37 Poemas de mujeres 

CUANDO LLEGABAS ALEGRÍA EN LA TARDE...

Enviado por juancarlos  Seguir

Cuando llegabas, alegría en la tarde eras
con tu risa y semblante de mirada azul.
Cabellos resbalaban por tu envés como si fueran
ardientes destellos de Sol en la mañana.
En la clase de Historia cierto día
nos conocimos: yo la evolución
intentaba explicar y tú la rechazabas.
La clase se enzarzó como revuelta
y yo te eché una mano.
Sentí pronto que como un volcán me ardías.
Pero no dije nada. Buena amistad hicimos
de ahí en adelante.
Pero esos labios sedientos
de manos y lenguas
me despojaban de todo
y me dejaban indefenso,
y su ardiente ternura me parecía
una luna de los cielos tan encumbrados,
allí donde laten poseídos los momentos mágicos.
Donde hay pasiones ¿quién pone freno?
Donde hay dulzura ¿quién pone insípida escarcha?
Poco a poco nos dimos cuenta de todo.
Y, al fin, nos encontramos después de mucho buscarnos.
Y descubrí tu cuerpo: color blanco como la blanca arena de una playa luminosa y escondida
¡Ay! Montes que sólo mis dedos exploran,
entre tus muslos había un río de fuego vivo,
puerto donde el mar de noche se enciende, rubio
corcel ansioso de blanca espuma.
Gruta al pie de la colina que guarda un secreto,
boca del horno donde se cuecen las rosas,
risueños labios entreabiertos y dulces para mi boca,
valles de luz y de sombra,
y más arriba
la ancha llanura de tu vientre,
y más arriba,
la vaguada entre dos montes que llegaba a tu garganta.
Las tardes del pueblo chismoso
nos mantenía ocultos.
Pero en la calle Almoraima teníamos nuestro laberinto,
donde nadie nos seguía.
¡Allí jugamos a tantas cosas!
de espejos y destinos,
de máscaras y de sortilegios,
de quimeras y delirios.
Tu cuerpo era como el vuelo audaz
de una blanca sirena de cristal,
frágil y luminosa al tacto,
aire y luz al abrazar.
Tus besos eran como estrellas abrasando mi piel,
ardientes y salvajes,
ceniza y llama en el suspiro.
Fuimos locos un tiempo sin importarnos la realidad,
solo inventando cada momento sin miedo a nada.

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Una vivencia

Enviado por benji  Seguir

A ella se le escapaba la mirada
hacia un punto muerto
en el alma una desazón
y un vacío le oprimía,
quería gritar a los cuatro vientos
el descontento que sentía,
y a su manera de ver las cosas
le dio un cambio radical a su vida,
dejo salir a esa mujer sensual
que, estaba reprimida,
su edad no fue un impedimento
le hizo frente a las expectativas,
tiene una vivencia placentera
y sin prevalecer el amor
se siente complacida
él le prodiga tiernas caricias…
que, era lo que ella quería,
ahora la vida, si le sonríe.

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CIGARRILLOS, WHISKEY Y MUJERES SALVAJES

Quizá nací de rodillas,
Nací tosiendo en el largo invierno,
Nací esperando el beso de la misericordia,
Nací con una pasión por la rapidez
Y aún así, al ir progresando las cosas,
Aprendí temprano sobre la estocada
O sacarla, el vapor del enema.
A los dos o tres aprendí a no arrodillarme,
A no esperar, a plantar mis fuegos bajo tierra
Donde a nadie más que las muñecas, perfectas y terribles,
Se puede susurrar y dejar morir.
-
Ahora que he escrito tantas palabras,
Y dejado tantos amores, para tantos,
Y he sido completamente lo que siempre fui –
Una mujer de excesos, de celos y codicia,
El esfuerzo me parece inútil.
¿Acaso no me miro al espejo,
Estos días,
Y veo una rata borracha voltear la vista?
¿Acaso no siento un hambre tan aguda
Que preferiría morir antes
Que mirarla a la cara?
Me arrodillo nuevamente,
En caso de que la misericordia llegue
En el último minuto.

Autor del poema: Anne Sexton

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YO NO QUIERO SER RECUERDO

A la mierda el conformismo:
Yo no quiero ser recuerdo
Quiero ser tu amor imposible,
Tu dolor no correspondido,
Tu musa más puta,
El nombre que escribas en todas las camas
Que no sean la mía,
Quien maldigas en tus insomnios
Quien ames con esa rabia que solo da el odio.

Yo no quiero
Que me digas que mueres por mí,
Quiero hacerte vivir de amor,
Sobre todo cuando llores,
Que es cuando más viva eres.

Yo no quiero
Que tu mundo se dé la vuelta
Cada vez que yo me marche,
Quiero que darte la espalda
Solo signifique libertad
Para tus instintos más primarios.

Yo no quiero
Quitarte las penas y condenarte,
Quiero ser la única
De la que dependa
Tu tristeza
Porque esa sería
La manera más egoísta y valiente
De cuidar de ti.

Yo no quiero hacerte daño,
Quiero llenar
Tu cuerpo de heridas
Para poder lamerte después,
Y que no te cures
Para que no te escueza.

Yo no quiero
Dejar huella en tu vida,
Quiero ser tu camino,
Quiero que te pierdas,
Que te salgas,
Que te rebeles,
Que vayas a contracorriente,
Que no me elijas,
Pero que siempre regreses a mí para encontrarte.

Yo no quiero prometerte,
Quiero darte
Sin compromisos ni pactos,
Ponerte en la palma de la mano
El deseo que caiga de tu boca
Sin espera,
Ser tu aquí y ahora.

Yo no quiero
Que me eches de menos,
Quiero que me pienses tanto
Que no sepas lo que es tenerme ausente.

Yo no quiero ser tuya
Ni que tú seas mía,
Quiero que pudiendo ser con cualquiera
Nos resulte más fácil ser con nosotras.

Yo no quiero
Quitarte el frío,
Quiero darte motivos para que cuando lo tengas
Pienses en mi cara
Y se te llene el pelo de flores.

Yo no quiero
Viernes por la noche,
Quiero llenarte la semana entera de domingos
Y que pienses que todos los días
Son fiesta
Y están de oferta para ti.

Yo no quiero
Tener que estar a tu lado
Para no faltarte,
Quiero que cuando creas que no tienes nada
Te dejes caer,
Y notes mis manos en tu espalda
Sujetando los precipicios que te acechen,
Y te pongas de pie sobre los míos
Para bailar de puntillas en el cementerio
Y reírnos juntas de la muerte.

Yo no quiero
Que me necesites,
Quiero que cuentes conmigo
Hasta el infinito
Y que el más allá
Una tu casa y la mía.

Yo no quiero
Hacerte feliz,
Quiero darte mis lágrimas
Cuando quieras llorar
Y hacerlo contigo,
Regalarte un espejo
Cuando pidas un motivo para sonreír,
Adelantarme al estallido de tus carcajadas
Cuando la risa invada tu pecho,
Invadirlo yo
Cuando la pena atore tus ojos.

Yo no quiero
Que no me tengas miedo,
Quiero amar a tus monstruos
Para conseguir que ninguno
Lleve mi nombre.

Yo no quiero
Que sueñes conmigo,
Quiero que me soples
Y me cumplas.

Yo no quiero hacerte el amor,
Quiero deshacerte el desamor.

Yo no quiero ser recuerdo,
Mi amor,
Quiero que me mires
Y adivines el futuro.

Autor del poema: Elvira Sastre

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UNA CIEN VECES

Hay mujeres
que son estaciones de (d)año,
tormentas torrenciales en agosto y estufa
en un diciembre lleno de abandonos.

Hay mujeres
que son pájaros sin alas en un cielo lleno
de recuerdos,
fieras carnívoras al acecho de las ganas
y de esa falta de poder ante la tentación
que solo es deseo confundido.
Hay mujeres
que son mariposas ensoñadas esperando a que
cierres todas las puertas
para acariciarte las mañanas a través
de la ventana,
para sacudirte la mirada en cualquier
dirección ajena a tu espejo.
Hay mujeres
que son animales en celo
galopando sobre tu pecho abatido.
Hay mujeres
de ojos castaños
con alma de gata.
Hay mujeres
de ojos verdes
con alma de zorra.

Hay mujeres
que son signos de interrogación abierta,
tres exclamaciones siguiendo
una huida.
Un ladrido de madrugada.
Hay mujeres
que justifican el silencio.
Hay mujeres
que excusan la poesía.

Hay mujeres
que son aeropuertos alejados
de los que solo salen aviones imaginados,
puertos marítimos
en los que vuelves a ser tú mismo,
estaciones de tren
donde se cruzan tantas contradicciones
que encuentras paz.

Hay mujeres
que suenan a herida al tocarlas
y te hacen desear la muerte antes que ellas.
Hay mujeres
que huelen a limpio, a cuerpo inerte,
y te hacen desear invadirles el corazón
y el pecho con la brutalidad de un ejército de flechas.
Hay mujeres
que desordenan tus huellas cuando aparecen
y te hacen desear encontrar tu camino
sobre su columna vertebral.
Hay mujeres
que no se esconden, que quieren sin escarcha en los ojos,
que saben a sed,
y esas,
esas te hacen desear quererlas toda la vida.

Hay mujeres
que esperas siempre
porque nunca llegan.
Hay mujeres
que están en todos los sitios que ocupas
menos en tus manos.

Hay mujeres
que son primeras y únicas,
que sobrevuelan el suelo que pisan los demás,
que son azules y ocupan un lugar
diferente al resto.

Hay mujeres
que crees por encima de todo
y por encima de todo deshacen tus creencias,
que son tiernas, dulces y ciertas,
y con su ternura, dulzura y certeza
parten en dos tu inocencia.

Hay mujeres
que abren tus ojos con un soplido de magia
y en el siguiente truco desaparecen,
como la suerte.

Hay mujeres
que te enseñan la moneda por las dos caras:
te besan negándote,
se marchan llamándote,
se quedan en silencio,
te hablan desde lejos.
Que solo conocen la palabra derrota
en tu boca.
Que solo conoces la palabra victoria
en su boca.
Que te aman mientras te olvidan
y olvidándolas las amas.

Hay mujeres
que quieres y no puedes,
que son tanto que no son suficiente,
que dándote lo que necesitas olvidan lo que quieres.
Mujeres contra las que no hay razones
que encajen
y conviertes en huida
para darles un sentido.

Hay mujeres
que son aves de paso,
bodas de un día,
amores que salvan tu vida en una noche,
postres eternos en medio de una prisa carnal,
engaños a la rutina,
tu alma animal rendida al instinto de supervivencia.

Hay mujeres
que aparecen como los aciertos:
sin esperarlas y a tiempo.
Que se atreven y se quedan y tienen
el pelo del color de tu almohada,
que se agitan y temes y dan la vuelta
a tus excusas convirtiéndolas en motivos.
Que te aman sin evitarlo
y amas sobre todo por supuesto.


Y
estoy
yo.
Que soy una en todas esas mujeres.

Y
estás
tú.
Que eres todas esas mujeres en una.

Autor del poema: Elvira Sastre

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LOS BAILES NOCTURNOS

Cayó una sonrisa en la hierba.
¡Irrecuperable!

¿Y cómo tus bailes nocturnos
van a perderse? ¿En las matemáticas?

Tales brincos y espirales puros…
De cierto que recorren

el mundo para siempre; pero no quedaré
enteramente vacía de bellezas: el don

de tu pequeño aliento; el olor
a hierba empapada de tus dormires -azucenas, azucenas.

Incomparable es tu carne.
Fríos pliegues de ego: la cala

y la tigridia, que va embelleciéndose…
Manchas – y una expansión de pétalos calientes.

Los cometas
tienen tanto espacio que recorrer,

tanta frialdad, tanto olvido.
Así se pulverizan tus gestos:

cálidos y humanos; luego su luz rosada
que sangra y se desuella

al pasar por las negras amnesias del cielo.
¿Por qué me son dados

esas luminarias, esos planetas,
que caen como bendiciones, como copos

hexagonales, blancos,
en mis ojos, mis labios, mi cabello

derritiéndose al contacto?
En ninguna parte

Autor del poema: Sylvia Plath

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RECUERDO

El peso lento
de tus manos, alborotando las abejas
que anidaron en mi pelo, tu sonrisa en la
pendiente de mi mejilla. Te apretás
sobre mí esta vez,
encendido, derramando
urgencia, y el misterio fuerza
mi razón

Cuando te retirás,
junto con la magia, cuando
nada más el olor de tu
amor me queda entre
los pechos, entonces, solo
entonces, puedo devorar con gula
tu presencia.

Autor del poema: Maya Angelou

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LOS HOMBRES

Cuando era joven, tenía la costumbre de mirar
detrás de las cortinas
a los hombres que iban y venían por la calle. Hombres viejos, borrachos.
Hombres jóvenes, más ácidos que la mostaza.
Los veía. Los hombres siempre
están yendo a alguna parte.
Ellos sabían que yo estaba ahí. Con quince
años, y famélica.
Se paraban debajo de mi ventana
con los hombros en alto, como los
pechos de una adolescente,
y la cola del traje palmeándoles
las nalgas,
los hombres.

Un día te toman con delicadeza
entre sus manos, como si
fueras el último huevo crudo de la tierra. Después
aprietan. Un poquito nomás. El
primer estrujón es agradable. Un abrazo rápido.
Suaves hasta tu indefensión. Un poquito
más. Y empieza a doler. Te arrancan una
sonrisa que patina en el miedo. Cuando
se acaba el aire,
el cerebro te explota, estalla breve y feroz
como la cabeza de un fósforo. Hecho trizas.
Es tu jugo
el que baja por sus piernas. Manchándoles los zapatos.
Mientras la tierra vuelve a enderezarse
y el gusto trata de retornar a la lengua,
tu cuerpo ya se cerró. Para siempre.
No existen llaves.

Después la ventana se cierra toda sobre
tu mente. Ahí, detrás
del oscilar de las cortinas, caminan los hombres.
Sabiendo algo.
Yendo a alguna parte.
Pero esta vez, nada más voy a
pararme y mirar.

A lo mejor.

Autor del poema: Maya Angelou

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LA HORA

Tómame ahora que aún es temprano
y que llevo dalias nuevas en la mano.

Tómame ahora que aún es sombría
esta taciturna cabellera mía.

Ahora que tengo la carne olorosa
y los ojos limpios y la piel de rosa.

Ahora que calza mi planta ligera
la sandalia viva de la primavera.

Ahora que en mis labios repica la risa
como una campana sacudida aprisa.

Después..., ¡ah, yo sé
que ya nada de eso más tarde tendré!

Que entonces inútil será tu deseo,
como ofrenda puesta sobre un mausoleo.

¡Tómame ahora que aún es temprano
y que tengo rica de nardos la mano!

Hoy, y no más tarde. Antes que anochezca
y se vuelva mustia la corola fresca.

Hoy, y no mañana. ¡Oh amante! ¿no ves
que la enredadera crecerá ciprés?

Autor del poema: Juana de Ibarbourou

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Mujer

Enviado por patohidalgo  Seguir

Mujer

Valiente como la Rosa,
Que aún sabiendo que El viento
Es más fuerte, hace que brote
De su ser, los más delicados pétalos,
En tu caminar por la vida,
Asemejas la fuerza del río,
Que a su paso va rompiendo,
La más dura de las montañas,

“Sexo débil te llamo el hombre”
¿Cómo si debilidad fuera tu llanto?
Mujer, ¡valiente te llamo Dios.!
Para ti no existe el pasar del tiempo,
Pincelada divina ¡es tu rostro!

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