NO ERA EL AMOR, NI LA ROSA, NI LA VOZ DEL VIENTO 

No era el amor, ni la rosa, ni la voz del viento en el deshabitado murmullo de la noche.
Era ella, muerta.
Aislada en las serranías ásperas y desvalidas,
bajo el eterno paréntesis de sus cuernos sin amparo,
entre las cuatro sombras de sus pupilas vacías.

Su maternidad en la esfera de sus urbes
dormidas para el hijo,
para la amistad,
la Tierra.

Y luego la blanca llanura de la muerte.

(Yo seguía en el atento afán de la zozobra
aquel recuerdo de nieblas
entre los árboles).

Y cuando lo dijeron,
el niño inocente derramó sus lágrimas en la cocina
y las ciudades del Sur,
ignorando,
dormían.

Era ella, la que iba
a solazarse con el cedro.
La que partía, como el clavel sin sangre, a donde nadie sabe.

Autor del poema: Pablo Antonio Cuadra

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