CANTO DE MACUILXOCHITZIN 

Empiezo a cantar yo Macuilxochitzin,
yo doy placer al autor de la vida.
¡Que empiece el baile!
En la región de los muertos
está también su morada:
no se lleven allá los cantos,
son solamente de aquí…
¡Que empiece el baile!
Itzcoatl pueden llamarte los que duran de Chalco,
fue tu suerte avasallar al Matlazinca,
oh Itzcoatl Axayacatl fuiste a dispersar
el pueblo de Tlacotepec.
Se revuelven y entrelazan
tus flores y tus fémulas de papel
y con ellas les das gusto al matlazinca,
al de Toluca, al de Tlacotepec.
Ahora es cuando se dan flores
y plumajes del autor de la vida.
Los escudos de madera se sostienen en las manos,
en el lugar del peligro,
en donde se hacen cautivos,
en medio de la pelea,
en el campo de combate.
Quieren ser iguales nuestros cantos,
quieren ser iguales nuestras flores,
hemos barrido cabezas para dar placer
al que da la vida.
La flor de la espada de madera en tu mano está,
oh Axayacatl y con ella echa brotes
la florida sangre divina, la florida hoguera,
y con eso se van embriagando los que van con nosotros.
Por nosotros abres sus flores de guerra
en Ehecatepec y en Mexico.
Avanzan y con ella se embriagan
y hay aplauso de los capitanes de guerra,
vosotros, de Acolhuacan y de Tepanecapan.
Cuando conquistó Axayacatl
por todos lados en la región de Matlazinco:
en Malinalco, Ocuila, Tecualoya y Xocotitlan.
De allá se vino a Xiquipilco.
Allá le hirió una pierna un otomí llamado Tlilatl.
Y cuando llegó a México dijo a sus mujeres:
Preparen un maxtle y una tilma
y se lo darán y lo vestirán.
Y les dijo:
Vaya el otomí que me hirió en la pierna,
que viva en temor.
Y éste dijo:
Puesto que me tienen que matar ustedes,
que venga la tabla y el raspador.
Con esto viene a saludar el salvaje a Axayacatl.
Ya tendrá que temer.
Y así se lo dieron sus mujeres.

Autor del poema: Macuilxochitzin

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