29 Poemas de melancolía
A TUS EXANGÜES PECHOS, MADRE MELANCOLÍA
A tus exangües pechos, Madre Melancolía,
he de vivir pegado, con secreta amargura,
porque absorbí los éteres de la amarga filosofía
y todos los venenos de la literatura.
En –fatigada de sed alma mía-
sueña con una Arcadia de sombra y de verdura,
y con ello el don sencillo de un odre de agua fría
y un racimo de dátiles y un pan sin lavadura.
Todo el dolor antiguo y todo el dolor nuevo
mezclado sutilmente en mi espíritu llevo
Con el extracto de una fatal sabiduría.
Conozco ya las almas, las cosas y los seres,
he recorrido mucho las playas y los Citeres…
¡Soy tu hijo predilecto, Madre Melancolía!
¿POR QUÉ TE FUISTE?
Entonces te volví a ver de manos
De alguien que no era yo.
Enserio no sabes cuanto me dolió,
Ustedes jugueteando, de aquí para allá,
Y yo, yo solo observaba.
Es que eres tan tierna, como pudiste!
Delicada, dócil a la hora de hablar,
¿Pero de amar?
Musa de mis letras,
ahora a quien le escribo,
Para quien serán mis delirios?
Me dejaste ahí, solo y sin sentido.
MELANCOLÍA
Madre o hermana mía, taciturna y huraña
que has hecho luminosa tu pobre soledad
que suavizaste el quejido y acallaste la saña
y ofreces a los tristes tu sombra de piedad.
Quiero que me lleves en tu barca sombría
por los mares ignotos donde todo es inerte
donde reina la noche y muere la alegría
a los vastos dominios de donde impera la muerte.
Abre tus brazos! Oh gran melancolía!
y deja que mi vida se envuelva en tus saudades,
así tu gran tristeza del brazo con la mía
puede ser que den vida a nuevas claridades.
Deja que recueste mi cabeza cansada
sobre tu regazo de paz y santidad,
que me olvide de todo, lo que me absorba la nada
que se esfume mi vida en tu gran soledad.
Deja que me abrace a tus sombras tranquilas,
que me pierda en tu seno y explore tus arcanos
que me sacien de silencio mis hambrientas pupilas
y de suavidades mi temblorosas manos.
Enséñame la senda melancólica hermana
que va hacia los silencios y las renunciaciones
que nos lleva a esa tierra misteriosa y lejana
donde hallan paz y sosiego los tristes corazones.
Una parte de tí
Quiero decirte,
Que si el amor muere,
Me iré de ti, sin irme de tu lado,
Porque tú,
Eres la luz de mi alma,
Y aunque nuestros caminos se dividan,
Tú, te llevas una parte de mí.
MELANCOLÍA
la historia de la melancolía
nos incluye a todos.
me retuerzo entre las sábanas sucias
mientras fijo mi mirada
en las paredes azules
y nada.
me he acostumbrado tanto a la melancolía
que
la saludo como a una vieja
amiga.
ahora tendré 15 minutos de aflicción
por la pelirroja que se fue,
se lo diré a los dioses.
me siento realmente mal
realmente triste
entonces me levanto
PURIFICADO
aunque no haya resuelto
nada
(…)
hay algo mal en mí
además de la
melancolía.
ME ACORDÉ DE TI
Eso es un: nunca sabré más de ti,
Que ironía pero esto es así.
Quise quedarme, extender mi partida,
Pero tú, me buscaste la salida.
Quería que este enigma durara,
Pero tú, con ansias, hiciste que se acabara.
Siento punzones en el pecho,
Saber que no estoy más en tu lecho,
Saber que a ti, ya no más pertenezco.
Pensar que en sueños, un mundo creé,
Risas, juegos y caricias empleé.
No nos olvidemos de tus flores favoritas,
En mis días siempre, el olor a margaritas.
LA SOMBRA
Dulces y amorosos sueños
de la virgen candorosa,
que tomáis en el espacio
blanca y delicada forma;
melancólicos suspiros
de la flor que se deshoja,
que os convertís en el cielo
en espíritus de aroma;
yo siento sobre mi frente
vuestras alas temblorosas,
y siento en los labios míos
el beso de vuestra boca.
Lloráis para consolarme
de mis pasadas congojas,
y ese llanto es el rocío
que se columpia en las rosas.
Mas si queréis que no pene,
desde el cielo en donde mora,
si no al ángel que me inspira
bajadme al menos su sombra.
MELANCOLÍA
Hermano, tú que tienes la luz, dime la mía.
Soy como un ciego. Voy sin rumbo y ando a tientas.
Voy bajo tempestades y tormentas
ciego de sueño y loco de armonía.
Ése es mi mal. Soñar. La poesía
es la camisa férrea de mil puntas cruentas
que llevo sobre el alma. Las espinas sangrientas
dejan caer las gotas de mi melancolía.
Y así voy, ciego y loco, por este mundo amargo;
a veces me parece que el camino es muy largo,
y a veces que es muy corto…
Y en este titubeo de aliento y agonía,
cargo lleno de penas lo que apenas soporto.
¿No oyes caer las gotas de mi melancolía?
NEVER MORE
Oh, recuerdos, recuerdos! ¿qué me queréis? Volaba
un turbión de hojas secas; ponía el sol un brillo
de oro viejo en el bosque húmedo y amarillo,
y la fugaz llovizna de otoño sollozaba.
Ibamos los dos solos; su cabellera de oro
volaba loca al viento, cual nuestra fantasía.
— ¿Cuál fue el día más bello de tu vida?— decía
junto a mí, con su acento angélico y sonoro.
Respondió a su pregunta mi sonrisa discreta;
después, devotamente, con gesto de poeta,
besé su mano blanca de dedos afilados.
¡Ah, qué fragancia tienen nuestras primeras rosas
y qué bien suena, como músicas deliciosas,
el primer sí que brota de unos labios amados!
DE NOCHE
No ya mi corazón desasosiegan
las mágicas visiones de otros días.
¡Oh Patria! ¡oh casa! ¡oh sacras musas mías!...
Silencio! Unas no son, otras me niegan.
Los gajos del pomar ya no doblegan
para mí sus purpúreas ambrosías;
y del rumor de ajenas alegrías
sólo ecos melancólicos me llegan.
Dios lo hizo así. Las quejas, el reproche
son ceguedad. ¡Feliz el que consulta
oráculos más altos que su dueño!
Es la Vejez viajera de la noche;
y al paso que la tierra se le oculta,
ábrese amigo a su mirada el cielo.
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