34 Poemas argentinos 

La Maga.

Enviado por lilith  Seguir

La maga eras vos y
¿Quien limpiara mis lágrimas
cuando estas se detengan?
No se acerquen demasiado
Yo no arreglo corazones rotos
He pensado que tengo una habilidad
Para atraer a los que no amo
Y los que yo amo,bueno
Han partido lejos mi señor
Como huyendo de una hiena
Se han ido
Pero, ¿Quien tenia la habilidad aqui?
Fuego,arde,quema
Agua,suave,ahoga
Las lágrimas se detienen
Pero no hay nadie para verlo
Porque vos
Vos sos la maga.

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ALZA TUS BRAZOS...

Alza tus brazos,
ellos encierran a la noche,
desátala sobre mi sed,
tambor, tambor, mi fuego.

Que la noche nos cubra con una campana,
que suene suavemente a cada golpe del amor.

Entiérrame la sombra, lávame con ceniza,
cávame del dolor, límpiame el aire:
yo quiero amarte libre.

Tú destruyes el mundo para que esto suceda
tu comienzas el mundo para que esto suceda.

Autor del poema: Juan Gelmán

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LOS LAMENTOS (LA VUELTA DE MARTÍN FIERRO)

- 551 -
Aquel bravo compañero
en mis brazos espiró;
hombre que tanto sirvió,
varón que fue tan prudente,
por humano y por valiente
en el desierto murió.

- 552 -
Y yo, con mis propias manos
yo mesmo lo sepulté.
A Dios por su alma rogué
de dolor el pecho lleno.
Y humedeció aquel terreno
el llanto que redamé.

- 553 -
Cumplí
con mi obligación,
no hay falta de que me acuse,
ni deber de que me escuse
aunque de dolor sucumba.
Allá señala su tumba
una cruz que yo lo puse.

- 554 -
Andaba de toldo en toldo
y todo me fastidiaba.
El pesar me dominaba
y entregao al sentimiento,
se me hacía cada momento
oír a Cruz que me llamaba.

- 555 -
Cual más, cual menos los criollos
saben lo que es amargura.
En mi triste desventura
no encontraba otro consuelo
que ir a tirarme en el suelo
al lao de su sepoltura.

- 556 -
Allí pasaba las horas
sin haber naides conmigo.
Teniendo a Dios por testigo
y mis pensamientos fijos
en mi muger y mis hijos,
en mi pago y en mi amigo.

- 557 -
Privado de tantos bienes
y perdido en tierra agena,
parece que se encadena
el tiempo y que no pasara,
como si el sol se parara
a contemplar tanta pena.

- 558 -
Sin saber qué hacer de mí
y entregado a mi aflición,
estando allí una ocasión,
del lado que venía el viento
oí unos tristes lamentos
que llamaron mi atención.

- 559 -
No son raros los quejidos
en los toldos del salvage,
pues aquel es vandalage
donde no se arregla nada
sino a lanza y puñalada
a bolazos y a corage.

- 560 -
No preciso juramento,
deben creerle a Martín Fierro.
He visto en ese destierro
a un salvage que se irrita,
degollar una chinita
y tirársela a los perros.

- 561 -
He presenciado martirios
he visto muchas crueldades,
crímenes y atrocidades
que el cristiano no imagina;
pues ni el indio ni la china
sabe lo que son piedades.

- 562 -
Quise curiosiar los llantos
que llegaban hasta mí,
al punto me dirigí
al lugar de ande venían.
¡Me horrorisa todavía
el cuadro que descubrí!

- 562 -
Era una infeliz muger
que estaba de sangre llena,
y como una Madalena
lloraba con toda gana.
Conocí que era cristiana
y esto me dio mayor pena.

- 563 -
Cauteloso me acerqué
a un indio que estaba al lao;
porque el pampa es desconfiao
siempre de todo cristiano,
y vi que tenía en la mano
el rebenque ensangrentao.

Autor del poema: José Hernández

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EL PESCADOR DE SIRENAS

Con el corazón y la cabeza
En incompatible matrimonio,
El buen pescador busca un testimonio
A sus frustrados sueños, en su propia tristeza.
Su poético desvarío,
Dos años ha que refresca
En el desamparo azul del lago frío,
El injusto fracaso de tal pesca.

Es por la noche, cuando en éxtasis de blancura
El astro nocturno desciende macilento
Como un témpano de luz por la hondura
Líquida del firmamento.

A lo lejos canta un acueducto.
En consonancia con sus penas,
Y si bien el anzuelo nunca le dá producto,
Lo cierto es que ha visto las sirenas.

Bogan muy cerca de la superficie
Blancas y fofas como enormes hongos,
O deformando en desconcertante molicie
Sus cuerpos como vagos odres oblongos.

Surgen aquí y allá, suavemente sensuales.
Un sedeño vientre, un seno brusco,
Qué bien pronto disuélvense en los hondos cristales
Con fosfórica putrefacción de molusco.
Otras nadan más hondas,
En lenta congelación de camelias,
Difluyendo con vagas sutilidades blondas,
Cabelleras boreales de hipnóticas Ofelias.
Flotan en lo profundo como en una hamaca,
Y la luna les pinta con su habitual ingenio,
Bajo angustiosas órbitas de cara flaca,
Azules párpados de proscenio.
Alguna que pasa
Bajo un tembloroso suspiro de gasa,
Con repentina oferta
En breve copo su cendal anuda,
Para quedarse temblando desnuda
Y al amoroso polen de la luna, entreabierta.
Sin saberse de dónde,
Brota una gigantesca llenando el lago.
Pero, felizmente, luego se esconde
Entre lactescencias de un ópalo vago.
Colmó la esmeralda umbría
De las nocturnas aguas, su anca gorda,
¡Cómo el lago no desborda
Con tan enormes damas de la mitología!
En cambio hay más de una,
Cuya desnudez, en volátil anemia,
No es más que un poco de luna
En la curva de un cristal de Bohemia.
Y otras son finas
Como porcelanas art nouveau para regalo;
Con un tembloroso halo
Que bien pronto las funde en linfas opalinas.

Aunque cada noche hermosa
Las ve nadar en el agua lenta.
Con el alma sedienta
Como una arena amorosa,
El buen pescador tiene ideas bien grises.
En cuanto
A su proyecto tan próximo al desencanto;
Y como ha seguido el método de Ulises,
Nunca pudo oír el hechicero canto.

A veces bien quisiera ser su émulo
Y deleitarse con las anfibias sopranos,
Pero el terror de los antiguos arcanos
Lo paraliza en un mutismo trémulo.

En tanto, ¿por qué extraña carambola,
A pesar de tanto desvelo,
El constante anzuelo
No ha podido pescar una sola?
En vano lo pregunta al seto,
A la espuma, a las ondas tersas
(Como es de estilo) nunca sabrá que su secreto
Está ¡oh, lector! en las nubes diversas.

«Le bastaría mirar el firmamento...»
Sí, pero incurre en la pertinacia
De no mirarlo. Esta es la gracia.
Y también la razón de su descontento.
«La bola de la luna, en acto tan sencillo,»
«Fuera a su deplorable enojo»
«Como pedrada en ojo»
«De boticario...» ¡Abominable chascarrillo
Que le causa grima y sonrojo!
«Las nubes se reflejan en el agua;»
«Es así que hay nubes sobre ese estanque; luego...»
Sin duda que de tal modo se fragua
Un argumento enteramente griego;
Mas, oh lector, concéntrate en ti mismo
Y juzga de esas penas con tu alma fuerte:
Si fuesen capaces del silogismo
¿Habría allá un pescador de tal suerte?...

Lo malo es que una noche de ideas más perplejas,
Se destapa de pronto las orejas.
Oye, naturalmente, el canto maldito,
Arrójase —homérida— al agua sinfónica,
Y como dirá la crónica.
Pone fin a sus días sin dejar nada escrito

Por ello, al influjo de tan triste fortuna,
Un llanto sublime sus mejillas tala.
Y su lánguido suspiro se aduna
Al simétrico rizo que resbala
Sobre el lago temblado suavemente de luna,
Como un piano de cola por una leve escala.

Autor del poema: Leopoldo Lugones

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