80 Poemas latinoamericanos 

CLAROSCURO

Cuando sonriente, la aurora
Sus áureos cabellos suelta
Y en el pálido horizonte
Su faz sonrosada muestra,
Y las albas avecillas
De sus manos marfileñas,
Van rasgando de la noche
El amplio manto de niebla,
Un níveo, frágil insecto
De sus ensueños despierta,
Y agitando dulcemente
Sus alas leves, etéreas,
Sediento en busca de flores
Su vuelo ondulante eleva.
Flores que recién se abran
Y en sus copas soñolientas,
Le brinden savia, perfumes
¡Y una llovizna de perlas!

Tenue, vaporoso insecto
Cuyas alas nacareñas,
Del lirio tienen la albura
Y la suave transparencia,
Tal vez de su vara al toque
El hada Delicadeza,
Formólo de una sonrisa
Un silfo, un sueño, una perla.
¡Y la luz diole por sangre
Una gota de su esencia!

Existe un lúgubre insecto
De alas pesadas y negras,
Que espera ansioso el momento
De silencio y de tinieblas
En que en brazos de la noche
Duerme enlutada la tierra,
Y entonces alza su vuelo
De lentitudes funéreas,
¡Vuelo pesante, fatídico,
De vibraciones siniestras!

¡Tétrico, ominoso insecto!
¡Animalaña funesta!
Al vivo fulgor del día
Permanece inmóvil, yerta,
La helada sombra nocturna
Da vida a sus alas muertas.
Es que tal vez de la noche
Le brinda la copa inmensa,
De la esencia del misterio
El vivificante néctar,
Esencia que por lo oscura
Parece su propia esencia!

¡Raro, sublime contraste!
¡Atrayente diferencia!
Aquél, una estrella alada,
Éste, un jirón de tiniebla;
Aquél, graciosa alegría,
Éste, fúnebre tristeza;
Aquél tiene la celeste,
La luminosa belleza,
Del astro claro, radiante,
De una sonrisa arcangélica,
Éste tiene la sombría
Severa magnificencia,
La atracción trágica, extraña,
Irresistible, funesta,
Del abismo devorante!
De la sima negra, tétrica!

Autor del poema: Delmira Agustini

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LA PALABRA QUE NO TE DIJE

Pensar que tantas veces
estuve cerca, cerca de tu lado.

Las palabras rodaban sobre el tema
sin entrar,
como el agua en las piedras.

¡Quizá hasta deseabas
que yo te dijera la expresión abierta!

Los minutos propicios
se malograron en mi lengua,
culpa de las palabras
que no fueron precisas.

La frase preparada tanto tiempo
no pudo conservar el equilibrio
y se dejó caer en el abismo
––volatinera del silencio.

Pensar que tú esperabas la palabra
como la madre al hijo
del fondo de su vientre…

Pensar que tú esperabas la palabra
y que yo nunca, ¡nunca!, te la dije.

Autor del poema: Manolo Cuadra

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HE APRENDIDO

He aprendido que no puedo hacer que alguien me ame, pero puedo convertirme en alguien a quien se puede amar. El resto depende de los otros.
He aprendido que por mucho que me preocupe por los demás, muchos de ellos no se preocuparán por mí.
He aprendido que se pueden requerir años para construir la confianza y únicamente segundos para destruirla.
He aprendido que lo que verdaderamente cuenta en la vida, no son las cosas que tengo alrededor, sino las personas que tengo alrededor.
He aprendido que puedo encantar a la gente por unos 15 minutos. Después de eso, necesito poder hacer más.
He aprendido que no puedo compararme con lo mejor que hacen los demás, sino con lo mejor que puedo hacer yo.
He aprendido que lo más importante no es lo que me sucede, sino lo que hago al respecto.
He aprendido que hay cosas que puedo hacer en un instante, y que pueden ocasionar dolor durante toda una vida.
He aprendido que es importante practicar para convertirme en la persona que yo quiero ser.
He aprendido que es mucho más fácil reaccionar que pensar, y más satisfactorio pensar que reaccionar.
He aprendido que siempre debo despedirme de las personas que amo con palabras amorosas; podría ser la última vez que las vea.
He aprendido que puedo llegar mucho más lejos de lo que creí posible.
He aprendido que soy responsable de lo que hago, cualquiera que sea el sentimiento que tenga.
He aprendido que si no controlo mis actitudes, ellas me controlan a mí.
He aprendido que por apasionada que sea una relación en un principio, la pasión se desvanece y algo más debe tomar su lugar.
He aprendido que los héroes son las personas que hacen aquello de lo que estén convencidos, a pesar de las consecuencias.
He aprendido que aprender a perdonar requiere de mucha práctica.
He aprendido que el dinero es un pésimo indicador del valor de algo o de alguien.
He aprendido que con los amigos podemos hacer cualquier cosa, o no hacer nada, y tener el mejor de los momentos.
He aprendido que a veces las personas que creo que me van a patear cuando estoy caído, son aquellas que me ayudan a levantar, y aquellas que creo que me van a levantar, son las que me patean.
He aprendido que en muchos momentos tengo el derecho de estar enojado, mas no el derecho de ser cruel.
He aprendido que el verdadero amor y la verdadera amistad, continúan creciendo a pesar de las distancias.
He aprendido que simplemente porque alguien no me ama de la misma manera en que yo quisiera, no significa que no me ame a su manera.
He aprendido que la madurez tiene más que ver con las experiencias que he tenido y aquello que he aprendido de ellas, que con el número de años cumplidos.
He aprendido que nunca debo decirle a un niño que sus sueños son tontos; pocas cosas son tan humillantes y qué tragedia seria si lo creyera.
He aprendido que por bueno que sea el buen amigo, tarde o temprano me voy a sentir lastimado por él y debo saber perdonarlo por ello.
He aprendido que no siempre es suficiente ser perdonado por los otros; a veces tengo que perdonarme a mí mismo.
He aprendido que por más fuerte que sea mi duelo, el mundo no se detiene por mi dolor.
He aprendido que mientras mis antecedentes y circunstancias puedan haber influenciado en lo que soy, yo soy responsable de lo que llego a ser.
He aprendido que porque dos personas discuten, no significa que no se aman; y simplemente porque dos personas no discutan no significa que se aman.
He aprendido que no tengo que cambiar de amigos, si comprendo que los amigos cambian.
He aprendido que dos personas pueden mirar la misma cosa y ver algo totalmente diferente.
He aprendido que hay muchas maneras de enamorarse y permanecer enamorado.
He aprendido que sin importar las circunstancias, cuando soy honesto conmigo, llego más lejos en la vida.
He aprendido que muchas cosas pueden ser generadas por la mente; el truco es el autodominio.
He aprendido que aún cuando pienso que no puedo dar más, cuando un amigo pide ayuda, logro encontrar la fuerza para ayudarlo.
He aprendido que tanto escribir como hablar, alivia los dolores emocionales.
He aprendido que el paradigma en el que vivo, no es la única opción que tengo.
He aprendido que los títulos sobre la pared, no nos convierten en seres humanos decentes.
He aprendido que las personas se mueren demasiado pronto.
He aprendido que aunque la palabra amor pueda tener diferentes significados, pierde su valor cuando se usa con ligereza.
He aprendido que es muy difícil determinar dónde fijar el límite entre no herir los sentimientos de los demás y defender lo que creo.
He aprendido que yo siempre puedo orar por otro cuando no tengo las fuerzas para ayudarlo de alguna otra manera.
He aprendido que deberíamos estar contentos de que Dios no nos dio todo lo que pedimos.
He aprendido que bajo la coraza más dura, hay alguien que quiere ser apreciado y amado.
He aprendido que El Señor no lo hizo todo en un día. ¿Qué me hace pensar que yo puedo?
He aprendido que el amor y no el tiempo, cierran todas las heridas.
He aprendido que debemos mantener nuestras palabras tiernas, porque mañana tal vez debamos tragárnoslas.
He aprendido que… debo seguir aprendiendo.

Autor del poema: Dulce María Loynaz

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¡AVE ENVIDIA!

¡Áspid punzante de la envidia, Ave!
Tú fustigas la calma que congela,
El rayo brota en la violencia, el ave
En paz se esponja y acosada vuela.

Si hay en Luzbel emanación divina
En ti hay vislumbre de infernal nobleza,
Rampante, alada, la ambición fascina—
Y si tu instinto al lodazal se inclina
¡Reptil tú eres y tu ley es ésa!

Mírame mucho que mi mente inflamas
Con la luz fiera de tus ojos crueles…
¡Ah si vieras cuál lucen tus escamas
En el tronco vivaz de mis laureles!

Gozaste el día que abismé mis galas,
Cóndor herido renegando el vuelo;
¡Hoy concluye tu triunfo, hay en las alas
Fatalidad que las impulsa al cielo!

Si de mis cantos al gran haz sonoro
Tu cinta anudas de azabache fiero,
Sabio te sé: de mi auroral tesoro
¡Lo que dejes caer yo no lo quiero!

Esa cinta sombría es la Victoria…
Cuando describes tu ondulado rostro
Por todos los sendero de la gloria
Muerdes sombras de ala, luces de astro.

Forja en la noche de tu vida impía
Cruces soñadas de mi blanca musa,
¡Si ha de vivir hasta cegar un día
Tus siniestras pupilas de Medusa!

No huyas, no, te quiero, así, a mi lado
Hasta la muerte, y más allá: ¿te asombra?
Seguido la experiencia me ha enseñado
Que la sombra da luz y la luz sombra…

Y estrecha y muerde en el furor ingente;
Flor de una aciaga Flora es esclarecida,
¡Quiero mostrarme al porvenir de frente,
Con el blasón supremo de tu diente
En los pétalos todos de mi vida!

Autor del poema: Delmira Agustini

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QUIEN MUCHO AGRADA, DESAGRADA

Nunca he oído este proverbio, creo que acabo de inventarlo. Pero vas a ver cómo este proverbio, inventado o
no, se aplica a las personas que conoces: las que quieren
agradar a cualquier precio. Entonces se vuelven «encantadoras». Intentan adivinar los mínimos deseos de los otros.
Intentan elogiar de cualquier forma. Empiezan también
a mostrar que se sacrifican a cada momento. Este tipo encantador pesa en el alma de los demás. En una palabra:
desagrada.
Si se consigue ser uno mismo y estar a gusto, se permite
a los otros ser ellos mismos y estar a gusto.

Autor del poema: Clarice Lispector

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CUENTAS DE MÁRMOL

Yo, la estatua de mármol con cabeza de fuego,
apagando mis sienes en frío y blanco ruego...
Engarzad en un gesto de palmera o de astro
vuestro cuerpo, esa hipnótica alhaja de alabastro,
tallada a besos puros y bruñida en la edad;
sereno, tal habiendo la luna por coraza;
blanco, más que si fuerais la espuma de la Raza,
y desde el tabernáculo de vuestra castidad,
elevad a mí los lises hondos de vuestra alma;
mi sombra besará vuestro manto de calma,
que creciendo, creciendo, me envolverá con vos.
Luego será mi carne en la vuestra perdida...
luego será mi alma en la vuestra diluida...
luego será la gloria... y seremos un dios!

—Amor de blanco y frío,
amor de estatuas, lirios, astros, dioses...
¡Tú me los des, Dios mío!

Autor del poema: Delmira Agustini

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CUANDO EN LA TARDE APAREZCO EN LOS ESPEJOS

Cuando en la tarde aparezco en los espejos
Cuando yo y la tarde queríamos unirnos
Tristemente nos despedimos
Tristemente nos hablamos en el espejo que disuelve las imágenes
Quién soy entonces
Quizás por un momento
De verdad soy yo que me encuentro

Quién soy yo sino nadie
Alguien que quisiera pasarse los días y los días
Como un solo domingo
Mirando los últimos reflejos del sol en los vidrios
Mirando a un anciano que da de comer a las palomas
Y a los evangélicos que predican el fin del mundo

Cuando en la tarde no soy nadie
Entonces las cosas me reconocen
Soy de nuevo pequeño
Soy quien debiera ser
Y la niebla borra la cara de los relojes en los campanarios.

Autor del poema: Jorge Teillier

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RECUERDOS DE IZA (Un pueblecito de los Andes)

Creeríase que la población,
después de recorrer el valle,
perdió la razón
y se trazó una sola calle.

Y así bajo la cordillera
se apostó febrilmente como la primavera.

En sus ventanas el alcohol
está mezclado con sol.

Sus mujeres y sus flores
hablan el dialecto de los colores.

Y el riachuelo que corre como un caballo,
arrastra las gallinas en febrero y en mayo.

Pasan por la acera
lo mismo el cura, que la vaca y que la luz postrera.

Aquí no suceden cosas
de mayor trascendencia que las rosas.

Como amenaza lluvia,
se ha vuelto morena la tarde que era rubia.

Parece que la brisa
estrena un perfume y un nuevo giro.

Un cantar me despliega una sonrisa
y me hunde un suspiro.

Autor del poema: Carlos Pellicer

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EL JUGLAR TRISTE

La campana toca a muerto
en las largas avenidas
y las largas avenidas
despiertan cosas de muertos.

De los manzanos del huerto
penden nucas de suicidas,
y hay sangre de las heridas
de un perro que huye del huerto.

En el pabellón desierto
están las violas dormidas;
¡las violas están dormidas
en el pabellón desierto!

Y las violas doloridas
en el pabellón desierto,
donde canta el desacierto
sus victorias más cumplidas,
abren mis viejas heridas,
como campanas de muerto,
las viejas violas dormidas
en el pabellón desierto.

Autor del poema: Horacio Quiroga

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CANCIÓN DE LA VIDA PROFUNDA

El hombre es una cosa vana, variable y ondeante...
(Montaigne)


Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,
como las leves briznas al viento y al azar.
Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonríe.
La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar.

Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,
como en abril el campo, que tiembla de pasión:
bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,
el alma está brotando florestas de ilusión.

Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,
como la entraña obscura de oscuro pedernal:
la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas,
en rútiles monedas tasando el Bien y el Mal.

Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos...
(¡niñez en el crepúsculo! ¡Lagunas de zafir!)
que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
y hasta las propias penas nos hacen sonreír.

Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,
que nos depara en vano su carne la mujer:
tras de ceñir un talle y acariciar un seno,
la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.

Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
como en las noches lúgubres el llanto del pinar.
El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
y acaso ni Dios mismo nos puede consolar.

Mas hay también ¡Oh Tierra! un día... un día... un día...
en que levamos anclas para jamás volver...
Un día en que discurren vientos ineluctables
¡un día en que ya nadie nos puede retener!

Autor del poema: Porfirio Barba Jacob

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