12 Poemas del Realismo
LA OPINIÓN
¡Pobre Carolina mía,
nunca la podré olvidar!
Ved lo que el mundo decía
viendo el féretro pasar:
Un clérigo: ¡Empiece el canto!
El doctor: ¡Cesó de sufrir!
El padre: ¡Me ahoga el llanto!
La madre: ¡Quiero morir!
Un muchacho: ¡Qué adornada!
Un joven: ¡Era muy bella!
Una moza: ¡Desgraciada!
Una vieja: ¡Feliz ella!
¡Duerme en paz! -dicen los buenos-.
Un filósofo: ¡Uno menos!
Un poeta: ¡Un ángel más!
Perdida
Enviado por quieroirme Seguir
Habitación fría, persona en la esquina. Lagrimas cayendo de el rostro. La habitación se inunda poco a poco. La intento ayudar, pero se vuelve a ahogar.
Le doy la mano pero se resbala.
Intente todo pero ella no se deja, se tropieza.
Mejor la dejo ahogar para que no vuelva a llorar.
EL PRISIONERO
Sin llorarle a su adiós, sin una queja,
respondió al oír su nombre, ocupó su lugar
en la cuerda de presos;
y cuando le cerraron los grilletes,
saludó amablemente a los herreros
inclinados ante él.
Antes de que los pies en formación
levantasen su triste polvareda,
me bajé del caballo, caminé junto a él.
Hablamos, pero no de su dolor:
más bien, del rojo ayer, del grandioso mañana.
Su paso se ajustaba al ignorado
sonar de las cadenas; no humillado,
contento de apurar la copa de su suerte.
Saludando al destino, abrevió su relato,
y sus palabras fueron esclavos que extendían
alfombras recamadas con nombres fabulosos.
Pero sus ojos fríos, perspicaces, no daban
pie a la incredulidad.
Así que me dejé llevar por sus palabras,
prisionero de nuestro prisionero,
cautivo entre cautivos,
hasta que se dignó devolverme a la tierra.
Realidad de cemento
Si el amor fuese castigo
O el odio fuese vestigio
Seguiríamos adulando esculturas cegados por el litigio
Porque bebemos concreto
Asemejamos a rocas recibiendo balas de cristal
Embebidas en el ángulo de nuestra frente, donde se forma tu espiral
Una vez que las paredes ceden de tristeza
Y se sientan al lado nuestro a consolar
Ya no pueden soñar, se dejaron atrapar
Ruegan por volver a ser polvo
Por seguir viendo desnudos bailando y sintiéndose suertudos
Me resulta angustiante
Haber dejado huir al farsante, mientras lloraba temblaban los estantes
Lagrima escarlata recorría rostros de lata
Al mismo tiempo que un aire vago rescataba alguna charla ajena
Creo que la realidad está de fiesta
Pero temblorosa y al verte en festín liberará a la bestia
Detrás de su pelaje azul eléctrico sacará sus garras cobrando su garantía
Acá nadie te fía, lo que viste de mí mañana se tiñe de gris, mi conciencia no será mía
Entonces quiero oírte curtir
Mientras el mártir enreda tus pies
Pobres huesos que sostienen ese cuerpo abandonado de pelaje personalizado
Sauna atomizada
Corazón motorizado
¿Secaran mis pupilas para mañana?
¿O seguiré viendo títeres jugando en este bosque de caña?
Tenemos suerte, vivimos en el mañana
Contamos con algunas horas antes de ser estatuas
Quizás tendremos el privilegio de observar y no sentir la migraña
Cruzaremos nuestros dedos de plástico, rogaremos en la desdichada mañana
El fortunio de que la realidad pierda su guadaña.
A UNOS OJOS
Más dulces habéis de ser,
si me volvéis a mirar,
porque es malicia, a mi ver,
siendo fuente de placer,
causarme tanto pesar.
De seso me tiene ajeno
el que en suerte tan crüel
sea ese mirar sereno
sólo para mí veneno,
siendo para otros miel.
Si crüeles os mostráis,
porque no queréis que os quiera,
fieros por demás estáis,
pues si amándoos, me matáis,
si no os amara, muriera.
Si amando os puedo ofender,
venganza podéis tomar,
porque es fuerza os haga ver
que o no os dejo de querer,
o me acabáis de matar.
Si es la venganza medida
por mi amor, a tal rigor
el alma siento rendida,
porque es muy poco una vida
para vengar tanto amor.
Porque con él igualdad
guardar ningún otro puede;
es tanta su intensidad,
que pienso ¡ay de mí! que excede
vuestra misma crüeldad.
¡Son, por Dios, crudos azares
que me dén vuestros desdenes
ciento a ciento los pesares,
pudiendo darme a millares,
sin los pesares, los bienes!
Y me es doblado tormento
y el dolor más importuno,
el ver que mostráis contento
en ser crudos para uno,
siendo blandos para ciento.
Y es injusto por demás
que tengáis, ojos serenos,
a los que, de amor ajenos,
os aman menos, en mas,
y a mí que amo más, en menos.
Y es, a la par que mortal,
vuestro lánguido desdén
¡tan dulce... tan celestial!...
que siempre reviste el mal
con las lisonjas del bien.
¡Oh, si vuestra luz querida
para alivio de mi suerte
fuese mi bella homicida!
¡Quién no cambiara su vida
por tan dulcísima muerte!
Y sólo de angustias lleno,
me es más que todo crüel,
el que ese mirar sereno,
sea para mí veneno,
siendo para todos miel.
RECUERDOS
Tantas esperanzas muertas
y tantos recuerdos vivos!...
en el corazón humano
jamás se forma el vacío.
Nace una ilusión y muere;
pero su cadáver mismo
queda insepulto en el alma
y siempre en la mente fijo.
¡Ay! Por eso yo que os llevo
ha tantos años conmigo,
esperanzas engañosas
que me halagasteis de niño;
hoy que bajo el grave peso
de vuestro cadáver gimo,
¡infeliz de mí! quisiera
que nunca hubierais nacido.
II
¿Te acuerdas? Al pie de un árbol
en el jardín de tu casa,
el dulce y maduro fruto
ibas cogiendo en la falda.
Turbando nuestra alegría.
crujió de pronto la rama,
diste un grito, y desplomado
caí sin voz a tus plantas.
No vi más; pero entre sueños
me pareció que escuchaba
desconsolados gemidos,
tiernas y amantes palabras.
Y cuando volví a la vida,
en una sola mirada
se besaron nuestros ojos
se unieron nuestras almas.
III
¿Te acuerdas? Seis años hace
cuando por la vez primera
eterno amor nos juramos
y fidelidad eterna.
¡Cuán venturosas corrieron
las horas ¡ay! y cuán prestas!
un deseo, una esperanza
fue nuestra dulce existencia.
Turbose un día el encanto
de aquella pasión inmensa,
y el viento de la fortuna
llevome a lejanas tierras.
Colgándote de mi cuello,
en llanto amargo deshecha,
«vuelve, me dijiste, vuelve;
que mi corazón te llevas».
Volví... ¡Ya estabas casada!
y un ángel de rubias hebras
en tu regazo dormía
el sueño de la inocencia.
Posé, temblando, mis labios
en su faz blanca y risueña,
y al mirarte, vi que estabas
pálida como una muerta.
IV
Después, aturdido, ciego,
cuando me hirió el desengaño,
en tus queridas memorias
quise vengar mis agravios.
Busqué frenético el rizo
de tus cabellos castaños,
que en la postrer despedida
me diste, Inés, sollozando.
«Muera, dije, este recuerdo
de aquel corazón ingrato,
y arrastre el viento en cenizas
la inútil prenda que guardo».
Miréla suspenso y mudo,
hasta que ahogándome el llanto,
en vez de arrojarla al fuego
la llevé ¡loco! a mis labios.
¡Ay! quiera Dios que no veas
presa en amorosos lazos,
al hijo de tus entrañas
llorar, como estoy llorando.
V
¿Te acuerdas cuando en los días
de mi secreto infortunio
dudaba yo de mí mismo,
pobre, olvidado y obscuro;
enjugando compasiva
mi llanto abundante y mudo,
«no desmayes, me dijiste,
que el porvenir será tuyo».
Yo compartiré contigo
lauros, honores y triunfos,
y a la sombra de tu fama
nuestro amor llenará el mundo.
Hoy rompe a veces mi nombre
la indiferencia del vulgo,
y a veces también su aplauso
trémulo y turbado escucho.
Pero como estás muy lejos
y en vano te llamo y busco
paréceme que resuena
en el hueco de un sepulcro.
LAS MUJERES
De donde la he encontrado mi diversión he tomado;
granuja he sido y en mis tiempos he arrasado,
he tenido mi botín de dulces corazones,
y cuatro entre ellos de primera clase.
Una era una viuda casi casta,
otra, una mujer en Prome,
otra, la mujer de un jefe de cuadras
y es otra una muchacha en donde vivo.
Nada tengo ahora que ver con las mujeres,
pues, llevándolas contigo,
nada puedes decir hasta que las pruebas,
y es, por tanto, muy posible que te equivoques.
Veces hay en que creerás que no hubieses podido,
veces hay en que sabrás que hubieses podido;
pero aquello que aprenderás de la Amarilla y de la Morena
habrá de ayudarte mucho con la Blanca.
Yo era un jovencito en Hoogli,
tímido como una niña al comenzar;
Aggie de Castrer me tomó,
Aggie, lista como el pecado;
mayor que yo, pero la primera-
más parecía una madre-
me enseñó el camino del ascenso y de la paga
y de ella aprendí sobre mujeres.
Me destinaron entonces a Burma,
interino encargado del Bazar,
y me conseguí una nativa pequeña y vivaracha
comprándole a su padre provisiones.
Divertida, amarilla y fiel-
una muñeca en una taza de té-
con honra vivimos, como un matrimonio de verdad,
y de ella aprendí sobre mujeres.
Nos enviaron entonces a Neemuch
(si no hasta hoy la hubiese conservado),
y me junté con una deslumbradora diablesa,
la mujer de un negro en Mhow;
me enseñó la jerga de los gitanos;
era como un volcán,
me apuñaló una noche por haber deseado que fuese blanca,
y de ella aprendí sobre mujeres.
Regresé entonces en barco a casa,
me acompañaba una niña de dieciséis-
una chica de un convento en Meerut,
a ninguna tan recta he visto.
Su problema: el amor a primera vista,
yo no hubiese hecho nada, pues me gustaba demasiado,
pero de ella aprendí sobre mujeres.
De donde la he encontrado mi diversión he tomado,
y debo ahora pagar mi diversión,
pues cuanto de otras mujeres más conoces,
menos sientas con una cabeza;
y el final de todo, sentado y pensando,
y soñando con ver los Fuegos del Infierno;
así que daos por avisados (sé que no lo haréis)
y de mí aprended sobre mujeres.
¿Qué pensó la esposa del Coronel?
Nadie lo supo nunca.
Alguien preguntó a la mujer del Sargento,
y ella les dijo la verdad.
Cuando llegan delante de un hombre.
iguales se hacen como una fila de alfileres-
pues Judy O'Grady y la esposa del Coronel
hermanas son debajo de su piel.
EL VÉRTIGO
Guarneciendo de una ría
la entrada incierta y angosta,
sobre un peñón de la costa
que bate el mar noche y día,
se alza gigante y sombría
ancha torre secular
que un rey mandó edificar
a manera de atalaya,
para defender la playa
contra los riesgos del mar.
Cuando viento borrascoso
sus almenas no conmueve,
no turba el rumor más leve
la majestad del coloso.
Queda en profundo reposo
largas horas sumergido,
y sólo se escucha el ruido
con que los aires azota
alguna blanca gaviota
que tiene en la peña el nido.
Mas cuando en recia batalla
el mar rebramando choca
contra la empinada roca
que allí le sirve de valla;
Cuando en la enhiesta muralla
ruge el huracán violento,
entonces, firme en su asiento,
el castillo desafía
la salvaje sinfonía
de las olas y del viento.
Ció magnánimo el monarca
en feudo a Juan de Tabáres
las seis villas y lugares
de aquella agreste comarca.
Cuanto con la vista abarca
desde el alto parapeto,
a su yugo está sujeto,
y en los reinos de Castilla
no hay señor de horca y cuchilla
que no le tenga respeto.
Para acrecentar sus bríos
contra los piratas moros,
colmóle el Rey de tesoros,
mercedes y señoríos.
Mas cediendo a sus impíos
pensamientos de Luzbel,
desordenado y cruel
roba, asuela, incendia y mata,
y es más bárbaro pirata
que los vencidos por él.
Pasma el mirar su serena
faz y su blondo cabello,
que encubra rostro tan bello
los instintos de una hiena.
Cuando en el monte resuena
su bronca trompa de caza,
con mudo terror abraza
la madre al niño inocente,
y huye medrosa la gente
del turbión que la amenaza.
LA NIÑA Y LA MARIPOSA
Va una mariposa bella
volando de rosa en rosa,
y de una en otra afanosa
corre una niña tras ella.
Su curso, alegre y festiva,
sigue con pueril afán,
y con airoso ademán
la mariposa se esquiva.
A veces con loco intento
quiere hacer presa en sus galas,
y, en vez de tocar sus alas,
toca las alas del viento.
Y su empeño duplicando,
cuanto mas corre afanosa
mas, leda la mariposa
va su inocencia burlando.
La ciñe en rápido giro,
y al ir á cogerla esbelta,
por cada vez que se suelta,
suelta la niña un suspiro.
Mas, sin ceder en su anhelo,
presta una, y la otra lijera,
ni una acorta su carrera,
ni la otra amaina su vuelo
Y vagan embebecidas,
sin sentir indiferentes
ni el són de las claras fuentes,
ni el de las auras perdidas.
Ni los pájaros que espantan,
entre las ramas divisan,
ni ven las flores que pisan,
ni oyen las aves que cantan.
Y mientras estas cantando
siguen con plácido estruendo,
la niña sigue corriendo,
la mariposa volando.
–oo–
—Amaina el vuelo sereno,
mariposa,
de quien es albergue el seno
de la rosa.
¿Por qué en tal dulce ocasión
vas sin tino
huyendo así la prision
de lazo tan peregrino?
Reina de las blandas flores,
sus enojos
no temas, ni los ardores
de sus ojos,
porque ese puro arrebol
que enamora,
si es luciente como el sol,
es tierno como la aurora.
Entre mil palmas no hay talle
mas galano,
ni azucena en todo el valle
cual su mano.
No oirás de su voz divina
la dulzura,
ni en el ruiseñor que trina,
ni en el raudal que murmura.
Aprende el aura á ser leve
de su planta,
y, para formar con nieve
su garganta,
le dió el cisne el atavío
de su pluma,
lumbre la aurora, y el rio
su plata, cristal y espuma.
No sigas mas la inconstante
mariposa,
enamorada y errante
niña hermosa,
que al fln vendrá á ser cautiva
de tu llama,
si aun amorosa, aunque esquiva,
la luz de los cielos ama.
Y aunque aspira de mil flores
la fragancia,
no imites en tus amores
su inconstancia:
que al fin de tanto vagar,
suele, hermosa,
entre las flores hallar
la yerba mas venenosa.
Imita solo su vuelo,
pues serena
amás, niña, toca el cielo,
ni la arena.
Quien se humilla ó sin razón
subir quiere,
muere á manos de un alcon,
si á las de un áspid no muere.
Mas ¡ay! que vas en pos de ella
vagarosa,
sin escuchar mi querella,
niña hermosa.
Sigues con presteza tanta
tu contento,
que asi encomiendas tu planta,
como mi súplica, al viento.
–oo–
Y en tan inocente afán,
como su gusto entretienen,
así vagabundas vienen,
y así vagabundas van.
A veces en su embeleso
la mariposa al pasar,
suele fugaz estampar
sobre su mejilla un beso.
Y rauda su vuelo alzando,
la niña de ángel blasona,
al trazar una corona,
sobre su frente girando.
Y siguen acordemente
la mariposa en sus giros,
la niña con sus suspiros,
con sus rumores la fuente.
Vagan los aires suaves
formando dobles acentos,
y al grato són de los vientos,
siguen cantando las aves.
Y entre tanta melodía,
tanta corriente murmura,
que es todo el aire frescura,
aroma, luz y armonía.
Y susurrando congojas,
prosiguen mintiendo quejas,
en el pensil las abejas,
y en la enramada las hojas.
Y tiernas flores hollando,
y frescas auras batiendo,
la niña sigue corriendo,
la mariposa volando.
LA RUEDA DEL AMOR
Aquellas niñas hermosas
que en suma beldad conformes,
teniendo la tez cual nieve,
tengan los ojos cual soles,
y el alma sintiendo, tiernas,
herida de mal de amores,
tanto les falte de esquivas,
cuanto de bellas les sobre,
salgan al campo conmigo
ricas de gracias, adonde
favor al mayo risueño
las brinden, con gracias dobles,
corrientes aguas los valles,
frescos doseles los bosques,
con su verdura los campos
y con su esencia las flores.
Oiréis sonar encontrados,
y aunque encontrados, acordes,
los enamorados trinos
de músicos ruiseñores,
cuando en sentidos acentos
mustias las tórtolas lloren,
dando en su vuelo a los aires
matices, plumas y sones.
Venid, y hagamos la rueda
llamada de los amores
(que al aprenderla de niño,
nola olvidé desde entonces).
las ricas flores hollando,
y el aire hendiendo veloces,
el aire con los cabellos,
y con las plantas las flores.
Las blancas manos asiendo,
y tan blancas, que las cortes
nunca tan nítidas manos
dan a sus reyes en dote,
en torno agitad festivas
los aires murmuradores;
que yo vendaré mis ojos,
haciendo del día noche.
Volad, palomas; que osado
yo espantaré los halcones,
si alguna vez para heriros
muestran sus garras feroces.
Volad, que a la que esta rama,
pasando furtiva, toque,
con la venda de mis ojos
habrá de nublar sus soles.
-¡Oh, que triste es nuestros ojos
cubrir de sombras informes,
y no sentir de los vuestros
los penetrantes arpones,
ni ver con ansias mortales
de vuestra faz los colores,
ni sobre el aura, al tenderlos,
de vuestro talles los cortes!
Niñas, corred; que aún no escucho
con plácidas emociones
de vuestras ropas flotantes
los sutilísimos roces;
y aunque me pesa en el alma,
no siento los corazones
que muellemente se agitan
bajo esos pechos de bronce.
Volad, palomas; que osado
yo espantaré los halcones,
si alguna vez para heriros
muestran sus garras feroces.
Volad, que a la que esta rama!
pasando furtiva, toque,
con la venda de mis ojos
tendrá que nublar sus soles.
Mas ¿cómo sin dar amante
a vuestro enojo ocasiones,
huís, dejándome solo,
sin advertirme por dónde,
tal que siquiera dejasteis,
pasando como ilusiones,
ni removida la arena,
ni destroncadas las flores?
Sin duda en mágico vuelo,
como celestes visiones,
entre la grama y los aires
os deslizasteis veloces,
huyendo mi fe constante,
pues vuestros pechos traidores
tienen el aire por guía,
y la inconstancia por norte.
¡Una y mil veces mal haya
quien de vuestras invenciones
amante se fía, y de ellas
la falsedad no conoce!
Y más que en tanto a la sombra
de esos altísimos robles
maldiga yo vuestro agrado,
y mis desagrados llore;
vosotras entretenidas
mirad las aguas que corren;
que bien está vuestra fe
con su inconstancia conforme,
pues no hay onda que no agiten
a cualquier viento que sople,
ni conchas que no remuevan
ni árbol ni flor que no mojen,
ni campos que no dibujen,
ni imágenes que no borren,
ni risas que no deshagan,
ni círculos que no formen.
Mas luégo que el sol sus rayos
extienda en el horizonte,
haciendo en las nubes iris
tocando el mar de colores;
y luégo que en regia pompa
parezcan a sus fulgores;
y mares de sombra los valles,
y mares de luz los montes,
vendréis a buscar frescura
cuando el calor os agobie,
y me tendréis que encontrar,
aunque no queráis entonces,
y yo a la sombra tendido
de estos altísimos robles,
no os he de dejar el puesto,
por más que tierno os adore,
ni miraré enamorado
de vuestra faz los colores,
ni sobre el aura, al tenderlos,
de vuestros talles los cortes;
y no vendaré mis ojos,
más que en no hacerlo os enoje,
y hasta ahogaré mis suspiros,
aunque con ellos me ahogue.
Haré todo esto digo,
y más que veréis entonces,
y a fe de amante lo juro
por esas aguas que corren.
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