39 Poemas nicaragüenses 

LA BALA

La bala que me hiera
será bala con alma.
El alma de esa bala
será como sería
la canción de una rosa
si las flores cantaran
o el olor de un topacio
si las piedras olieran,
o la piel de una música
si nos fuese posible
tocar a las canciones
desnudas con las manos.

Si me hiere el cerebro
me dirá: Yo buscaba
sondear tu pensamiento.
Y si me hiere el pecho
me dirá: ¡Yo quería
decirte que te quiero!

Autor del poema: Salomón de la Selva

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EL MURO DE LAS SONRISAS

Cuando el amor se aja
se marchita
se te vuelve amarillo
no hay remedio
sólo te queda
la sonrisa.
Cuando te sientes sola
entre sus brazos
y tu piel es frontera
y no te brota el llanto
sólo te queda
la sonrisa.
Cuando te sientes sola
entre sus brazos
y tu piel es frontera
y no te brota el llanto
sólo te queda
la sonrisa.
Cuando el canto se oxida
y el paisaje
y todo lo vivido
es un espectro
tu único refugio
es la sonrisa:
ese muro cerrado
impenetrable
sin ayeres
sin hoy
y sin mañanas
donde todos los sueños
se hacen trizas.

Autor del poema: Claribel Alegría

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TRES AMORES

Vino una vez: su rostro era de raso,
con el oro silvestre de las frutas;
—¿quién eres, ángel de tranquilo paso?
—¡Soy Ruth, la espigadora de tus rutas!

Vino otra vez: con ambición secreta,
apretó mi deseo hasta la muerte;
—¿Quién eres tú, que vence y que sujeta?
—iSoy Cleopatra, la del espasmo fuerte!

Vino después: como bacante en celo,
ordenaba en mi ser, que no resiste;
—¿quién eres tú, potente tiranuelo?
—¡Soy Salomé, la de la danza triste!

Autor del poema: Alfonso Cortés

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DECIRES AL INDIO QUE BUSCABA TRIGO

Yo sé que me andas buscando
por lo que antaño digo:
que por un grano de trigo
tus hijos están llorando.

Y me pregunto hasta cuando
lo encontrarán, indio amigo.
E interrogándome sigo
y me sigo interrogando.

Si por um grano de trigo
tus hijos están llorando,
seguiré siempre cantando
y sé, indio, lo que digo.

Pues mientras me andas buscando
el trigo, el bendito trigo,
sigue, indio, germinando,
en mis cantares, conmigo.

¡Con mis cantares, cantando,
trigo, indio, estoy sembrando!

Autor del poema: Manolo Cuadra

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PASOS

Cuando, en el tumulto de la Tierra,
sientan los seres su soledad,
dará una tregua eterna la guerra
del Ruido; hundirá en la antigüedad

sus pasos el Hombre y la Mujer,
surcarán la arruga de la frente
de Dios, donde del éxtasis de Ayer
se alza vapor incesantemente...

¡Y quedarán los enamorados
—como despiertos— y dos a dos,
la mirada fija en los Sagrados
Poros, de eterno sudor bañados,
de la frente arrugada de Dios!

Autor del poema: Alfonso Cortés

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NOTICIAS DE NICARAGUA

Puesto que Nicaragua entró en la guerra,
lo justo es que el Obispo diga misas
por el triunfo de las armas aliadas.

En las tertulias y en las barberías
se malgasta saliva
defendiendo "la causa."

Ya no pueden los periódicos
con los sonetos a Bélgica
y las odas a Francia.

Pero cuando supieron
que venía a la guerra yo,
nicaragüense,
a pelear por Nicaragua,
los beatos,
y los discutidores en público,
y los hacedores de versos,
convinieron en que yo estaba loco.

Autor del poema: Salomón de la Selva

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IN OMNIBUS UNUM

Los pétalos son versos y los versos son cantos
y los cantos del color son los versos
(más santos;
el alma del color
es un verso y el aloma del verso es luminosa,
y el alma de la nota, verso suave de rosa,
casto como el fulgor.

La música es pintura de escondidos amores,
y la ingenua pintura, música de colores:
tres notas, una voz:
circula por las formas de toda poesía,
como un ardiente soplo de mística armonía
la ráfaga de Dios!

Autor del poema: Azarías H. Pallais

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Y EL ÚNICO QUE SALVA, QUE SE HIZO

Agua de la luz, hermana,
dime, no has visto pasar,
a Jesús, nuestra fontana,
nuestra lluvia, nuestro mar?

Si le vieras Encantado
y Encantador pasa y pasa.
Pero, con llave y candado,
se encierran todos. No hay casa,

que a sus dulces golpes, abra.
y el sigue llamando afuera,
esperoso. La palabra
sustancial de verdadera

perfección, cierra sus alas,
sus alas de juventud,
mientras pasan estas malas
influencias, esta virtud

que florece tenebrosa,
en Vargas Vila y Voltaire.
Fuera de Jesús, gloriosa
Rosa de un amanecer

inacabable, ninguna
riqueza tiene valor.
El es la buena Fortuna,
el Buen Tiempo, el Buen Amor.

Autor del poema: Azarías H. Pallais

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ÚNICO POEMA DEL MAR

En Coconut Island,
cuando el sol se mece en las hamacas de las palmas,
miss Christine Braughtigam,
hija de una isleña puta negra
y de un viejo pirata de Holanda,
se da un baño de mar en la inmensidad de las aguas.

Su piel, de un raro color de cinamomo,
cocida a la alta presión del trópico
muchas veces, en los hornos de julio y agosto.

Su cuerpo alegre y esbelto, como el de un junco
ahumado
se irisa en las aguas de plata
entre peces de esmalte y pulpos pequeños.

Envuelta en su maillot de fuego
Christine Braughtigam se sumerge en las aguas,
¡y entonces es una brasa que se apaga!

Desde sus frescos observatorios de cocoteros
una mancha de pájaro isleños
lanza su S.O.S. de sorpresa,
porque pudiera una ola traicionera
de blanca gola con jubón celeste
—verde— llevarse a la perla de canela.

En la isla donde los cocoteros se mueven
pausadamente
esmaltando el cielo de pensamientos alegres,
Christine busca la caricia del mar afuera.
¡Quién colmara las urgencias de su sangre negra!

Desazón de los rubios y pequeños grumetes
que al maniobrar en las aguas de su vientre
despegaban de aquel muelle negro y celeste,
tristes, tristes, tristes...
¡Ay, tristes para siempre!

Fuera del agua ella es como un violinista,
sin violín y sin arco, ante el público.
Las rocas lloran lágrimas saladas,
se varan las algas en las arenas lisas
y se dicen «siento mucho» los peces lúbricos.

Fuera del agua miss Braughtigam es incompleta,
porque su elemento es este solo mar de Coconut
Island.
Miss Braughtigam se acuna en las aguas.
Duerme a la música maternal de las palmas.

En Coconut Island,
cuando el sol se mece en sus hamacas verdes,
miss Christine Braughtigam,
hija de una isleña puta negra
y de un viejo pirata de Holanda,
entra a sus verdes potreros atlánticos
a pastorear su rebaño de pulpos y de peces.

Coconut Island,
donde aburro mi destierro frente al mar Atlántico
mientras arden dátiles y bananos,
y cantan los negros sus canciones esclavas,
indiferentes,
entre los cañaverales vibrantes
y el sordo rumor de las aguas.

Autor del poema: Manolo Cuadra

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EPÍLOGO

...existen los barrotes
nos rodean
también existe el catre
y sus ángulos duros
y el poema río
que nos sostiene a todos
y es tan sustantivo
como el catre
el poema que todos escribimos
con lágrimas
y uñas
y carbón.

Autor del poema: Claribel Alegría

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