BALADA DE CLARIBEL 

En la desolada tarde,
Claribel,
al claror de un sol que no arde,
Claribel,
me vuelve el amante alarde,
Claribel,
aunque todo dice: “Es tarde,
Claribel”.
Lleva en sus alas el viento,
Claribel,
tu nombre como un lamento,
Claribel,
y en vano mis ansias siento
volar tras aquel concento,
Claribel.
Voz con que pía la ausencia,
Claribel,
saudade, canora esencia,
Claribel,
¡Añoranza, transparencia
que la ausencia hace presencia,
Claribel!
Mar profundo y albo monte,
Claribel,
¿es posible que tramonte
Claribel
tras el húmedo horizonte,
y que las nieves remonte
Claribel?
El tiempo es por siempre ido,
Claribel,
y eres quizá todo olvido,
Claribel;
¡mas yo, iluso descreído,
aún pienso que me has querido,
Claribel!
El pan amargo en que muerdo,
Claribel,
hecho está de tu recuerdo,
Claribel.
Y el pasado nada acuerdo:
es un sueño en que me pierdo,
Claribel.
¡Oh mañana azul y rosa,
Claribel,
en que te vi mariposa,
Claribel!
Cantaba en el aire un ave:
“Claribel”,
suave cual la suave
Claribel.
Y unía el plumado clave
dulce risa y lloro grave:
¡Claribel!
¡Una música escondida,
Claribel,
eres por siempre en mi vida,
Claribel!
Maná de mi eterna herida,
leche rosa y luz florida,
Claribel.
Vierte mi labio un perfume:
Claribel,
musgo y clavel que resume
Claribel.
¡Mirra que eterna sahume,
óleo que no se consume,
Claribel!
De un nigromante el compás,
Claribel,
Trazó en mi alma: “Nunca más
Claribel”.
¡Y así a mis ojos jamás
como el alba volverás,
Claribel!

Autor del poema: Franz Tamayo

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