCIÓN DE NEZAHUALPILLI DURANTE LA GUERRA CON HUEXOTZINCO

El llanto se extiende, las lágrimas gotean allí en Tlatelolco.
Por agua se fueron ya los mexicanos;
semejan mujeres; la huída es general.


¿Adónde vamos?, ¡oh amigos! Luego ¿fue verdad?
Ya abandonan la ciudad de México:
el humo se está levantando;
la niebla se está extendiendo.
Con llanto se saludan el Huizen Ahuácatl Motelhuihtzin,
el Tlailotlácatl Tlacotzin,
el Tlacatecuhtli Oquitzin.

Llorad, amigos míos.
tened entendido que con estos hechos
hemos perdido la nación mexicana
¡El agua se ha acedado, se acedo la comida!
Esto es lo que ha hecho el Dador de la vida en Tlatelolco.
Sin recato son llevados Motelhuihtzin y Tlacotzin.
Con cantos se animaban unos a otros en Acahinango.
Ah, cuando fueron a ser puestos a prueba allá en Coyoacán.

Autor del poema: Nezahualpilli

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CANTO DE AXAYÁCATL, SEÑOR DE MÉXICO

Ha bajado aquí a la tierra la muerte florida,
se acerca ya aquí,
en la Región del color rojo la inventaron
quienes antes estuvieron con nosotros.
Va elevándose el llanto,
hacia allá son impelidas las gentes,
en el interior del cielo hay cantos tristes,
con ellos va uno a la región donde de algún modo se existe.
Eras festejado,
divinas palabras hiciste,
a pesar de ello has muerto.
El que tiene compasión de los hombres, hace torcida invención.
Tú así lo hiciste.
¿Acaso no habló así un hombre?
El que persiste, llega a cansarse.
A nadie más forjará el Dador de la vida.
¡Día de llanto, día de lágrimas!
Tu corazón está triste.
¿Por segunda vez habrán de venir los señores?
Sólo recuerdo a Itzcóatl,
por ello la tristeza invade mi corazón.
¿Es que ya estaba cansado,
venció acaso la fatiga al Dueño de la casa,
al Dador de la vida?
A nadie hace él resistente sobre la tierra.
¿Adónde tendremos que ir?
Por ello la tristeza invade mi corazón.
Continúa la partida de gentes,
todos se van.
Los príncipes, los señores, los nobles
nos dejaron huérfanos.
¡Sentid tristeza, oh vosotros señores!
¿Acaso vuelve alguien,
acaso alguien regresa
de la región de los descarnados?
¿Vendrán a hacernos saber algo
Motecuhzoma, Nezahualcóyotl, Totoquihuatzin?
Nos dejaron huérfanos,
¡sentid tristeza, oh vosotros señores!
¿Por dónde anda mi corazón?
Yo Axayácatl, los busco,
nos abandonó Tezozomoctli,
por eso yo a solas doy salida a mi pena.
Ala gente del pueblo, a las ciudades,
que vinieron a gobernar los señores,
las han dejado huérfanas.
¿Habrá acaso calma?
¿Acaso habrán de volver?
¿Quién acerca de esto pudiera hacerme saber?
Por eso yo a solas doy salida a mi pena.

Autor del poema: Axayácatl

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UN RECUERDO QUE DEJO

¿Con qué he de irme?
¿Nada dejaré en pos de mi sobre la tierra?
¿Cómo ha de actuar mi corazón?
¿Acaso en vano venimos a vivir,
a brotar sobre la tierra?
Dejemos al menos flores
Dejemos al menos cantos

Autor del poema: Nezahualcóyotl

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PRÍNCIPE DEL DIÁLOGO

¿Dónde andabas, oh poeta?
Apréstese ya el florido tambor,
ceñido con plumas de quetzal,
entrelazadas con flores doradas.
Tú darás deleite a los nobles,
a los caballeros águilas y tigres.

Bajó sin duda al lugar de los atabales,
allÍ anda el poeta,
despliega sus cantos preciosos,
uno a uno los entrega al Dador de la vida.

Le responde el pájaro cascabel.
Anda cantando, ofrece flores.
Nuestras flores ofrece.
Allá escucho sus voces,
en verdad al Dador de la vida responde,
responde el pájaro cascabel,
anda cantando, ofrece flores.

Como esmeraldas y plumas finas,
llueven tus palabras.
AsÍ habla también Ayocuan Cuetzpaltzin,
que ciertamente conoce al Dador de la vida.
AsÍ vino a hacerlo también
aquel famoso señor
que con ajorcas de quetzal y con perfumes,
deleitaba al único Dios.

¿Allá lo aprueba tal vez el Dador de la vida?
¿Es esto quizás lo único verdadero en la tierra?
Por un breve momento,
por el tiempo que sea,
he tornado en préstamo a los príncipes :
ajorcas, piedras preciosas.
Sólo con flores circundo a los no bies.
Con mis cantos los reúno
en el lugar de los atabales.
Aquí en Huexotzinco he convocado esta reunión.
Yo el señor Tecayehuatzin,
he reunido a los príncipes:
piedras preciosas, plumajes de quetzal.
Sólo con flores circundo a los nobles.

Autor del poema: Tecayehuatzin

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CANTO DE NEZAHUALCÓYOTL DE ACOLHUACAN (CON QUE SALUDÓ A MOTECUHZOMA EL VIEJO, CUANDO ESTABA ÉSTE ENFERMO)

Miradme, he llegado.
Soy blanca flor, soy faisán,
se yergue mi abanico de plumas,
soy Nezahualcóyotl.
Las flores se esparcen,
de allá vengo, de Acolhuacan.
Escuchadme, elevaré mi canto,
vengo a alegrar a Motecuhzoma.
¡Tatalili, papapapa, achalalili, achalalili!

¡Que sea para bien!
¡que sea en buen momento!
Donde están erguidas las columnas de jade,
donde están ellas en fila,
aquí es México,
donde en las obscuras aguas
se yerguen los blancos sauces,
aquí te merecieron tus abuelos,
aquel Huitzilíhuitl, aquel Acamapichtli.
¡Por ellos llora, oh Motecuhzoma!
Por ellos tú guardas su estera y su solio.
Él te ha visto con compasión,
él se ha apiadado de ti, ¡oh Motecuhzoma!
A tu cargo tienes la ciudad y el solio.

Por ello llora, ¡oh Motecuhzoma!
Estás contemplando el agua y el monte, la ciudad,
allí ya miras a tu enfermo,
¡oh Nezahualcóyotl!
Aquí en las obscuras aguas,
en medio del musgo acuático,
haces tu llegada a México.
Aquí tú haces merecimiento,
aquí ya miras a tu enfermo.
Tú, Nezahualcóyotl.

El águila grazna,
el ocelote ruge,
aquí es México,
donde tú gobernabas Itzcóatl.
Por él, tienes tú ahora estera y solio.
Donde hay sauces blancos
sólo tú reinas.
Donde hay blancas cañas,
donde se extiende el agua de jade,
aquí es México.

Tú, con sauces preciosos,
verdes como jade,
engalanas la ciudad.

La niebla sobre nosotros se extiende,
¡que broten flores preciosas!
¡que permanezcan en vuestras manos!
Son vuestro canto, vuestra palabra.
Haces vibrar tu abanico de plumas finas,
lo contempla la garza
lo contempla el quetzal.
¡Son amigos los príncipes
Nezahualcóyotl y Motecuhzoma!

La niebla sobre nosotros se extiende,
¡que broten flores preciosas!
¡que permanezcan en vuestras manos!
Son vuestro canto, vuestra palabra.
Flores luminosas abren sus corolas,
donde se extiende el musgo acuático,
aquí es México.
Sin violencia permanece y prospera
en medio de sus libros y pinturas,
existe la ciudad de Tenochtitlan.
Él la extiende y la hace florecer,
él tiene aquí fijos sus ojos,
los tiene fijos en medio del lago.

Se han levantado columnas de jade,
de en medio del lago se yerguen las columnas,
es el Dios que sustenta la tierra
y lleva sobre sí al Anáhuac
sobre el agua celeste.
Flores preciosas hay en vuestras manos,
con verdes sauces habéis matizado la ciudad,
a todo aquello que las aguas rodean,
y en la plenitud del día.
Habéis hecho una pintura del agua celeste,
la tierra del Anáhuac habéis matizado,
¡oh vosotros señores!
A ti, Nezahualcóyotl,
a ti, Motecuhzoma,
el Dador de la Vida os ha inventado,
os ha forjado,
nuestro padre, el Dios,
en el interior mismo del agua.

Autor del poema: Nezahualcóyotl

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EL SUEÑO DE UNA PALABRA

Y ahora, oh amigos,
oíd el sueño de una palabra :
Cada primavera nos hace vivir,
la dorada mazorca nos refrigera,
la mazorca rojiza se nos toma un collar.
¡ Sabernos que son verdaderos
los corazones de nuestros amigos!

Autor del poema: Tecayehuatzin

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¡CANTEMOS YA!

Cantemos ya,
continuemos ahora los cantos
enmedio de la florida luz y el calor,
¡oh amigos nuestros!
¿Quiénes son?
Yo salgo a su encuentro,
¿dónde los busco?,
en el lugar de los atables,
aquí mismo.
Yo sólo concibo cantos floridos,
yo vuestro amigo,
soy sólo el señor chichimeca,
Tecayahuatzin.
¿Acaso alguien,
acaso no todos nosotros,
daremos alegria,
haremos feliz,
al Inventor de sí mismo?

Ojalá que allá, en buen tiempo, en Tlaxcala,
estén mis floridos cantos aletargantes.
Ojalá estén los cantos que embriagan
de Xicohténcatl, de Temilotzin,
del principe Cuitlizcatl.

El Tamoanchan de las águilas,
la Casa de la noche de los tigres
están en Huexotzinco.
Allá está el lugar de la muerte
del quien hizo merecimientos, Tlacahuepan.
Allá se alegran
las flores que son la comunidad de los príncipes,
los señores, en sus casas de primavera.

Con flores de cacao,
exclama y viene veloz,
allá con las flores se alegra
en el interior de las aguas.
Viene de prisa con su escudo de oro.
Que con abanicos
con el cayado de flores rojas,
con banderas de pluma de quetzal
vengamos a dar alegría
en el interior de las casas de la primavera.

Resuenan los timbales color de jade,
lluvia de florido rocío
ha caído sobre la tierra.
En la casa de plumas amarillas
está lloviendo con fuerza.
Su hijo ha bajado,
en la primavera desciende allí,
es el Dador de la Vida.
Sus cantos hacen crecer,
se adorna con flores en el lugar de los atabales,
se entrelaza.
De aqui ya salen,
las flores que embriagan,
¡ alegraos!

Autor del poema: Tecayehuatzin

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CANTO DE MACUILXOCHITZIN

Empiezo a cantar yo Macuilxochitzin,
yo doy placer al autor de la vida.
¡Que empiece el baile!
En la región de los muertos
está también su morada:
no se lleven allá los cantos,
son solamente de aquí…
¡Que empiece el baile!
Itzcoatl pueden llamarte los que duran de Chalco,
fue tu suerte avasallar al Matlazinca,
oh Itzcoatl Axayacatl fuiste a dispersar
el pueblo de Tlacotepec.
Se revuelven y entrelazan
tus flores y tus fémulas de papel
y con ellas les das gusto al matlazinca,
al de Toluca, al de Tlacotepec.
Ahora es cuando se dan flores
y plumajes del autor de la vida.
Los escudos de madera se sostienen en las manos,
en el lugar del peligro,
en donde se hacen cautivos,
en medio de la pelea,
en el campo de combate.
Quieren ser iguales nuestros cantos,
quieren ser iguales nuestras flores,
hemos barrido cabezas para dar placer
al que da la vida.
La flor de la espada de madera en tu mano está,
oh Axayacatl y con ella echa brotes
la florida sangre divina, la florida hoguera,
y con eso se van embriagando los que van con nosotros.
Por nosotros abres sus flores de guerra
en Ehecatepec y en Mexico.
Avanzan y con ella se embriagan
y hay aplauso de los capitanes de guerra,
vosotros, de Acolhuacan y de Tepanecapan.
Cuando conquistó Axayacatl
por todos lados en la región de Matlazinco:
en Malinalco, Ocuila, Tecualoya y Xocotitlan.
De allá se vino a Xiquipilco.
Allá le hirió una pierna un otomí llamado Tlilatl.
Y cuando llegó a México dijo a sus mujeres:
Preparen un maxtle y una tilma
y se lo darán y lo vestirán.
Y les dijo:
Vaya el otomí que me hirió en la pierna,
que viva en temor.
Y éste dijo:
Puesto que me tienen que matar ustedes,
que venga la tabla y el raspador.
Con esto viene a saludar el salvaje a Axayacatl.
Ya tendrá que temer.
Y así se lo dieron sus mujeres.

Autor del poema: Macuilxochitzin

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EL POEMA DE TLALTECATZIN

En la soledad yo canto
a aquel que es mi Dios
En el lugar de la luz y el calor,
en el lugar del mando,
el florido cacao está espumoso,
la bebida que con flores embriaga.

Yo tengo anhelo,
lo saborea mi corazón,
se embriaga mi corazón,
en verdad mi corazón lo sabe :

¡Ave roja de cuello de hule !,
fresca y ardorosa,
luces tu guirnalda de flores.
¡ Oh madre !
Dulce, sabrosa mujer,
preciosa flor de maíz tostado,
sólo te prestas,
serás abandonada,
tendrás que irte,
quedarás descarnada.

Aquí tú has ven ido,
frente a los príncipes,
tú, maravillosa criatura,
invitas al placer.
Sobre la estera de plumas amarillas y azules
aquí estás erguida.
Preciosa flor de maíz tostado,
sólo te prestas,
serás abandonada,
tendrás que irte,
quedarás descarnada.
El floreciente cacao
ya tiene espuma,
se repartió la flor del tabaco.
Si mi corazón lo gustara,
mi vida se embriagaría.
Cada uno está aquí,
sobre la tierra,
vosotros señores, mis príncipes,
si mi corazón lo gustara,
se embriagaría.

Yo sólo me aflijo,
digo :
que no vaya yo
al lugar de los descarnados.
Mi vida es cosa preciosa.
Yo sólo soy,
yo soy un cantor,
de oro son las flores que tengo.
Ya tengo que abandonarla,
sólo contemplo mi casa,
en hilera se quedan las flores.
¿Tal vez grandes jades,
extendidos plumajes
son acaso mi precio?
Sólo tendré que marcharme,
alguna vez será,
yo sólo me voy,
iré a perderme.
A mí mismo me abandono,
¡ Ah, mi Dios!
Digo : váyame yo,
como los muertos sea envuelto,
yo cantor,
sea así.
¿Podría alguien acaso adueñarse de mi corazón?
Yo solo así habré de irme,
con flores cubierto mi corazón.
Se destruirán los plumajes de quetzal,
los jades preciosos
que fueron labrados con arte.
¡ En ninguna parte está su modelo
sobre la tierra !
Que sea así,
y que sea sin violencia.

Autor del poema: Tlaltecatzin

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CANTO DE LOS ANCIANOS

Nos llamaron para embriagarnos en Michoacán, en Zamacoyahuac,
fuimos a buscar ofrendas, nosotros mexicas:
¡Vinimos a quedar embriagados!
¿En qué momento dejamos a los águilas viejos, a los guerreros?
¿Cómo obrarán los mexicanos,
los viejos casi muertos por la embriaguez?
¡Nadie dice que nuestra lucha fue con ancianas!
¡Chimalpopoca! ¡Yo Axayácatl!
Allá dejamos a vuestro abuelito Cacamaton.
En el lugar de la embriaguez estuve oyendo a vuestro abuelo.

Vinieron a convocarse los viejos águilas,
Tlacaélel, Cahualtzin,
dizque subieron a dar de beber a sus capitanes,
a los que saldrían contra el señor de Michoacán.
¿Tal vez allí se entregaron los cuextecas, los tlatelolcas?

Zacuatzin, Tepantzin, Cihuacuecueltzin,
con cabeza y corazón esforzado,
exclaman:
¡escuchad! ¿qué hacen los valerosos?,
¿ya no están dispuestos a morir?,
¿ya no quieren ofrecer sacrificios?
Cuando vieron que sus guerreros
ante ellos huían,
iba reverberando el oro
y las banderas de plumas de quetzal verdegueaban,
¡que no os hagan prisioneros!,
¡que no sea a vosotros, daos prisa!

A estos jóvenes guerreros
se les quiere sacrificar,
Si así fuere, nosotros graznaremos como águilas,
nosotros entretanto rugiremos como tigres,
nosotros viejos guerreros águilas.
¡Que no os hagan prisioneros!
Vosotros, daos prisa.

Yo el esforzado en la guerra,
yo Axayácatl,
¿Acaso en mi vejez
se dirán estas palabras de mis príncipes águilas?
Que no sea asi, nietos mios,
yo habré de dejaros.
Se hará ofrenda de flores,
con ellas se ataviará, el Guerrero del sur.

Estoy abatido, soy despreciado,
estoy avergonzado, yo, vuestro abuelo Axayácatl.
No descanséis, esforzados y bisoños,
no sea que si huis, seáis consumidos,
con esto caiga el cetro
de vuestro abuelo Axayácatl.

Una y otra vez heridos por las piedras,
los mexicas se esfuerzan.
Mis nietos, los del rostro pintado,
por los cuatro rumbos hacen resonar los tambores,
la flor de los escudos permanece en vuestras manos.
Los verdaderos mexicas, mis nietos,
permanecen en fila, se mantienen firmes,
hacen resonar los tambores,
la flor de los escudos permanece en vuestras manos.

Sobre la estera de las águilas,
sobre la estera de los tigres,
es exaltado vuestro abuelo, Axayácatl.
Itlecatzin hace resonar los caracoles en el combate,
aunque los plumajes de quetzal ya estén humeantes.
No descansa él con su escudo,
allí comienza él con los dardos,
con ellos hiere Itlecatzin,
aunque los plumajes de quetzal ya estén humeantes.

Todavía vivimos vuestros abuelos,
aún es poderosa nuestra lanzadera, nuestros dardos,
con ellos dimos gloria a nuestras gentes.
Ciertamente ahora hay cansancio,
ahora ciertamente hay vejez.
Por esto me aflijo, yo vuestro abuelo Axayácatl,
me acuerdo de mis viejos amigos,
de Cuepanáhuaz, de Tecale, Xochitlahua, Yehuatícac.
Ojalá vinieran aquí
cada uno de aquellos señores
que se dieron a conocer allá en Chalco.
Los esforzados vendrían a tomar los cascabeles,
los esforzados harían giros alrededor de los príncipes.

Por esto yo me río,
yo vuestro abuelo,
de vuestras armas de mujer,
de vuestros escudos de mujer.
¡Conquistadores de tiempos antiguos,
volved a vivir!

Autor del poema: Axayácatl

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