ORGÍA
¡Coruscante en su boca, la panacea!
Las Venas del padre no son
Sino hilos de celaje azul, ramaje del blasón.
El espíritu ha hecho de su cráneo
La sola brújula del pensamiento.
Las manos levantan el cielo raso
Como antorchas de ciencia y de progreso.
He aquí que nuestras mejillas se tornan carmesíes.
Somos sus huéspedes de gran linaje.
Luego nos procuran su ambrosía
El ajo, la estricnina y el sublimado.
Corimbos, umbelas, encajes en llama.
Mis miradas tatúan los senos de la dama.
Oh hermanos, que mi corazón haga la vuelta de la mesa.
¡Sobre mi rostro lamentable, mis lágrimas no son sino gotas de sangre!
Estos brazos nacientes como tromba sórdida de la axila,
El innoble deseo y el vientre, los pómulos de la infame
junto a la salina blancura del mantel
¡Duerme! ¿Para qué la amargura fluyente
de tus santas y lejanas soledades, oh mi alma?
Ellos, urgidos por la sombra de los grandes caminos,
franquean temprano las puertas del Edén.
Luego yo, el indigente, me quedo junto a Lázaro
Cogiendo sus cortezas y sus migas de pan.
Autor del poema: Alfredo Gangotena