OQUENDO DE AMAT 

Vivía sin corazón;
vivía de su respiro;
tenía, como el gorrión,
el corazón de suspiro.

Cuando bebía su té,
nunca comió su tostada;
era de ayuno y de fe
como una enamorada.

Murió como doce veces;
pedía dinero, bajo;
y brincaba de altiveces
por el mundo y el carajo.

Le nombraban al reír:
todos lo sabían loco:
él juglaba hasta morir,
y uno le pagaba poco.

¡Cómo se volvió prudente
con la sensatez lobuna!
Era tan inteligente
y manso como la luna.

Hizo verso que lloraba
como Dios ha de llorar,
ternura que declinaba
muy antes de comenzar,
como el sol que sí acaba,
que no acaba, en el mar.

Autor del poema: Martín Adán

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