11 Poemas de fútbol 

DOMINGOS POR LA TARDE

A veces las infancias escapan de sí mismas
y corren por la lluvia como en fuera de juego
sin oír las sirenas de los árbitros.
Es verdad que son mares en un vaso de agua,
pero hay olas que tienen esa espuma
de las alineaciones,
paraísos que aguardan los despachos
del último minuto
o días que amanecen
con la tranquilidad de un tres a cero,
de un cinco a cero en punto de la tarde.

Por lo demás también hay labios
en el extremo izquierda del domingo,
lesiones en las dudas del mañana,
pasados que regresan
igual que una llamada de teléfono.

- ¿Y lo de ayer? Sonríe la memoria,
cuando parece amiga del equipo contrario.

Las verdades del área
son rectas de dudosa geometría,
como ardientes amores de ficción
en manos de un penalti.

Por eso saben mucho
de la felicidad y la belleza.

No conviene que demos a estas cosas
un valor excesivo.
Son noventa minutos en un vaso de agua.
Pero a mí me han quitado muchas veces la sed.

Autor del poema: Luis García Montero

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FÚTBOL

¿Al fútbol se juega en el estadio?
Al fútbol se juega en la playa,
al fútbol se juega en la calle,
al fútbol se juega en el alma.
Idéntico balón, forma sagrada
para los cracks o los patas de palo.
La misma exuberancia de chutar
en la delirante Copa del Mundo
que en el más árido pedregal.
Piruetas de súbitas estatuas,
fantásticos dibujos, bailados
por entrelazados pies y torsos.
Lúdicos instantes: flota
el jugador, grabado en el aire.
-Por fin, el cuerpo triunfante
contra la triste ley de la gravedad.

Autor del poema: Carlos Drummond de Andrade

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ESTADIO DE NOCHE

Lentamente ascendió el balón en el cielo.
Entonces se vio que estaba lleno el graderío.
En la portería estaba el poeta solitario,
pero el árbitro pitó fuera de juego.

Autor del poema: Günter Grass

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FÚTBOL

A Vicente y Lorenzo

juega con la tierra
como con una pelota

báilala
estréllala
reviéntala

no es sino eso la tierra

tú en el jardín
mi guardavalla mi espantapájaros
mi atila mi niño

la tierra entre tus pies
gira como nunca
prodigiosamente bella

Autor del poema: Blanca Varela

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HOY TU TIEMPO ES REAL (A DIEGO ARMANDO MARADONA)

Hoy tu tiempo es real, nadie lo inventa
Y aunque otros olviden tus festejos
Las noches sin amos quedaron lejos
Y lejos el pesar que desalienta.

Tu edad de otras edades se alimenta
No importa lo que digan los espejos
Tus ojos todavía no están viejos
Y miran, sin mirar, más de la cuenta.

Tu esperanza ya sabe su tamaño
Y por eso no habrá quien la destruya
Ya no te sentirás solo ni extraño.

Vida tuya tendrás y muerte tuya
Ha pasado otro año, y otro año
Les has ganado a tus sombras, aleluya.

Autor del poema: Mario Benedetti

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ELEGÍA AL GUARDAMETA

Tu grillo, por tus labios promotores,
de plata compostura,
árbitro, domador de jugadores,
director de bravura,
¿no silbará la muerte por ventura?

En el alpiste verde de sosiego,
de tiza galonado,
para siempre quedó fuera del juego
sampedro, el apostado
en su puerta de cáñamo añudado.

Goles para enredar en sí, derrotas,
¿no la mundial moscarda?
que zumba por la punta de las botas,
ante su red aguarda
la portería aún, araña parda.

Entre las trabas que tendió la meta
de una esquina a otra esquina
por su sexo el balón, a su bragueta
asomado, se arruina,
su redondez airosamente orina.

Delación de las faltas, mensajeras
de colores, plurales,
amparador del aire en vivos cueros,
en tu campo, imparciales
agitaron de córner las señales.

Ante tu puerta se formó un tumulto
de breves pantalones
donde bailan los príapos su bulto
sin otros eslabones
que los de sus esclavas relaciones.

Combinada la brisa en su envoltura
bien, y mejor chutada,
la esfera terrenal de su figura
¡cómo! fue interceptada
por lo pez y fugaz de tu estirada.

Te sorprendió el fotógrafo el momento
más bello de tu historia
deportiva, tumbándote en el viento
para evitar victoria,
y un ventalle de palmas te aireó gloria.

Y te quedaste en la fotografía,
a un metro del alpiste,
con tu vida mejor en vilo, en vía
ya de tu muerte triste,
sin coger el balón que ya cogiste.

Fue un plongeón mortal. Con ¡cuánto! tino
y efecto, tu cabeza
dio al poste. Como un sexo femenino,
abrió la ligereza
del golpe una granada de tristeza.

Aplaudieron tu fin por tu jugada.
Tu gorra, sin visera,
de tu manida testa fue lanzada,
como oreja tercera,
al área que a tus pasos fue frontera.

Te arrancaron, cogido por la punta,
el cabello del guante,
si inofensiva garra, ya difunta,
zarpa que a lo elegante
corroboraba tu actitud rampante.

¡Ay fiera!, en tu jaulón medio de lino,
se eliminó tu vida.
Nunca más, eficaz como un camino,
harás una salida
interrumpiendo el baile apolonida.

Inflamado en amor por los balones,
sin mano que lo imante,
no implicarás su viento a tus riñones,
como un seno ambulante
escapado a los senos de tu amante.

Ya no pones obstáculos de mano
al ímpetu, a la bota
en los que el gol avanza. Pide en vano,
tu equipo en la derrota,
tus bien brincados saques de pelota.

A los penaltys que tan bien parabas
acechando tu acierto,
nadie más que la red le pone trabas,
porque nadie ha cubierto
el sitio, vivo, que has dejado, muerto.

El marcador, al número al contrario,
le acumula en la frente
su sangre negra. Y ve el extraordinario,
el sampedro suplente,
vacío que dejó tu estilo ausente.

Autor del poema: Miguel Hernández

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CÓRNER

Los jugadores se reunieron a dar la bienvenida.
Como de un lejano horizonte
Se levanta la pelota del córner,
Abriendo su vuelo de serpentina...
Se encoge la guardia de los jugadores
Y ajusta el paredón del gol.
Entonces,
Entre las frentes endurecidas,
Una frente,
Aristada de voluntad
En un salto más alto que ninguno,
Quiebra como un florete
El acero flexible de la parábola del córner...

Autor del poema: Bernardo Canal Feijóo

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FÚTBOL SIN PARAR

Qué desmadre, Mundo; todo lo futbolero, pelotas
y patas, se jerarquiza hasta la cresta
del Aconcagua: ¿metáfora
de patear por patear, o exhibición
del cuero del Testículo
en el césped hinchado así: Mayúsculo: que eyacula y
hace eyacular
estadios enteros y salpica
retórica y grasa por
satélite en
los idiomas todos; el maya,
el etrusco incluso?

Pensar
que hubo toreros, gladiadores
en la apuesta, y ritmo.
Píndaro
hubiera llorado.

Autor del poema: Gonzalo Rojas

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ODA A PLATKO

Ni el mar, que frente a ti saltaba sin poder defenderte.
Ni la lluvia. Ni el viento, que era el que más rugía.
Ni el mar, ni el viento, Platko,
rubio Platko de sangre,
guardameta en el polvo,
pararrayos.
No nadie, nadie, nadie.
Camisetas azules y blancas, sobre el aire.
camisetas reales,contrarias, contra ti,
volando y arrastrándote.
Platko, Platko lejano,
rubio Platko tronchado,
tigre ardiente en la yerba de otro país.
¡ Tú, llave, Platko, tu llave rota,
llave áurea caída ante el pórtico áureo !
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Volvió su espalda al cielo.
Camisetas azules y granas flamearon,
apagadas sin viento.
El mar, vueltos los ojos,
se tumbó y nada dijo.
Sangrando en los ojales,
sangrando por ti, Platko,
por ti, sangre de Hungría,
sin tu sangre, tu impulso, tu parada, tu salto
temieron las insignias.
No nadie, Platko, nadie,
nadie se olvida.
Fue la vuelta del mar.
Fueron diez rápidas banderas
incendiadas sin freno.
Fue la vuelta del viento.
La vuelta al corazón de la esperanza.
Fue tu vuelta.
Azul heróico y grana,
mando el aire en las venas.
Alas, alas celestes y blancas,
rotas alas, combatidas, sin plumas,
escalaron la yerba.
Y el aire tuvo piernas,
tronco, brazos, cabeza.
¡ Y todo por ti, Platko,
rubio Platko de Hungría !
Y en tu honor, por tu vuelta,
porque volviste el pulso perdido a la pelea,
en el arco contrario al viento abrió una brecha.
nadie, nadie se olvida.
El cielo, el mar, la lluvia lo recuerdan.
Las insignias.
Las doradas insignias, flores de los ojales,
cerradas, por ti abiertas.
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Ni el final: tu salida,
oso rubio de sangre,
desmayada bandera en hombros por el campo.
¡ Oh, Platko, Platko, Platko
tú, tan lejos de Hungría !
¿ Qué mar hubiera sido capaz de no llorarte ?
Nadie, nadie se olvida,
no, nadie, nadie, nadie.

Autor del poema: Rafael Alberti

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CONTRAODA DEL POETA DE LA REAL SOCIEDAD

Y recuerdo también nuestra triple derrota
en aquellos partidos frente al Barcelona
que si nos ganó, no fue gracias a Platko
sino por diez penaltis claros que nos robaron.
Camisolas azules y blancas volaban
al aire, felices, como pájaros libres,
asaltaban la meta defendida con furia
y nada pudo entonces toda la inteligencia
y el despliegue de los donostiarras
que luchaban entonces contra la rabia ciega
y el barro, y las patadas, y un árbitro comprado.
Todos lo recordamos y quizás más que tú,
mi querido Alberti, lo recuerdo yo,
porque yo estaba allí, porque vi lo que vi,
lo que tú has olvidado, pero nosotros siempre
recordamos: ganamos. En buena ley, ganamos
y hay algo que no cambian los falsos resultados.

Autor del poema: Gabriel Celaya

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