38 Poemas en prosa 

LA MIRADA

Sólo cuando la mirada se abre al par de lo visible se hace una aurora. Y se detiene entonces, aunque no perdure y sólo sea fugitivamente, sin apenas duración, pues que crea así el instante. El instante que es al par indeleblemente uno y duradero. La unidad, pues, entre el instante fugitivo e inasible y lo que perdura. El instante que alcanza no ser fugitivo yéndose.
Inasible. El instante que ya no está bajo la amenaza de ser cosa ni concepto. Guardado, escondido en su oscuridad, en la oscuridad propia, puede llegar a ser concepción, el instante de concebir, no siempre inadvertido.
Y así, la mirada, recogida en su oscuridad paradójicamente, saltando sobre una aporía, se abre y abre a su vez, “a la imagen y semejanza”, una especie de, circulación. La mirada recorre, abre el círculo de la aurora que sólo se dio en un punto, que se muestra como un foco, el hogar, sin duda, del horizonte. Lo que constituye su gloria inalterable.

Autor del poema: María Zambrano

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EL TIGRE EN EL JARDÍN

Sueño con mi casa de Masaya, con la quinta que malbarató mi padre, donde pasé la infancia. Estamos a la mesa, en el pequeño comedor rodeado de vidrieras. Comemos carne asada sangrante, todavía metida en el fierro. Su fragancia esparce cierta familiaridad animal. Hay visitas de seguro, amigos y parientes, pero no veo sus rostros. En una esquina de la mesa, yo como lentamente. De improviso vuelvo la cabeza hacia el jardín y veo el tigre, a cinco o seis pasos de nosotros, tras la vidriera. Tomo la escopeta del rincón, rompo un vidrio y le disparo enseguida. Yerro el tiro mortal y la bestia cobarde y mal herida huye de tumbo en tumbo bajo los naranjales. Mi padre saca una botella de etiqueta muy pintada, con las medallas de oro de las exposiciones, y leo varias letras que dicen Torino. Salen a relucir unos vasitos floreadí-simos, azules, magenta, ámbar, violeta. Todos beben y alaban mi rapidez y agilidad, no así la imprudencia de disparar sin percatarme si el arma estaba cargada. Unos dicen que cuando la bala iba en el aire, la fiera impertinente movió el cuello y ya no le di en el corazón sino en la paletilla. Yo como lentamente. Debe ser día de San Juan, día de mi madre, solsticio de verano. La mente ardida sigue dando vueltas al tigre. En un descuido lo persigo hasta verlo caer como un tapiz humillado a los pies de mi cama. Todos siguen bebiendo. Ahora felicitan a Myriam, pero la mujer consigna sin reproche que son cosas mías, cosas de mi sola imaginación.

Autor del poema: Ernesto Mejía Sánchez

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APARIENCIA: TODO TIENE REMEDIO

¿Eres «moralmente» tan anticuada que consideras la vanidad femenina una frivolidad? Ya deberías saber que las
mujeres quieren sentirse guapas para sentirse amadas. Y
querer sentirse amada no es una frivolidad.
Si piensas que «has nacido» así y que no tiene remedio,
ten la seguridad de que estás desistiendo de algo muy importante: de tu propia capacidad de atraer. ¿Quieres saber
algo? La obesidad tiene remedio. El pelo sin vida tiene
remedio. Una cara sin gracia tiene remedio. Todo tiene remedio.
¿La solución? La solución es no ser una mujer desanimada y triste. Y la otra solución es tener como objetivo ser «tú
misma», pero más atractiva, y no alcanzar un tipo de belleza
que nunca podría ser el tuyo.

Autor del poema: Clarice Lispector

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ESTAR OCUPADA

Si te sobra demasiado tiempo, hasta el punto de conocer
una de las peores cosas de la vida –el tedio–, piensa en estas
posibles ocupaciones:
–Explotar las aptitudes con las que has nacido o las que
has adquirido y que podrían desarrollarse.
–Hacer de algunas de tus aptitudes un medio de trabajo
regular, remunerado.
–Aplicar tu bondad a servir a cuantos la necesiten.
–En vez de comprar todas las cosas que tú o tu familia
necesitáis, hazlas tú misma.

Autor del poema: Clarice Lispector

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ENVIDIA

Visión multicolor y delicada en su cabeza, tú rehúyes la mía. Él posee los astros y los animales de la tierra, los campesinos y las mujeres para servirse de ellos. El Océano lo acunó, a mí el mar, y es él quien recibió todas las imágenes. Ligeramente, roza los despojos que levanta, todo se arregla y me siento la cabeza pesada
que aplasta los frágiles tallos.

Si creíste, destino, que yo podía partir, tendrías que haberme dado alas.

Autor del poema: Pierre Reverdy

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ANTES DE LA OCULTACIÓN

Comencé a cantar entre dientes por obedecer en la oscuridad absoluta que no había hasta entonces conocido, la vieja canción del agua todavía no nacida, confundida con el gemido de la que nace; el gemido de la madre que da a luz una y otra vez para acabar de nacer ella misma, entremezclado con el vagido de lo que nace, la vida parturiente. Me sentí acunada por este lloro que era también canto tan de lejos y en mí, porque nunca nada era mío del todo. ¿No tendría yo dueño tampoco?
La música no tiene dueño, pues los que van a ella no la poseen nunca. Han sido por ella primero poseídos, después iniciados. Yo no sabía que una persona pudiera ser así, al modo de la música, que posee porque penetra mientras se desprende de su fuente, también en una herida. Se abre la música sólo en algunos lugares inesperadamente, cuando errante el alma sola, se siente desfallecer sin dueño. En esta soledad nadie aparece, nadie aparecía cuando me asenté en mi soledad última; el amado sin nombre siquiera. Alguien me había enamorado allá en la noche, en una noche sola, en una única noche hasta el alba. Nunca más apareció. Ya nadie más pudo encontrarme.

Autor del poema: María Zambrano

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LA LLAMA

Asisitida por mi alma antigua, por mi alma primera al fin recobrada, y por tanto tiempo perdida. Ella, la perdidiza, al fin volvió por mí. Y entonces comprendí que ella había sido la enamorada. Y yo había pasado por la vida tan sólo de paso, lejana de mí misma .Y de ella venían las palabras sin dueño que todos bebían sin dejarme apenas nada a cambio. Yo era la voz de esa antigua alma. Y ella, a medida que consumaba su amor, allá, donde yo no podía verla; me iba iniciando a través del dolor del abandono. Por eso nadie podía amarme mientras yo iba sabiendo del amor. Y yo misma tampoco amaba. Sólo una noche hasta el alba. Y allí quedé esperando. Me despertaba con la aurora, si es que había dormido. Y creía que ya había llegado, yo, ella, él... Salía el Sol y el día caía como una condena sobre mí. No, no todavía.

Autor del poema: María Zambrano

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Abriré mi corazón para ti

Enviado por marl  Seguir

te quiero escribir una carta pero no tengo palabras
te quiero querer de la forma en que nadie nunca me quiso, no puedo evitar que el mundo te trate como una mierda pero puedo hacerte sonreír y darte un abrazo cuando lo necesites , te puedo cantar una canción te puedo redactar en una hoja de papel ,darte las emociones mas bonitas estar contigo cuando estés bien y cuando estés mal ,contigo quiero ser yo misma no quiero fingir ser alguien mas ,confiar en ti y que confíes en mi , que no seamos perfectos sino sinceros

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Devora ya.

Enviado por ubosatlha  Seguir

Devora ya por la noche el que nada olvida carnívoro mi mente. Pero no me come de un bocado, mas bien me mordisquea aquí y allá inmisericorde, indeciso de acabar conmigo y el dolor se hace frio... se hace niebla blanca cual negro.
De apoco se alimenta abriendo mis carnes y me lleva la vida y la digiere en tranquilidad en algun nido en la lejana montaña y nada hago. Nada puedo, nada espanto y pierdo todo y nada y sonrío con labios cortados por zarpas que fuerzan mi voluntad y la destripan y juguetean con sus entrañas las crías furtivas.
Y nada hago porque nada puedo salvo morir.

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HORA Y TIEMPO PARA TODO

¿Por qué hay mujeres que nunca se acuerdan de mirar
el reloj cuando van a salir? Por eso es normal verlas, por
la mañana temprano, camino de la oficina, ya cargadas de
pinturas, joyas y perfumes, ostentando vistosos atuendos.
No notan el ridículo que hacen. Otras, exagerando lo que
pretenden que sea su «sencillez», se presentan en cualquier
lugar, en horario nocturno, a veces incluso en reuniones en
casas particulares, con sandalias, faldas y blusas deportivas,
cuando no con pantalones y los peinados menos indicados.
Una mujer elegante no hace esto. Para ésta el lugar y
la hora son factores importantes para la tarea de «vestirse
bien» y «presentarse bien». Tan importantes como la edad
en relación con la moda, el maquillaje y el peinado.
Si no quieres ser objeto de críticas irónicas, de risitas,
antes de empezar a arreglarte, antes de elegir el peinado y
el vestido que vas a llevar, mírate primero a ti misma: «¿qué
edad aparento?». Después tu tipo: «¿no estaré un poco gorda (o delgada) para llevar esto?». Después el reloj. Todo
esto, claro, después de haber decidido si vas a un lugar donde se exige ropa deportiva o traje de vestir.

Autor del poema: Clarice Lispector

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