CONVERSACIONES EN EL BAR 

Dicen que lo maté, lo oí en La Habana; pero nadie quiso decírmelo a mí solo. Esperaron el teatro lleno y lo gritaron a pedradas, con huevos podridos y tomates. No dicen que lo maté, técnicamente; sino que lo vendí, que lo entregué en mi casa, entre sábanas blancas. Sí, Granada andaba loca en busca de colores. Azul y rojo, rojo y gualda en las banderas, por los arrayanes, las arreboleras, en el carmen de Falla, husmeando fuego ritual y sangre en los rosales. Ruiz Alonso, mascando un clavel negro entre las fauces lo mandó a perseguir y nos buscaron casa por casa, porque la nuestra era toda Granada y allí me lo encontraron, ya pálido, los sayones de tricornio. Mis hermanas le llevan camisas y holandas con alhucema y azahares. Allí los sayones se están rifando sus vestiduras. Allí se oyó que yo era él y que esa misma noche me matarían. Y Ruiz Alonso, chafando su clavel, mandó hacer fuego sobre la L azul de Luis en la pijama.

Autor del poema: Ernesto Mejía Sánchez

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