LA TIERRA Y LA LUNA 

Se acercaba el día de su decimoctavo cumpleaños,

y la Tierra se encontraba acostada boca hacia algún lugar del espacio porque desde que vio a la Luna no dejó de provocarse efectos mariposa en el estómago.

A ver si así podía poner un poco de práctica la teoría del caos... Y conocerla.

Pero la Luna era ordenada, meticulosa y apasionada de las cifras,

al principio no se fiaba de alguien de había tardado solo cinco billones de años en pedirle salir a una chica, que tal vez su interés era superficial y solo le interesaba las vistas, porque se comentaba que con ella los polvos... estelares, se veían de maravilla.

Pero el día de la cita la Luna se esmeró buscando en el armario una fase, preguntándose si no era muy atrevido vestirse ese escotado cuarto menguante, si maquillarse o dejarse ver los cráteres, si darle una oportunidad a una chica después de haber saltado para la humanidad y dado pasitos en falso para los hombres.

Y mientras la Tierra no paraba de preguntarse qué iba a contarle.

Tal vez lo de que después de los dinosaurios de mayor quería ser controlador aéreo de estrellas fugaces, que en la Tierra todos eramos ciudadanos de un lugar llamado Primer Mundo porque el segundo nos sabía a poco y el tercero estaba en vías de desarrollo.

Que en la tierra éramos unos extremistas religiosos un poco absurdos, y nos llenábamos la boca de orgullo gritando: "Mi Dios besa mejor que el tuyo".

Que en la Tierra no importa el color de la piel, que nadie te detiene para que justifiques tu existencia con un trozo de papel, que es más fácil ser mujer, que dos sí se pelean aunque uno no quiera y al revés, que uno no tiene suficiente con dos y busca a tres para inventarse que son felices los cuatro hasta que se multiplica el problema y cuatro acaba llamando al cero dieciséis.

Que los refugiados no están hechos de opiniones en internet, que en la Tierra no nos rompemos el corazón para recordar al pasado, que no somos tan simples, que después de una relación "fuimos" no se conjuga en el pretérito perfecto complicado.

¿Cómo iba a impresionar a la lúnatica que afectaba su gravedad? A la que dijeron que era imposible tapar el Sol con un solo eclipse y demostró que no era verdad.

Cuando lo único genuino era que la Tierra somos unos rebeldes a la hora de amar, que toda la Vía Láctea ya puede declararse en huelga que ese día iremos a trabajar, que no somos más que un instante en este lugar, pero vivimos como si la eternidad no fuese más que una hora que todavía no ha cumplido la mayoría de edad.

La Tierra podía contarle todo eso a la Luna, con algún que otro engaño, o simplemente empezar la cita diciéndole que era su cumpleaños.

Autor del poema: César Brandon

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