Dos palabras
13 Septiembre 2023, 23:35
Tanto hablé
que un día las moscas quisieron construir
una urbanización con sus calles, sus avenidas,
sus zonas verdes, su centro comercial
y hasta sus pisos con garaje y trastero
dentro de mi boca.
Mentí como un sucio bellaco.
Grité verdades como los puños de Mazinger Z
(a menudo fueron solo gritos sin más)
y también dije silencios como castillos,
Y yo, sin parar de repetir silencios,
uno tras otro,
como una pornostar en misa,
como un político enchufado a la máquina de la verdad,
como un loro cabreado con el mundo...
Eventualmente de mi boca brotó humo,
humo y niebla articulada que no me dejaban ver más palabras que las mías.
Provoqué alguna minirevolución
que no duró más de una noche de borrachera.
Vendí la luna a los hombres lobo
y el arco iris a algún ciego.
Conté el mar a los escorpiones
y la electricidad a los locos de las luciérnagas.
Era capaz de tejer discursos que paraban al viento,
de escupir monosílabos imperativos como katanas
o de recitar en el idioma de los sauces y los contenedores de basura..
Capaz de susurrar teorías magistrales en futuro
que fundían las tierras más frías
allá por las distancias más cortas.
Alguna vez se me escapó el corazón
al querer hablar
y otras incluso vomité el alma por las aceras.
Hablé bajo el agua, y me ahogué con el eco
inverosímil de mis palabras.
Muchas veces la cagué
con un laxante de subjuntivos imperfectos,
otras perdí la lengua
en la gravedad que otorga e impone la sed de los vermilinguos.
Y no pocas, mis palabras fueron boomerangs
que me rompieron el pecho -y casi la boca-.
Pero no, no lo hice;
yo, copiloto a sol y sombra de mis palabras,
nunca me callé
(ni tampoco fui justamente remunerado por ello)
No, sinceramente, nunca me callé...
Salvo cuando alguna vez tuve que decirlo,
cuando de verdad tuve que decir
esas dos palabras mágicas e insustituibles,
y que hoy tan solo puedo justificar diciendo
que en plena vorágine catatónica
e implosiva,
aquellos instantes me quedé mudo
¡como una jodida piedra!