12 Poemas de vino
LA UVA Y EL VINO
Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela. Antes de morir, le reveló un secreto: —La uva —le susurró— está hecha de vino.
Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé: Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos.
BEBAMOS
Bebamos. ¿A qué aguardar las candelas? Hay un dedo de día. Descuelga y trae las grandes copas pintadas, en seguida. Porque el vino lo dio a los humanos el hijo de Sémele y Zeus para olvido de penas. Escancia mezclando uno y dos cazos, y llena los vasos hasta el borde, y que una copa empuje a la otra...
La bota de vino
Si el codo y la bota empino
no es por vicio, oh! mi dios Baco
que eso es cosa del tabaco
y no de un trago de vino.
Subo mi bota hacia el cielo
que vino en mi boca arroja
cayendo una gota roja
después del trago en el suelo.
Oh! mi dios Baco es por eso
y no porque esté borracho
que a cuatro patas me agacho
a dar en el suelo un beso.
J.M.G.Q
A MECENAS
Beberás en pequeños vasos el vino común de la Sabina, que yo mismo guardé en el ánfora griega, cuando recibiste en el teatro, querido caballero Mecenas, los aplausos estruendosos que resonaron en las orillas del patrio Tíber e hicieron repetir tus alabanzas a los ecos del monte Vaticano.
Tú bebes el Cécubo y el licor de la uva prensada en Cales; pero el vino Falerno y el de los collados de Formio nunca corrigen la aspereza del que llena mis copas.
ESTE PAN QUE YO PARTO...
Este pan que yo parto fue alguna vez avena,
este vino en un árbol extranjero
se zambulló en su fruta;
durante el día el hombre y por la noche el viento
segaron las cosechas, rompieron el gozo de la uva.
Alguna vez, en este vino, la sangre del verano
golpeteaba en la carne que vestía la viña,
un día en este pan
la avena al viento era alegría,
el hombre rompió el sol, abatió el viento.
Esta carne que partes, esta sangre a la que dejas
sembrar desolación entre las venas
fueron avena y uva
nacieron de la raíz sensual y de la savia;
mi vino que te bebes, el pan que me arrebatas.
VENDIMIA ROJA
Con pámpanos agrestes, la dora conseja
trae el vino espumoso, mientras la vid crepita
entre las barras negras de la exótica reja
y al Interior satánico de Dionisos excita.
Bebamos nuestro vino de la Vendimia añeja,
símbolo de la vida interior que palpita;
digamos un elogio por la lírica y vieja
Sinceridad, que habla con su voz infinita.
Como una ofrenda lírica, las grandes vides rojas
rinden su alma extasiada en las divinas hojas
y el buen vino coríntico con su paz elegíaca,
se desliza en la sombra, aletargada y leve,
en una gota igual, eucarística y breve,
deshojando el poema de la uva adionisíaca.
EMPAPA TUS PULMONES DE VINO
Empapa tus pulmones de vino, que la estrella está girando
y la estación es dura, y todo tiene sed con el calor,
y se oye a la cigarra cantora entre las hojas…
y florecen los cardos, y las mujeres ahora son más pérfidas,
y los hombres más débiles, pues Sirio su cabeza y sus rodillas
quema.
SONETO DEL VINO
¿En qué reino, en qué siglo, bajo qué silenciosa
conjunción de los astros, en qué secreto día
que el mármol no ha salvado, surgió la valerosa
y singular idea de inventar la alegría?
Con otoños de oro la inventaron. El vino
fluye rojo a lo largo de las generaciones
como el río del tiempo y en el arduo camino
nos prodiga su música, su fuego y sus leones.
En la noche del júbilo o en la jornada adversa
exalta la alegría o mitiga el espanto
y el ditirambo nuevo que este día le canto
Otrora lo cantaron el árabe y el persa.
Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia
como si ésta ya fuera ceniza en la memoria.
VINO DULCE COMO LA MIEL
Zeus hace llover, baja del cielo una enorme tormenta y están helados los cursos de las aguas... Desprecia la tormenta, aviva el fuego, sazona, sin escatimarlo, el vino dulce como miel, y luego reclina tus sienes sobre un blando cojín.
ODA AL VINO
Vino color de día,
vino color de noche,
vino con pies de púrpura
o sangre de topacio,
vino,
estrellado hijo
de la tierra,
vino, liso
como una espada de oro,
suave
como un desordenado terciopelo,
vino encaracolado
y suspendido,
amoroso,
marino,
nunca has cabido en una copa,
en un canto, en un hombre,
coral, gregario eres,
y cuando menos, mutuo.
A veces
te nutres de recuerdos
mortales,
en tu ola
vamos de tumba en tumba,
picapedrero de sepulcro helado,
y lloramos
lágrimas transitorias,
pero
tu hermoso
traje de primavera
es diferente,
el corazón sube a las ramas,
el viento mueve el día,
nada queda
dentro de tu alma inmóvil.
El vino
mueve la primavera,
crece como una planta la alegría,
caen muros,
peñascos,
se cierran los abismos,
nace el canto.
Oh tú, jarra de vino, en el desierto
con la sabrosa que amo,
dijo el viejo poeta.
Que el cántaro de vino
al beso del amor sume su beso.
Amor mio, de pronto
tu cadera
es la curva colmada
de la copa,
tu pecho es el racimo,
la luz del alcohol tu cabellera,
las uvas tus pezones,
tu ombligo sello puro
estampado en tu vientre de vasija,
y tu amor la cascada
de vino inextinguible,
la claridad que cae en mis sentidos,
el esplendor terrestre de la vida.
Pero no sólo amor,
beso quemante
o corazón quemado
eres, vino de vida,
sino
amistad de los seres, transparencia,
coro de disciplina,
abundancia de flores.
Amo sobre una mesa,
cuando se habla,
la luz de una botella
de inteligente vino.
Que lo beban,
que recuerden en cada
gota de oro
o copa de topacio
o cuchara de púrpura
que trabajó el otoño
hasta llenar de vino las vasijas
y aprenda el hombre oscuro,
en el ceremonial de su negocio,
a recordar la tierra y sus deberes,
a propagar el cántico del fruto.
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