AGONÍAS DE UN CARIBÚ 

Bajo el paso incierto y vegetal de angustia,
Levanto el polvo de la nada.
Toda pupila emerge
en esta soledad suspensa,
Toda concentración oscura,
En violencia tal
De hacinamiento y llama pura entre las rocas.

La luna atenta y circundada
A su vez aclara
Aquel espacio de su prenda
Fluente y nemoroso.
Atormentados cascos van a mengua
Redoblando el eco
En mil contornos de la estéril claridad polar.

Único en sí repercute el gemido entre la fronda
De un balido incauto.
Ventajas cruentas de la selva:
Desvalidos pasos del garañón herido
Que ya en las turbias aguas del escajo su condición aplaca
Su pesar consume.
Yacentes ojos a su propia luz ocultos
Bajo el ámbito nocturno de este vuelo.

Ver adentro, el cazador también escucha
El retiro alado de tanta lejanía inclusa.
Y en murmullos que la brisa asume, cuanto más cercanos, se acrecienta el rocío de las fieras.

A aquellas cuencas vuelvo, al conjunto aquél,
Saturado y tenso,
De fragancia y brotes.
Los continuos árboles
De vertical sustento, de fiero embate,
Allí persisten
Como la postrera vibración del aire.

Tantas voces en el eco. ¡Oh luna te reflejas en mi mente!
Como el ave en las alturas de su vuelo contenida,
Tan solo aún, Noche mía, voy en ti, tan duro de distancias.
La pradera de tierno espacio en tanto me recibe,
Que en jugos desbordantes de los aires resplandece.

¿Mas, volverá el cedeño pasto
a brotar de luces?
De lo remoto el ciervo acude
A tal empeño de este clamor vedado.

Autor del poema: Alfredo Gangotena

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