LA TARDE MUERTA
Se moría la tarde rosa
De una Primavera lejana,
Desmayándose temblorosa
En los vidrios de mi ventana.
Por mi alcoba cerrada al huerto
Ya la carretera tan larga,
Pasaba el minuto desierto
Con una lentitud amarga,
Ya del sol no quedaba ni una
Mancha de oro en el infinito.
Yo no he visto cosa ninguna
Más triste que ese azul marchito.
Tanto tiempo! dije, hace tanto
Que decliné esta tarde mustia
Con un helado desencanto
Y aromada de vieja angustia,
Delante de los callejones
Bordados de ramas gentiles
Al rimar mis desolaciones
Bajo mis canas infantiles!
Oh, la sentimental pobreza
De los que ni una flor cortamos,
Porque fue hostil la maleza
Para la prisa que llevamos!
De los romeros taciturnos
Que fuimos desdeñando todo,
Llenos de los cielos nocturnos
Que mienten astros en el lodo!
Caminos tiene el alma!.. ¿Fuimos Quizás en busca de un
remedio...?
Siempre asolados nos rendimos Ante las llanuras del tedio...
Y después de soñar ilusos
Que el término no estaba lejos,
Nos despertamos muy confusos
Porque nos encontramos viejos.
Ah, quién mirara la dulzura
Del crepúsculo, adolescente,
O abriera a la mañana pura
Los ojos de un convaleciente!
Y la negra ramazón viva
De los árboles centenarios
Se inclinó, como pensativa
En mis recuerdos solitarios,
Con un son de manantial de agua
Que sigue goteando la pena
De la ilusión que arde en la fragua
De una tarde lenta y serena...
Autor del poema: Humberto Fierro