IN MEMORIAM 

El miedo como un pez escurridizo,
lento como la cámara
lenta,
borroso bajo el agua, irreal, diluido.
Desde este lado de la orilla, el taxi
corre hacia el hospital.
El miedo de las oraciones
que recitas, inútiles,
tan necesarias ahora
que subes por la escala que teje el desamparo.
Segundo piso. Planta. Todo perdido. Oscuro.
El Muerto no está muerto
(mi hermano y su crudeza).
El Muerto (y esa risa
nerviosa) no está muerto,
pero ya se reparten
el sueldo las urracas.
Mi hermano otra mañana:
Esta vez es la buena, la mala, ahora ya está.
Otra vez el teléfono, frío como los peces
de montaña, nerviosos, duros, huecos, estériles.
Desde este lado de la vida, el metro
devora (línea 2) las estaciones:
Las Musas, Esperanza
(dos muchachas transbordan hacia Prosperidad).
Dentro de la oficina
el muerto enciende
las pantallas y piensa
en el Muerto, en un taxi
que no devora ya
las 10 de la mañana.
Lejos de todo, huyendo (la historia de tu vida
pasa en 15 segundos, como dicen que pasa
a los muertos. Agonizar también
es tu forma de vida).
El miedo, un nombre nuevo.
El miedo, el sobrenombre
que el cobarde le da a su cobardía.
Introduzca la clave,
(enter the password).
Con una mezcla ácida de soledad, egoísmo,
rabia, pena, cansancio, lástima
de sí mismo,
el muerto escribe:
Amén.

Autor del poema: Javier Rodríguez Marcos

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