15 Poemas de paz
EL ANCHO MAR
El cielo sobre el ancho mar, yo no lo necesito.
Tampoco pienso soltar el inmenso cráneo de papel.
Me dirigiré al cielo para capturar el viento huidizo.
Yo solo quiero un minuto,
Yo solo quiero un poco de luz,
Yo solo quiero una fisura abierta,
Como un niño que se encarama
Delante de la ventana de la habitación oscura
Y mira la fisura abierta de las cuatro esquinas
Del cielo, mira el minuto,
El poco de luz.
OCTUBRE II
A través de la paz del agua pura,
el sol le dora al río sus verdines;
las hojas secas van, y los jazmines
últimos, sobre el oro a la ventura.
El cielo, verde, en la más libre altura
de su ancha plenitud, deja los fines
del mundo en un extremo de jardines
de ilusión. ¡Tarde en toda tu hermosura!
¡Qué paz! Al chopo claro viene y canta
un pájaro. Una nube se desvae
sin color, y una sota mariposa,
luz, se sume en la luz... y se levanta
de todo no sé qué hálito, que trae,
triste de no morir aún más, la rosa.
"El encuentro"
Hay un momento,
hay un instante,
hay un lugar en alguna parte ...
Cuando me miro a mi misma
con los ojos de mi corazón;
cuando en el atardecer
miro hacia atrás
al día colmado y saciado de sol ...
Me miro,
me pregunto,
me respondo,
me encuentro.
Mar
PAZ
Enviado por poesiatelechis Seguir
Parar la guerra
es de vital acuerdo
y ejemplar acción.
A las palomas
que blancas son sinceras
y gran corazón.
Zangolotean
felices la ocasión,
la paz se logró.
siglema 575
Del libro: Entre siglemas.
Autor: Carlos de la Cruz Suárez.
Sosiego entre el desorden.
Transcurren los días, pasaron ya meses
la pradera luce tranquila
el ave que posaba se fue de viaje,
la pradera luce tranquila.
Tempestades soportó antes de su ausencia,
pues su labor era intentar mantenerla bella,
un día, simplemente voló, a dónde fue?
frenético y con miedo quise encontrarte,
pero lo que vi a continuación me paralizó.
Ahora aquella ave posaba en otro valle,
comprendí que ya no volvería de regreso
y dar marcha atrás era lo más sensato.
El tiempo puso las cartas sobre la mesa,
el amanecer de su llegada significó una época apolínea,
el pináculo de lo que pensé que era amor,
vaya error, vaya error el mío.
Cegado por la apariencia de tan sublime ave,
se me hizo indiferente entender lo que hacía con mi pradera,
pues mis recursos empezó a sorber,
se adueñó de todo dejándome sin nada.
Ignorancia o falta de coraje,
miedo a echarlo a perder,
falta de firmeza,
realmente no sé por qué no actué.
Pero la ignorancia no es lo mismo que la inocencia,
y todo acto tiene su consecuencia,
ahora yo tenía que rendir cuentas.
Inóspita fue su llegada, al igual que su partida
y, aunque ya se sentía el fin,
una parte de mi quería que se quedara,
pero, ¿cómo cambiar a un ave nómada?.
Se marchó, dejándo muchas incógnitas,
dejando una pradera con hojas mustias.
La pradera ya no era lo de antes,
ya no era bella.
Sin embargo no todo estaba perdido,
pues la pradera siempre tuvo un cuidador,
ahora dispuesto a enmedar sus actos,
se dispuso a cuidar una pequeña flor que sobrevivió.
Con mucho esfuerzo logró hacerla medrar,
poco a poco restauró lo destruido,
logrando tener una mejor pradera que en el pasado,
haciendo que fuera digna de admirar.
Una bella lección aprendió aquel cuidador,
a no esperar una ave y a su pradera cuidar,
aprendió a cerrar la ventana que le lastimó,
sin importar que linda sea la vista.
Ahora transcurren los días, pasaron ya meses
la pradera luce tranquila
el ave que posaba se fue de viaje,
la pradera luce tranquila.
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