POEMA A MI MADRE 

En lo más hondo de ti,
sé que te he traicionado, madre.

Todo porque ya no soy
el niño dormido
en el fondo de tus ojos.

Todo porque tú ignoras
que hay lechos donde el frío no se para
y noches rumorosas de aguas matinales.

Por eso, a veces, las palabras que te digo
son duras, madre,
y nuestro amor es desdichado.

Todo porque perdí las rosas blancas
que apretaba junto al corazón
en el retrato enmarcado.

Si supieses cómo aún amo las rosas,
quizá no llenases tus horas de pesadillas.

Pero tú has olvidado muchas cosas;
te has olvidado de que mis piernas han crecido,
que todo mi cuerpo ha crecido,
¡y hasta mi corazón
se ha hecho enorme, madre!

Mira -¿quieres oírme?-
a veces todavía soy el niño
que se durmió en tus ojos;
aún aprieto contra el corazón
rosas tan blancas
como las que tienes en el retrato;

aún escucho tu voz:
Érase una vez una princesa
en medio de un naranjal...

Pero -sabes- la noche es enorme,
y todo mi cuerpo ha crecido.
He salido del marco,
he dado a beber mis ojos a las aves.

No me he olvidado de nada, madre.
Guardo tu voz dentro de mí.
Y te dejo las rosas.

Buenas noches. Yo me voy con las aves.

Autor del poema: Eugenio de Andrade

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