12 Poemas de infierno 

mil horas en el infierno

Enviado por sickgirl911  Seguir

Exhaló el humo mientras fumo
pensando en todas esas noches grises
en todas esas noches tristes,
pienso en todo lo que sufrí,
me doy cuenta de que estoy sin mi,
la luna no aparece
desde que deje de sentir.

Noches tristes y días grises,
llevo mil horas sin dormir,
llevo mil horas sin soñar,
mil horas sin cantar,
mil horas sin dejar de pensar,
atrapada en un infierno
sin poder descansar.

Mi habitación en un infierno se convirtió,
mi ser se perdió en el dolor
mi corazón en un vacío se hundió
en un vacío sin salvación.
estoy cansada y un poco frustrada
y mis ojos lo demuestran.

llevo mil horas sin dormir,
mil horas sin soñar,
quiero dejar de pensar
quiero este momento acabar,
desde el frio al vacío saltar,
del vacío, al infierno llegar.

92.31%

votos positivos

Votos totales: 13

Comparte:

UNA TEMPORADA EN EL INFIERNO (FRAGMENTO)

Antaño, si mal no recuerdo, mi vida era un festín donde se abrían todos los corazones, donde todos los vinos corrían.

Una noche, senté a la Belleza en mis rodillas. —Y la encontré amarga.—Y la injurié.

Me armé contra la justicia.

Huí. ¡Oh hechiceras, oh miseria, oh cólera, a vosotras os he confiado mi tesoro.

Logré desvanecer de mi espíritu toda esperanza humana. Sobre toda alegría para estrangularla di el salto sordo de la bestia feroz.

Llamé a los verdugos para morder, mientras agonizaba, la culata de sus fusiles. Llamé a las plagas, para ahogarme con la arena, la sangre. La desdicha fue mi dios. Me revolqué en el fango. Me sequé con el aire del crimen. Y le di buenos chascos a la locura.

Y la primavera me trajo la horrenda risa del idiota.

Ahora bien, hallándome hace muy poco a punto de lanzar el último ¡cuac! soñé recuperar la llave del antiguo festín, en donde tal vez recobraría el apetito.

Esta llave es la caridad.—¡Tal inspiración prueba que he soñado!

"Seguirás hiena, etc...", exclama el demonio que me coronó con tan amables adormideras. "Gana la muerte con todos tus apetitos, y tu egoísmo y todos los pecados capitales."

¡Ah! Estoy harto de eso: —Pero, querido Satán, ¡os conjuro, ¡una mirada menos iracunda! y a la espera de algunas pequeñas vilezas rezagadas, para ti que aprecias en el escritor la ausencia de facultades descriptivas o instructivas, desprendo estas pequeñas aborrecibles hojas de mi carnet de condenado.

Autor del poema: Arthur Rimbaud

89.29%

votos positivos

Votos totales: 84

Comparte:

EL INFIERNO

El infierno
está en este mundo
es un enemigo mudo
que se llama pensamiento

Autor del poema: Jorge Javier Roque

88.89%

votos positivos

Votos totales: 27

Comparte:

CIELO ES SÓLO...

Cielo es sólo visión del Deseo cumplido
y el Infierno la sombra de un alma de ansia presa,
lanzada a esta tiniebla donde, apenas surgido,
el hombre ha de quedar en polvo convertido.

Autor del poema: Omar Khayyam

84.54%

votos positivos

Votos totales: 97

Comparte:

DESORDEN EN EL CIELO

Un cura sin saber cómo,
Llegó a las puertas del cielo,
Tocó la aldaba de bronce,
A abrirle vino San Pedro:
“Si no me dejas entrar
Te corto los crisantemos”.
Con voz respondióle el santo
Que se parecía al trueno:
“Retírate de mi vista
Caballo de mal agüero.
Cristo Jesús no se compra
Con mandas ni con dinero
Y no se llega a sus pies
Con dichos de marinero.
Aquí no se necesita
Del brillo de tu esqueleto
Para amenizar el baile
De Dios y de sus adeptos.
Viviste entre los humanos
Del miedo de los enfermos
Vendiendo medallas falsas
Y cruces de cementerio.
Mientras los demás mordían
Un mísero pan de afrecho
Tú te llenabas la panza
De carne y de huevos frescos.
La araña de la lujuria
Se multiplicó en tu cuerpo
Paraguas chorreando sangre
¡Murciélago del infierno!”

Después resonó un portazo,
Un rayo iluminó el cielo,
temblaron los corredores
Y el ánima sin respeto
Del fraile rodó de espaldas
Al hoyo de los infiernos.

Autor del poema: Nicanor Parra

81.58%

votos positivos

Votos totales: 76

Comparte:

DIVINA COMEDIA - INFIERNO (CANTO 1)

A mitad del camino de la vida,
en una selva oscura me encontraba
porque mi ruta había extraviado.

¡Cuán dura cosa es decir cuál era
esta salvaje selva, áspera y fuerte
que me vuelve el temor al pensamiento!

Es tan amarga casi cual la muerte;
mas por tratar del bien que allí encontré,
de otras cosas diré que me ocurrieron.

Yo no sé repetir cómo entré en ella
pues tan dormido me hallaba en el punto
que abandoné la senda verdadera.

Mas cuando hube llegado al pie de un monte,
allí donde aquel valle terminaba
que el corazón habíame aterrado,

hacia lo alto miré, y vi que su cima
ya vestían los rayos del planeta
que lleva recto por cualquier camino.

Entonces se calmó aquel miedo un poco,
que en el lago del alma había entrado
la noche que pasé con tanta angustia.

Y como quien con aliento anhelante,
ya salido del piélago a la orilla,
se vuelve y mira al agua peligrosa,

tal mi ánimo, huyendo todavía,
se volvió por mirar de nuevo el sitio
que a los que viven traspasar no deja.

Repuesto un poco el cuerpo fatigado,
seguí el camino por la yerma loma,
siempre afirmando el pie de más abajo.

Y vi, casi al principio de la cuesta,
una onza ligera y muy veloz,
que de una piel con pintas se cubría;

y de delante no se me apartaba,
mas de tal modo me cortaba el paso,
que muchas veces quise dar la vuelta.

Entonces comenzaba un nuevo día,
y el sol se alzaba al par que las estrellas
que junto a él el gran amor divino

sus bellezas movió por vez primera;
así es que no auguraba nada malo
de aquella fiera de la piel manchada

la hora del día y la dulce estación;
mas no tal que terror no produjese
la imagen de un león que luego vi.

Me pareció que contra mí venía,
con la cabeza erguida y hambre fiera,
y hasta temerle parecia el aire.

Y una loba que todo el apetito
parecía cargar en su flaqueza,
que ha hecho vivir a muchos en desgracia.

Tantos pesares ésta me produjo,
con el pavor que verla me causaba
que perdí la esperanza de la cumbre.

Y como aquel que alegre se hace rico
y llega luego un tiempo en que se arruina,
y en todo pensamiento sufre y llora:

tal la bestia me hacía sin dar tregua,
pues, viniendo hacia mí muy lentamente,
me empujaba hacia allí donde el sol calla.
Mientras que yo bajaba por la cuesta,
se me mostró delante de los ojos
alguien que, en su silencio, creí mudo.

Cuando vi a aquel en ese gran desierto
«Apiádate de mi -yo le grité-,
seas quien seas, sombra a hombre vivo.»

Me dijo: «Hombre no soy, mas hombre fui,
y a mis padres dio cuna Lombardía
pues Mantua fue la patria de los dos.

Nací sub julio César, aunque tarde,
y viví en Roma bajo el buen Augusto:
tiempos de falsos dioses mentirosos.

Poeta fui, y canté de aquel justo
hijo de Anquises que vino de Troya,
cuando Ilión la soberbia fue abrasada.

¿Por qué retornas a tan grande pena,
y no subes al monte deleitoso
que es principio y razón de toda dicha?»

« ¿Eres Virgilio, pues, y aquella fuente
de quien mana tal río de elocuencia?
-respondí yo con frente avergonzada-.

Oh luz y honor de todos los poetas,
válgame el gran amor y el gran trabajo
que me han hecho estudiar tu gran volumen.

Eres tú mi modelo y mi maestro;
el único eres tú de quien tomé
el bello estilo que me ha dado honra.

Mira la bestia por la cual me he vuelto:
sabio famoso, de ella ponme a salvo,
pues hace que me tiemblen pulso y venas.»

«Es menester que sigas otra ruta
-me repuso después que vio mi llanto-,
si quieres irte del lugar salvaje;

pues esta bestia, que gritar te hace,
no deja a nadie andar por su camino,
mas tanto se lo impide que los mata;

y es su instinto tan cruel y tan malvado,
que nunca sacia su ansia codiciosa
y después de comer más hambre aún tiene.

Con muchos animales se amanceba,
y serán muchos más hasta que venga
el Lebrel que la hará morir con duelo.

Éste no comerá tierra ni peltre,
sino virtud, amor, sabiduría,
y su cuna estará entre Fieltro y Fieltro.

Ha de salvar a aquella humilde Italia
por quien murió Camila, la doncella,
Turno, Euríalo y Niso con heridas.

Éste la arrojará de pueblo en pueblo,
hasta que dé con ella en el abismo,
del que la hizo salir el Envidioso.

Por lo que, por tu bien, pienso y decido
que vengas tras de mí, y seré tu guía,
y he de llevarte por lugar eterno,

donde oirás el aullar desesperado,
verás, dolientes, las antiguas sombras,
gritando todas la segunda muerte;

y podrás ver a aquellas que contenta
el fuego, pues confían en llegar
a bienaventuras cualquier día;

y si ascender deseas junto a éstas,
más digna que la mía allí hay un alma:
te dejaré con ella cuando marche;

que aquel Emperador que arriba reina,
puesto que yo a sus leyes fui rebelde,
no quiere que por mí a su reino subas.

En toda parte impera y allí rige;
allí está su ciudad y su alto trono.
iCuán feliz es quien él allí destina!»

Yo contesté: «Poeta, te requiero
por aquel Dios que tú no conociste,
para huir de éste o de otro mal más grande,

que me lleves allí donde me has dicho,
y pueda ver la puerta de San Pedro
y aquellos infelices de que me hablas.»
Entonces se echó a andar, y yo tras él.

Autor del poema: Dante Alighieri

79.35%

votos positivos

Votos totales: 92

Comparte:

¡AMAGOS DEL INFIERNO...!

¡Amagos del infierno! ¡Promesas del Paraíso!
sólo es cierta una cosa -que nuestra vida vuela!
Sólo es cierta una cosa, -lo demás falso viso-:
«La flor que un día abriera, por siempre se deshizo»

Autor del poema: Omar Khayyam

75.00%

votos positivos

Votos totales: 40

Comparte:

QUÉ IMAGEN DE LA MUERTE RIGUROSA...

¿Qué imagen de la muerte rigurosa,
qué sombra del infierno me maltrata?
¿Qué tirano cruel me sigue y mata
con vengativa mano licenciosa?

¿Qué fantasma, en la noche temerosa,
el corazón del sueño me desata?
¿Quién te venga de mí, divina ingrata,
más por mi mal que por tu bien hermosa?

¿Quién, cuando, con dudoso pie y incierto,
piso la soledad de aquesta arena,
me puebla de cuidados el desierto?

¿Quién el antiguo son de mi cadena
a mis orejas vuelve, si es tan cierto,
que aun no te acuerdas tú de darme pena?

Autor del poema: Francisco de Quevedo

73.09%

votos positivos

Votos totales: 301

Comparte:

AUSCHWITZ

“A todos los judíos del mundo,
mis amigos, mis hermanos”

Estos poetas infernales,
Dante, Blake, Rimbaud
que hablen más bajo…
que toquen más bajo…
¡Que se callen!
Hoy
cualquier habitante de la tierra
sabe mucho más del infierno
que esos tres poetas juntos.
Ya sé que Dante toca muy bien el violín…
¡Oh, el gran virtuoso!
Pero que no pretenda ahora
con sus tercetos maravillosos
y sus endecasílabos perfectos
asustar a ese niño judío
que está ahí, desgajado de sus padres…
Y solo.
¡Solo!
aguardando su turno
en los hornos crematorios de Auschwitz.
Dante… tú bajaste a los infiernos
con Virgilio de la mano
(Virgilio, «gran cicerone»)
y aquello vuestro de la Divina Comedia
fue una aventura divertida
de música y turismo.
Esto es otra cosa… otra cosa…
¿Cómo te explicaré?
¡Si no tienes imaginación!
Tú… no tienes imaginación,
Acuérdate que en tu «Infierno»
no hay un niño siquiera…
Y ese que ves ahí…
está solo
¡Solo! Sin cicerone…
esperando que se abran las puertas de un infierno que tú, ¡pobre florentino!,
no pudiste siquiera imaginar.
Esto es otra cosa… ¿cómo te diré?
¡Mira! Éste es un lugar donde no se puede tocar el violín.
Aquí se rompen las cuerdas de todos
los violines del mundo.
¿Me habéis entendido poetas infernales?
Virgilio, Dante, Blake, Rimbaud…
¡Hablad más bajo!
¡Tocad más bajo! ¡Chist!
¡¡Callaos!!
Yo también soy un gran violinista…
y he tocado en el infierno muchas veces…
Pero ahora, aquí…
rompo mi violín… y me callo.

Autor del poema: León Felipe

69.77%

votos positivos

Votos totales: 43

Comparte:

AMARTE

Amarte no fue un ramo de rosas en la tarde.
¿Dejarte cualquier día para siempre y no verte...?
Todavía me queda otro infierno más grande.
Esperar a que vuelvas más allá de la muerte.

Autor del poema: Vicente Núñez

69.53%

votos positivos

Votos totales: 837

Comparte:

Desde el 1 hasta el 10 de un total de 12 Poemas de infierno

Añade tus comentarios