A SUS AMIGOS
Ahora, amigos, debemos beber y danzar alegremente; ahora es tiempo de colmar las mesas de los dioses con los exquisitos manjares de los Salios. Antes de este día era un delito sacar el viejo Cécubo de las bodegas paternas, pues una reina embriagada por su fortuna, de la cual osaba esperarlo todo, con su hueste de guerreros torpes y enfermizos tenía preparada en su demencia la ruina y los funerales del Imperio.
Mas se templó su furia cuando apenas le quedaba una de sus naves libre del incendio, y su ánimo turbado por el vino Mareótico, sumióse en honda postración al llegar César [Augusto] de las costas de Italia, incitando a sus remeros, como el gavilán se precipita sobre la tímida paloma, o el presto cazador sigue la liebre por los campos nevados de Tesalia, para sujetar en cadenas al monsfruo fatal que, anhelante de una muerte generosa, ni temió como mujer el filo de la espada, ni quiso resguardar en puerto seguro su fugitiva escuadra; antes con impávido rostro y sin igual fortaleza, oso visitar su palacio lleno de consternación y coger los ponzoñosos áspides y aplicárselos al cuerpo que había de absorber su veneno, orgullosa de su voluntaria muerte, que quitaba a las naves liburnas la gloria de conducirla como una mujer cualquiera ante el carro del soberbio triunfador.
Autor del poema: Quinto Horacio Flaco