11 Poemas de fuego 

FUEGOS

Cada persona brilla con luz propia
entre todas las demás.
No hay dos fuegos iguales.
Hay fuegos grandes y fuegos chicos
y fuegos de todos los colores.
Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento,
y hay gente de fuego loco, que llena el aire de chispas.
Algunos fuegos, fuegos bobos,
no alumbran ni queman;
pero arden la vida con tantas ganas
que no se puede mirarlos sin parpadear,
y quien se acerca, se enciende.

Autor del poema: Eduardo Galeano

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ENSÉÑAME...

Enséñame,
rehazme
a fondo,
avívame
como quien enciende un fuego.

Autor del poema: Rafael Cadenas

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EL FUEGO

En la madera que se resuelve en chispa y llamarada
luego en silencio y humo que se pierde
miraste deshacerse con sigiloso estruendo tu vida
Y te preguntas si habrá dado calor
si conoció alguna de las formas del fuego
si llegó a a rder e iluminar con su llama
De otra manera todo habrá sido en vano
Humo y ceniza no serán perdonados
pues no pudieron contra la oscuridad
—tal leña que arde en una estancia desierta
o en una cueva que sólo habitan los muertos.

Autor del poema: José Emilio Pacheco

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UN FUEGO HABITA EN MI INTERIOR

Un fuego habita en mi interior
las llamas se alzan súbitamente
provocando el irremediable incendio
no
no digas nada.

Ya explotó
todo mi amor.

Autor del poema: Jorge Javier Roque

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EL INGREDIENTE

No puedo precisar
el día en que llegaste a encantarme
hasta sentir el fuego
en todo el esplendor de los sabores.

Ninguna sensación ha sido múltiple
como esta de morderte
y ver salir el sol por la garganta.

Autor del poema: Violeta Luna

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NI SIQUIERA EL DIOS DEL FUEGO

Ni siquiera el dios del fuego
puede devorar este recuerdo
de un amor por ti quemado
en el infierno de un engaño.

Autor del poema: Jorge Javier Roque

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MALDITOS SEAN

Malditos sean los hombres que fabrican montes en llamas,
los que construyen con sus manos edificios de ceniza,
los que incineran el cuerpo verde de la naturaleza.
Malditos sean los hombres que redactan la esquela de los bosques,
los que disfrutan viendo arder la savia,
los que terminan con la vida centenaria de Galicia.
No hay lágrimas suficientes en Asturias para apagar la risa del fuego,
para curar los ojos calcinados de la tierra.
Pero tampoco debe haber perdón
para los que hacen de la catástrofe su idioma
y del fuego su mensaje esparcido por España.
No habrá paz para quien construya árboles caídos,
vida abrasada, madrigueras de carbón.
Que caiga pues la mano más dura de la justicia
del mismo modo que han derribado el pecho del bosque,
la casa de los pájaros, la paz de las aldeas
y la vida que ayer aún latía
en las que hoy son las colinas más tristes de la tierra.

Autor del poema: Marwan

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EL FUEGO VISIBLE

Esto es el fuego de la visibilidad,
astillas de trapos, enrojecidos restos
debajo de los pliegues de brasas, de las láminas
de yescas irritadas. Fuego de mesas
y de párrafos, de párpados entrecerrados
y de tintas de centellas; fuego
de curvas luminosidades; fuego
de danza y fenomenología, enraizado
en los filamentos de la apariencia.

Esto es el fuego que sale de los ojos:

el barro fino y frágil de las retinas,
los hilos de arcilla
de las heroicas pupilas. De tierra
el fuego en el aire de las aguas,
elemental, inconsciente maquínico
en su aleteo de adelgazado autómata
que se inflamara con pasiones y marioneta
en la mano fugaz y fervorosa
del oxígeno. Fuego central y fluido
de las cosas, los cuerpos. Fuego
de los nombres, pedacería de sonidos
ardiendo en los labios
del silencio imposible.

Autor del poema: David Huerta

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CANTA EL ESPÍRITU DEL FUEGO

Surjo de pronto
entre dos cosas
enfrentadas, frotadas
rápidamente y con violencia.

Dicen de mí que ardo.
Me llaman fée
o feu
o fuego,
me llaman llama.
Toman mi nombre
y llaman fée a sus espíritus.

Soy pura consunción.
Voy en tumulto de las cosas
a las moléculas de la atmósfera:
¡Ah, sí: encaminarse a la extinción!
¡Qué alivio saber que naceré de nuevo!
En mí se encarna la revolución.

Estoy del todo madura
en el momento
del nacimiento.
Soy ya un rincón de calor peligroso
en el momento
del nacimiento.

No sólo eso:
Me pierdo a cada instante,
y no hay imagen mía
que pueda en un momento
atraparme del todo.
Como la gente misma es ilusión
no ve de mí más que una ilusión.

Soy la misma embriaguez transparente.
Me caso con la mujer llamada oxígeno
y cantando una canción de amor eterno
al instante me esfumo en el aire delgado.

Soy el fuego.

Soy el espíritu.

Autor del poema: Makoto Ooka

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LLEVO UN FUEGO EN MI INTERIOR

Llevo un fuego en mi interior
no me deja descansar
un deseo superior
de besarte sin parar.

Autor del poema: Jorge Javier Roque

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