24 Poemas del Modernismo 

LUNA DE ALDEA

Dulces juegos infantiles
en la plaza de la aldea,
bajo la luz de la luna,
sobre la alfombra de tierra.

Ellos y ellas, en un coro
alegres saltan y juegan;
ellos les buscan las manos
y ellas se dejan cogerlas.

Sopla cadenciosa y suave
la brisa de primavera
trayendo el agreste aroma
de las cercanas praderas.

¡Dulces juegos infantiles,
voces claras y sedeñas!
Una risa fresca y pura
se junta a otra pura y fresca.

Y en un rincón apartado
quizás una amante pareja
se inicia en el sufrimiento
con la caricia primera.

En la mitad de la plaza
hay una fuente de piedra
donde se baña la luna
como para ahogar su pena.

Vibra en la copa del aire
el son frágil de las cuerdas
de una guitarra cascada
y una voz que canturrea:

“La Virgen de los Dolores
vio mis lágrimas primeras;
yo le regalaba flores
para que tú me quisieras.”

¡Dulces juegos infantiles,
voces claras y sedeñas,
y almas sencillas que lloran
por una esperanza muerta!

Suenan once campanadas
en el reloj de la iglesia,
la voz doliente se apaga,
los juegos alegres cesan.

Por la blancura apacible
de las angostas callejas,
ellos y ellas, de las manos,
a los hogares regresan.

Y en el silencio dormido
sobre la plaza desierta,
sólo la fuente y la luna
siguen rimando sus penas

Autor del poema: Ernesto Noboa y Caamaño

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ESCAMOTEO

Con tu desaparición
es tal mi estupefacción,
mi pasmo, que a veces creo
que ha sido un escamoteo,
una burla, una ilusión;

que tal vez sueño despierto,
que muy pronto te veré,
y que me dirás: "¡No es cierto,
vida mía, no me he muerto;
ya no llores..., bésame!"

Autor del poema: Amado Nervo

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LA APARICIÓN

Nube fragante y cálida tamiza
el fulgor del palacio de granito,
ónix, pórfido y nácar. Infinito
deleite invade a Herodes. La rojiza

espada fulgurante inmoviliza
hierático el verdugo, y hondo grito
arroja Salomé frente al maldito
espectro que sus miembros paraliza.

Despójase del traje de brocado
y, quedando vestida en un momento,
de oro y perlas, zafiros y rubíes,

huye del Precursor decapitado
que esparce en el marmóreo pavimento
lluvia de sangre en gotas carmesíes.

Autor del poema: Julián del Casal

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CAUPOLICÁN

Es algo formidable que vio la vieja raza:

robusto tronco de árbol al hombro de un campeón

salvaje y aguerrido, cuya fornida maza

blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón.



Por casco sus cabellos, su pecho por coraza,

pudiera tal guerrero, de Arauco en la región,

lancero de los bosques, Nemrod que todo caza,

desjarretar un toro, o estrangular un león.



Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día,

le vio la tarde pálida, le vio la noche fría,

y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán.



«¡El Toqui, el Toqui!» clama la conmovida casta.

Anduvo, anduvo, anduvo. La aurora dijo: «Basta»,

e irguióse la alta frente del gran Caupolicán.

Autor del poema: Rubén Darío

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MI SECRETO

¿Mi secreto? ¡Es tan triste! Estoy perdido
de amores por un ser desaparecido,
por un alma liberta,
que diez años fue mía, y que se ha ido...
¿Mi secreto? Te lo diré al oído:
¡Estoy enamorado de una muerta!

¿Comprendes -tú que buscas los visibles
transportes, las reales, las tangibles
caricias de la hembra, que se plasma
a todos tus deseos invencibles-
ese imposible de los imposibles
de adorar a un fantasma?

¡Pues tal mi vida es y tal ha sido
y será!
Si por mí sólo ha latido
su noble corazón, hoy mudo y yerto,
¿he de mostrarme desagradecido
y olvidarla, no más porque ha partido
y dejarla, no más porque se ha muerto?

Autor del poema: Amado Nervo

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Capacitación

Enviado por lenuaa  Seguir

Capacitación
De qué sirve que te quieran en un mundo tan vacío.
Donde los problemas cobran vida y las soluciones
se hacen pocas. Muchas luchas pendientes que en
cualquier lista no cabrían. Nos movemos en emociones
para dejar cosas pendientes y comenzar con otras.

Si tu conformidad se hizo costumbre no debes ser juzgado.
Hay que pensar en quiénes han escritos las lecciones
de las cuales sigo aprendiendo; cerrando puertas que
abrir ni siquiera he intentado.

Qué es lo que hace vibrar a tanto talento frutado, cuando
el asfalto se hace paisaje y los pasajes cuadrados. Gramática
y matemática se vende todo por separado. Si enseñarnos
fue la intención, capacitarnos fue el resultado.

Un escriba primerizo dando los primeros pasos (o versos)
en un campo semántico desconocido. Dónde estuvo la poesía
toda mi vida. En la atmósfera de mi pieza y de mi baño está lleno
de eso. Lo recomendaría, pero no se escucha, no se ve, ni tiene peso.

Qué sentido tiene mi arte cuando ha estado escondido tanto tiempo.
Sin siquiera vivirlo quise ordenarlo en mi baúl de recuerdos.
Dónde estuvo la poesía en todos estos años. En un cuaderno
que por suerte del mal orden no había extraviado.
Qué simple es la vida cuando el camino se disfruta. Una inversión eterna
para que la vejez en la cara nos escupa: así nos educan.
Para juzgar a quienes trazan líneas circulares en un mundo que es cuadrado.

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BLASÓN

(Para la condesa de Peralta)

El olímpico cisne de nieve
con el ágata rosa del pico
lustra el ala eucarística y breve
que abre al sol como un casto abanico.

De la forma de un brazo de lira
y del asa de un ánfora griega
es su cándido cuello, que inspira
como prora ideal que navega.

Es el cisne, de estirpe sagrada,
cuyo beso, por campos de seda,
ascendió hasta la cima rosada
de las dulces colinas de Leda.

Blanco rey de la fuente Castalia,
su victoria ilumina el Danubio;
Vinci fue su varón en Italia;
Lohengrín es su príncipe rubio.

Su blancura es hermana del lino,
del botón de los blancos rosales
y del albo toisón diamantino
de los tiernos corderos pascuales.

Rimador de ideal florilegio,
es de armiño su lírico manto,
y es el mágico pájaro regio
que al morir rima el alma en un canto.

El alado aristócrata muestra
lises albos en campo de azur,
y ha sentido en sus plumas la diestra
de la amable y gentil Pompadour.

Boga y boga en el lago sonoro
donde el sueño de los tristes espera,
donde aguarda una góndola de oro
a la novia de Luis de Baviera.

Dad, condesa, a los cisnes cariño;
dioses son de un país halagüeño,
y hechos son de perfume, de armiño,
de luz alba, de seda y de sueño.

Autor del poema: Rubén Darío

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ENCARGO

Id, canciones mías, al solitario y al insatisfecho,
id también al desquiciado, al esclavo de las convenciones,
llevadles mi desprecio hacia sus opresores.
Id como una ola gigante de agua fría,
llevad mi desprecio por los opresores.

Hablad contra la opresión inconsciente,
hablad contra la tiranía de los que no tienen imaginación,
hablad contra las ataduras,
id a la burguesa que se está muriendo de tedio,
id a las mujeres de los barrios residenciales,
id a las repugnantemente casadas,
id a aquellas cuyo fracaso está oculto,
id a las emparejadas sin fortuna,
id a la esposa comprada,
id a la mujer comprometida.

Id a los que tienen una lujuria exquisita,
id a aquellos cuyos deseos exquisitos son frustrados,
id como una plaga contra el aburrimiento del mundo;
id con vuestro filo contra esto,
reforzad los sutiles cordones,
traed confianza a las algas y tentáculos del alma.

Id de manera amistosa,
id con palabras sinceras.
Ansiad el hallazgo de males nuevos y de un nuevo bien,
oponeos a todas las formas de opresión.
Id a quienes la mediana edad ha engordado,
a los que han perdido el interés.

Id a los adolescentes a quienes les asfixia la familia...
¡Oh, qué asqueroso resulta
ver tres generaciones reunidas bajo un mismo techo!
Es como un árbol viejo con retoños
y con algunas ramas podridas y cayéndose.

Salid y desafiad la opinión,
Id contra este cautiverio vegetal de la sangre.
Id contra todas las clases de manos muertas.

Autor del poema: Ezra Pound

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ÓNIX

Torvo fraile del templo solitario

que al fulgor de nocturno lampadario

o a la pálida luz de las auroras

desgranas de tus culpas el rosario...

- ¡Yo quisiera llorar como tu lloras!



Porque la fe en mi pecho solitario

se extinguió como el turbio lampadario

entre la luz roja de las auroras,

y mi vida es un fúnebre rosario

más triste que las lágrimas que lloras.



Casto amador de pálida hermosura

o torpe amante de sensual impura

que vas - novio feliz o amante ciego -

llena el alma de amor o de amargura...

-¡Yo quisiera abrasarme con tu fuego!



Porque no me seduce la hermosura,

ni el casto amor, ni la pasión impura;

porque en mi corazón dormido y ciego,

ha caído un gran soplo de amargura,

que también pudo ser lluvia de fuego.



¡Oh Guerrero de lírica memoria

que, al asir el laurel de la victoria,

caíste herido con el pecho abierto

para vivir la vida de la Gloria!

- ¡Yo quisiera morir como tú has muerto!



Porque al templo sin luz de mi memoria,

sus escudos triunfales la victoria

no ha llegado a colgar, porque no ha abierto

el relámpago de oro de la Gloria

mi corazón obscurecido y muerto.



Fraile, amante, guerrero, yo quisiera

saber qué obscuro advenimiento espera

el amor infinito de mi alma,

si de mi vida en la tediosa calma

no hay un Dios, ni un amor, ni una bandera.

Autor del poema: José Juan Tablada

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YO SOY UN HOMBRE SINCERO

Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma,
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.

Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.

Yo sé los nombres extraños
De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores.

Yo he visto en la noche oscura
Llover sobre mi cabeza
Los rayos de lumbre pura
De la divina belleza.

Alas nacer vi en los hombros
De las mujeres hermosas:
Y salir de los escombros,
Volando las mariposas.

He visto vivir a un hombre
Con el puñal al costado,
Sin decir jamás el nombre
De aquella que lo ha matado.

Rápida, como un reflejo,
Dos veces vi el alma, dos:
Cuando murió el pobre viejo,
Cuando ella me dijo adiós.

Temblé una vez —en la reja,
A la entrada de la viña,—
Cuando la bárbara abeja
Picó en la frente a mi niña.

Gocé una vez, de tal suerte
Que gocé cual nunca:—cuando
La sentencia de mi muerte
Leyó el alcalde llorando.

Oigo un suspiro, a través
De las tierras y la mar,
Y no es un suspiro,—es
Que mi hijo va a despertar.

Si dicen que del joyero
Tome la joya mejor,
Tomo a un amigo sincero
Y pongo a un lado el amor.

Yo he visto al águila herida
Volar al azul sereno,
Y morir en su guarida
La víbora del veneno.

Yo sé bien que cuando el mundo
Cede, lívido, al descanso,
Sobre el silencio profundo
Murmura el arroyo manso.

Yo he puesto la mano osada,
De horror y júbilo yerta,
Sobre la estrella apagada
Que cayó frente a mi puerta.

Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla y muere.

Todo es hermoso y constante,
Todo es música y razón,
Y todo, como el diamante,
Antes que luz es carbón.

Yo sé que el necio se entierra
Con gran lujo y con gran llanto.
Y que no hay fruta en la tierra
Como la del camposanto.

Callo, y entiendo, y me quito
La pompa del rimador:
Cuelgo de un árbol marchito
Mi muceta de doctor.

Autor del poema: José Martí

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