18 Poemas de la generación del 98 

BLAS, EL BOBO

Blas, el bobo de la aldea,
vive en no quebrado arrobo;
La aldea es de Blas el bobo,
pues toda a Blas le recrea.

Blas, que se crió desde niño
sin padres, con madre moza,
en una perdida choza,
libre de carnal cariño;

Blas, tradición la más pura,
sabe todo el calendario,
reza a la tarde el rosario
y le ayuda a misa al cura.

Gracias a Blas el bendito
no descarga Dios su vara
sobre la aldea, la ampara
Blas, botón del infinito.

Autor del poema: Miguel de Unamuno

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DABA EL RELOJ LAS DOCE... Y ERAN DOCE

Daba el reloj las doce... y eran doce
golpes de azada en tierra...
— ¡Mi hora! ...—grité. El silencio
me respondió: —No temas;
tú no verás caer la última gota
que en la clepsidra tiembla.
Dormirás muchas horas todavía
sobre la orilla vieja,
y encontrarás una mañana pura
amarrada tu barca a otra ribera.

Autor del poema: Antonio Machado

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CASTILLA

Tú me levantas, tierra de Castilla,
en la rugosa palma de tu mano,
al cielo que te enciende y te refresca,
al cielo, tu amo,

Tierra nervuda, enjuta, despejada,
madre de corazones y de brazos,
toma el presente en ti viejos colores
del noble antaño.

Con la pradera cóncava del cielo
lindan en torno tus desnudos campos,
tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro
y en ti santuario.

Es todo cima tu extensión redonda
y en ti me siento al cielo levantado,
aire de cumbre es el que se respira
aquí, en tus páramos.

¡Ara gigante, tierra castellana,
a ese tu aire soltaré mis cantos,
si te son dignos bajarán al mundo
desde lo alto!

Autor del poema: Miguel de Unamuno

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A LA DESIERTA PLAZA

A la desierta plaza
conduce un laberinto de callejas.
A un lado, el viejo paredón sombrío
de una ruinosa iglesia;
a otro lado, la tapia blanquecina
de un huerto de cipreses y palmeras,
y, frente a mí, la casa,
y en la casa la reja
ante el cristal que levemente empaña
su figurilla plácida y risueña.
Me apartaré. No quiero
llamar a tu ventana... Primavera
viene --su veste blanca
flota en el aire de la plaza muerta--;
viene a encender las rosas
rojas de tus rosales... Quiero verla...

Autor del poema: Antonio Machado

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CAFÉ CANTANTE

El guitarrista aparece
circunspecto en el tablado,
y se sienta en una silla
con poco desembarazo;
el cantador, cerca de él,
va a colocarse en un banco,
y con una vara corta
que lleva a la diestra mano
a su manera, sin duda,
va los compases marcando.
El guitarrista es cetrino,
moreno, peludo y flaco.
El cantador es un gordo
con cierto aire de gitano.
Comienzan las florituras,
los arpegios complicados,
en la guitarra, y de pronto,
empieza el gordo su canto.
Se eleva una queja extraña
en el aire, como un pájaro,
y cae después como cae
un ave con un balazo;
vuelve a subir nuevamente,
otra vez, por lo más alto,
y tan pronto es una queja
de teológico arrebato,
que llega casi a tener
la emoción de algo sagrado,
como parece una broma
o un comentario muy zafio.
Bailan después seguidillas,
sevillanas y fandangos
unas mujeres morenas
con grandes ojos pintados
y batas con faralaes
que les llega a los zapatos.
Alguna estrella del arte
se menea como un diablo,
y danza con tanta fuerza
un bailoteo tan bárbaro,
con un estrépito tal,
que tiembla todo el estrado.

Autor del poema: Pío Baroja

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A UN NARANJO Y A UN LIMONERO

Vistos en una tienda de plantas y flores

Naranjo en maceta, ¡qué triste es tu suerte!
Medrosas tiritan tus hojas menguadas.
Naranjo en la corte, qué pena da verte
con tus naranjitas secas y arrugadas.
Pobre limonero de fruto amarillo
cual pomo pulido de pálida cera,
¡qué pena mirarte, mísero arbolillo
criado en mezquino tonel de madera!
De los claros bosques de la Andalucía,
¿quién os trajo a esta castellana tierra
que barren los vientos de la adusta sierra,
hijos de los campos de la tierra mía?
¡Gloria de los huertos, árbol limonero,
que enciendes los frutos de pálido oro
y alumbras del negro cipresal austero
las quietas plegarias erguidas en coro;
y fresco naranjo del patio querido,
del campo risueño y el huerto soñado,
siempre en mi recuerdo maduro o florido
de frondas y aromas y frutos cargado!

Autor del poema: Antonio Machado

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FANTASÍA ICONOGRÁFICA

La calva prematura
brilla sobre la frente amplia y severa;
bajo la piel de pálida tersura
se trasluce la fina calavera.
Mentón agudo y pómulos marcados
por trazos de un punzón adamantino;
y de insólita púrpura manchados
los labios que soñara un florentino.
Mientras la boca sonreír parece,
los ojos perspicaces,
que un ceño pensativo empequeñece,
miran y ven, profundos y tenaces.
Tiene sobre la mesa un libro viejo
donde posa la mano distraída.
Al fondo de la cuadra, en el espejo,
una tarde dorada está dormida.
Montañas de violeta
y grasientos breñales,
la tierra que ama el santo y el poeta,
los buitres y las águilas caudales.
Del abierto balcón al blanco muro
va una franja de sol anaranjada
que inflama el aire, en el ambiente oscuro
que envuelve la armadura arrinconada.

Autor del poema: Antonio Machado

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HABLA, QUE LO QUIERE EL NIÑO

¡Habla, que lo quiere el niño!
¡Ya está hablando!

El Hijo del Hombre, el Verbo
encarnado
se hizo Dios en una cuna
con el canto
de la niñez campesina,
canto alado.

¡Habla, que lo quiere el niño!
¡Hable tu papel, mi pájaro!

Háblale al niño que sabe
voz del alto,
La voz que se hace silencio
sobre el fango...
Háblale al niño que vive
en su pecho a Dios criando...

Tú eres la paloma mística,
tú el Santo
Espíritu que hizo el hombre
con sus manos...

Habla a los niños, que el reino
tan soñado
de los cielos es del niño
soberano,
del niño, rey de los sueños,
¡corazón de lo creado!

¡Habla, que lo quiere el niño!
¡Ya está hablando!

Autor del poema: Miguel de Unamuno

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