10 Poemas de arte menor 

EN UN ABANICO

Pobre verso condenado
a mirar tus labios rojos
y en la lumbre de tus ojos
quererse siempre abrasar.

Colibrí del que se aleja
el mirto que lo provoca
y ve de cerca tu boca
y no la puede besar.

Autor del poema: Manuel Gutiérrez Nájera

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TÁCTICA Y ESTRATEGIA

Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos
mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible
mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo
ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos
mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos
mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple
mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo
ni sé
con qué pretexto
por fin
me necesites.

Autor del poema: Mario Benedetti

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TENÍA UNA GUITARRA

Tenía una guitarra
cansada, ya sin cuerdas.
Decía sus canciones
con la ronca madera.
Yo le pedía flores
azules que me diera.
Ella, resquebrajado
su sueño de madera,
con lágrimas mojaba
mis manos ¡tan pequeñas!
Alrededor volaban
palomas de madera.

Autor del poema: Antonio García Teijeiro

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ABRIL

El chamariz en el chopo.
-¿Y qué más?

El chopo en el cielo azul.
- ¿Y qué más?

El cielo azul en el agua.
- ¿Y qué más?

El agua en la hojita nueva.
- ¿Y qué más?

La hojita nueva en la rosa.
- ¿Y qué más?

La rosa en mi corazón.
- ¿Y qué más?

¡Mi corazón en el tuyo!

Autor del poema: Juan Ramón Jiménez

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LAS REDES SOBRE EL ARENA

Las redes sobre el arena,
y la barquilla, ligada
a una roca que las ondas
convierten de piedra en agua,
el pobre Alcïón se queja
por ver a la hermosa Glauca,
fuego de los pescadores
y gloria de aquella playa.

Autor del poema: Luis de Góngora

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VIDA

Vivir como una isla,
lleno por todas partes
de ti, que me rodeas
ya presente o distante

con un temblor de luz
primera, sin pulir,
sin arista de tarde,
ni sombra de jardín.

Y ángeles en espejos
guardando tu mirada
para hacerse verdades
y noches estrelladas.

Autor del poema: Jorge Rojas

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ABRAZO

Mi vida, no; las vidas,
mis generaciones,
mis estrellas todas,
las futuras memorias
donde estemos,
mi sangre con deleite
y un blanco olvido
de ceguera y de beso.

Autor del poema: Manuel Altolaguirre

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EN UNA LLAGA MORTAL

I

En una llaga mortal,
desigual,
que está en el siniestro lado,
conoceréis luego cuál
es el leal
servidor y enamorado;
por cuanto vos la hicisteis
a mí después de vencido
en la vencida
que vos, señora, vencisteis
cuando yo quedé perdido
y vos querida.


II

Aquesta triste pelea
que os desea
mi lengua ya declarar,
es menester que la vea
y la crea
vuestra merced sin dudar;
porque mi querer es fe,
y quien algo en él dudase,
dudaría
en duda que cierto sé

que jamás no se salvase
de herejía.


III

Porque gran miedo he tomado
y cuidado
de vuestro poco creer,
por esta causa he tardado
de os hacer antes saber
la causa de aqueste hecho:
cómo han sido mis pasiones
padecidas;
para ser, pues, satisfecho,
conviene ser mis razones
bien creídas.


IV

Señora, porque sería
muy baldía
toda mi dicha razón,
si la duda no porfía
con su guía,
que se llama Discreción;
como en ello ya no dude,
pues es verdad y muy cierto
lo que escribo,
antes que tanto me ayude,
que pues por duda soy muerto,
sea vivo.


V

CABO

Pues es esta una experiencia
que tiene ya conocida
esta suerte,
por no dar una creencia,
no es razón quitar la vida
y dar muerte.

Autor del poema: Jorge Manrique

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LA HUIDA A EGIPTO

¿Dónde vais, Zagala,
Sola en el monte?
Mas quien lleva el sol
no teme la noche.

¿Dónde vais, María,
Divina Esposa,
Madre gloriosa
De quien os cría?
¿Qué haréis si el día
Se va al ocaso,
Y en el monte acaso
La noche os coge?
Mas quien lleva el sol
no teme la noche.

El ver las estrellas
Me cause enojos,
Pero vuestros ojos
Más lucen que ellas;
Ya sale con ellas
La noche oscura,
A vuestra hermosura
La luz se esconde;
Mas quien lleva el sol
no teme la noche.

Autor del poema: Lope de Vega

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ESTANDO AUSENTE DE SU AMIGA A UN MENSAJERO QUE ALLÁ ENVIABA

I

Ve, discreto mensajero,
delante aquella figura
valerosa
por quien peno, por quien muero,
flor de toda hermosura
tan preciosa,
y mira cuando llegares
a su esmerada presencia
que resplandece,
doquiera que la hallares
tú le hagas reverencia
cual merece.


II

Llegarás con tal concierto,
los ojos en el sentido
resguardando,
no te mate quien ha muerto
un corazón y vencido
bien amando;
y después de saludada
su valer, con afición
tras quien sigo,
de mi triste enamorada

le harás la relación
que te digo.


III

Dirasle que soy tornado
con más penas que llevé
cuando partí,
todo siempre acompañado
de aquella marcada fe
que le di.
Aquel vivo sentimiento
me ha traído sin dudanza
asegurado
al puerto de salvamiento,
do está la clara holganza
de mi grado.


IV

Dirasle cómo he venido
hecho mártir, padeciendo
los deseos
de su gesto tan cumplido,
mis cuidados combatiendo
sus arreos;
no te olvides de contar
las afligidas pasiones
que sostengo
sobre estas ondas de mar,
do espero los galardones
tras quien vengo.



V

Recuerde bien tu memoria
de los trabajados días
que he sufrido,
por más merecer la gloria
de las altas alegrías
de Cupido;
y plañendo y suspirando
por mover a compasión
su crudeza,
le di que ando esperando
bordado mi corazón
de firmeza.


VI

Que no quiera ni consienta
la perdición que será
enemiga
de mi vida, su sirvienta,
en quien siempre hallará
buena amiga;
mas que tenga por mejor
-pues con razón me querello-
de guiarme,
y si place al Dios de amor,
a ella no pese de ello
por salvarme.



VII

Y dirás la pena fuerte
que de tu parte me guarda
fatigando,
y cuán cierta me es la muerte
si mi remedio se tarda
de su bando;
dirasle mi mar amargo,
mi congojoso dolor
y mi pesar,
y sepa que es grande cargo
al que puede y es deudor.
no pagar.


VIII

Dile que vivo sin ella,
como las almas serenas,
muy penado
de pena mayor que aquella,
de sus grillos y cadenas
aferrado;
y si no quiere valerme,
pues yo no sé remediarme
en tal modo,
para nunca socorrerme,
muy mejor será matarme
ya del todo.



IX

Si vieres que te responde
con amenazas de guerra,
según sé,
dile que te diga dónde
su mandato me destierra,
que allá iré;
y si por suerte o ventura
te mostrare que es contenta,
cual no creo,
suplica a su hermosura
que a su servicio consienta
mi deseo.


X

FIN

Remediador de mis quejas,
no te tardes, ven temprano,
contemplando
el peligro en que me dejas,
con la candela en la mano
ya penando;
y pues sabes cómo espero
tu vuelta para guarirme
o condenarme,
que no tardes te requiero
de traer el mando firme
de gozarme.

Autor del poema: Jorge Manrique

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