16 Poemas bolivianos 

¿QUO VADIS?

Sola, en el ancho páramo del mundo,
Sola con mi dolor,
En su confín, con estupor profundo
Miro alzarse un celeste resplandor:

Es Él! Aparición deslumbradora
De blanca y dulce faz,
Que avanza, con la diestra protectora
En actitud de bendición y paz.

Inclino ante El mi rostro dolorido
Temblando de ternura y de temor,
Y exclamo con acento conmovido:
- A dónde vas, Señor?

- La Roma en que tus mártires supieron
En horribles suplicios perecer
Es hoy lo que Los césares quisieron:
Emporio de elegancia y de placer.

Allí está Pedro. El pescador que un día
Predicó la pobreza y la humildad,
Cubierto de lujosa pedrería
Ostenta su poder y majestad.

Feroz imitador de Los paganos,
El Santo Inquisidor

Ha quemado en tu nombre a sus hermanos…
Adónde vas, Señor?

Allá en tus templos donde el culto impera
Qué hay en el fondo? O lucro o vanidad.
Cuán pocos son los que con fe sincera
Te adoran en espíritu y verdad!

El mundo con tu sangre redimido,
Veinte siglos después de tu pasión,
Es hay más infeliz, más pervertido,
Más pagano que en el tiempo de Nerón.

Ante el altar de la Deidad impura,
Huérfana de ideal, la juventud
Contra el amor del alma se conjure
Proclamando el placer como virtud.

Las antiguas barbaries que subsisten,
Sólo cambian de nombre con la edad;
La esclavitud y aun el tormento existen
Y es mentira grosera la igualdad.

Siempre en la lucha oprimidos y opresores!
De un lado, la fortuna y el poder,
Del otro, la miseria y sus horrores;
Y todo iniquidad… Hoy como ayer.

Hoy como ayer, Los pueblos de la tierra
Se arman para el asalto y la traición,
Y alza triunfante el monstruo de la guerra
Su bandera de espanto y confusión.

Ciega, fatal, la humanidad se abisma
En Los antros del vicio y del error.
Y duda, horrorizada de sí misma…
Adónde vas, Señor?

Autor del poema: Adela Zamudio

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EL ULTIMO HUAYÑO

Guarda la tierra larvas
y el aire giros.
Pasan leves suspiros
y sombras parvas.
Así al destino
canto el último huayño
el cierzo andino!

Autor del poema: Franz Tamayo

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BEETHOVEN

Jamás dolor más noble
vibró en la fibra!
Así insonora vibra
el alto roble!
Era Beethoven
dolor siempre sonoro
y siempre joven!

Autor del poema: Franz Tamayo

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NUBES Y VIENTO

Del sol del verano los rayos de fuego
calcinan la tierra,
Las horas transcurren y en lenta agonía
se abraza y consume la mustia pradera.

En la árida playa del próximo río
tan sólo hay enjutas y ardientes arenas;
vapores que se alzan de un fétido estanque,
brillando a lo lejos titilan y tiemblan.

En todo el espacio que abarca la vista
ni un alma se mueve, ni un eco resuena.
Que paz y que tedio! solemne el paisaje
de un gran cementerio la calma remeda.

De pronto en la línea del ancho horizonte
blanquísima nube surgiendo ligera
se agranda, se extiende, y en pocos instantes
entolda la esfera.

La atmósfera ardiente palpita de gozo
y el leve murmullo de brisa indiscreta
en prados y bosques esparce el anuncio
de próxima fiesta.

La anuncian distantes Los ecos confusos
del viento que vuela;
sutil, diligente, retoza en el prado,
se lanza a la aldea,

Recorre Las calles, tropieza en Los muros,
sacude Las puertas,
y en calles y prados exclama triunfante:
Ya vienen! Ya llegan!

Y plantas y flores sacuden el polvo
y al goce se aprestan,
y en tanto, en la nube que entolda el espacio
retumba la orquesta.

Turbión de agua y viento que anubla el paisaje
con loco algazara chillando se acerca
y al soplo pujante se agita confusa
la vasta pradera.

Turbión de agua y viento que arrastra en sus giros
ramajes y flores, guijarros y arenas,
y en pocos instantes, sembrando el desorden,
transforma la escena.

Flexible y gozosa se entrega a su impulso
la inquieta arboleda,
y molles y sauces ensayan la danza
tendida a Los aires la gran cabellera.

Los troncos añosos, el bárbaro empuje
resisten apenas
con secos gruñidos, de bosques y prados
la suerte lamentan:

Pared piedrecillas de la árida playa,
sabeis, revoltosas, a dónde se os lleva?
queréis ver mañana cubierta de escombros
la hermosa pradera?

Las flores que al borde del fétido estanque
lucieron sencillas su blanca inocencia
qué harán si ese fango se agita y rebosa
de miasmas malsanos llenando la senda?

Al ave que el nido colgó de la rama
que suerte le espera?
Qué hacéis, insensatos, trastorno y desorden
sembrando doquiera?

Y el viento, aturdido, con risa estridente
responde a sus quejas;
y en tanto en la nube que entolda el espacio
retumba la orquesta.

La danza prosigue. Mil gritos de orgía
se apagan por grados... La noche comienza...
Y el campo, cubierto de fango y destrozos,
se envuelve en tinieblas.

Qué fue de las aves, qué fue de las flores,
qué fue de la hermosa, fecunda pradera?...
Tras noche de horrores se ve como siempre
surgir la mañana brillante y serena.

Vistiendo ropajes de frescos matices
las ramas se cubren de brotes y yemas,
el campo renace luciendo sus galas,
sus galas eternas!

Tal es oh misterio! la ley de la vida
que todo renueva,
que el viento y la nube son fuerzas que a un tiempo
destruyen y crean.

Mas ay! que esa aurora transcurre cual otras,
la pálida tarde de nuevo se acerca
y exhala en el fango confusos gemidos
el alma doliente de flores ya muertas.

Vosotras que, erguidas, alzáis a los cielos
la frente serena
sabéis por ventura lo que es la existencia?

Ah! triste el destino que cupo a las flores
Felices las piedras,
felices las rocas que ignoran la vida
que sienten apenas.

También cual vosotras ufanas un día
pasamos las horas forjando quimeras;
mas ahora... Que somos? despojos humildes
que abonan el surco que el germen sustenta.

Brotar de la nada, sentirse inmortales,
soñar unas horas... Volver a la tierra...
Oh ley misteriosa! continua mudanza,
cuál es tu grandeza?

Si el íntimo anhelo, perfume del alma
que sube a la esfera,
no alcanza otra vida; si sólo es engaño,
si sólo es quimera,
maldita mil veces! oh madre! oh Natura!
maldita mil veces tu vana tarea!

Autor del poema: Adela Zamudio

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WILLIAM BLAKE

Vio lo invisible a todos
ojo de lince,
y en luzbélico esguince
se hurtó los nodos
Conflagró abismos
Y habita, salamandra,
sus cataclismos.

Autor del poema: Franz Tamayo

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BALADA DE CLARIBEL

En la desolada tarde,
Claribel,
al claror de un sol que no arde,
Claribel,
me vuelve el amante alarde,
Claribel,
aunque todo dice: “Es tarde,
Claribel”.
Lleva en sus alas el viento,
Claribel,
tu nombre como un lamento,
Claribel,
y en vano mis ansias siento
volar tras aquel concento,
Claribel.
Voz con que pía la ausencia,
Claribel,
saudade, canora esencia,
Claribel,
¡Añoranza, transparencia
que la ausencia hace presencia,
Claribel!
Mar profundo y albo monte,
Claribel,
¿es posible que tramonte
Claribel
tras el húmedo horizonte,
y que las nieves remonte
Claribel?
El tiempo es por siempre ido,
Claribel,
y eres quizá todo olvido,
Claribel;
¡mas yo, iluso descreído,
aún pienso que me has querido,
Claribel!
El pan amargo en que muerdo,
Claribel,
hecho está de tu recuerdo,
Claribel.
Y el pasado nada acuerdo:
es un sueño en que me pierdo,
Claribel.
¡Oh mañana azul y rosa,
Claribel,
en que te vi mariposa,
Claribel!
Cantaba en el aire un ave:
“Claribel”,
suave cual la suave
Claribel.
Y unía el plumado clave
dulce risa y lloro grave:
¡Claribel!
¡Una música escondida,
Claribel,
eres por siempre en mi vida,
Claribel!
Maná de mi eterna herida,
leche rosa y luz florida,
Claribel.
Vierte mi labio un perfume:
Claribel,
musgo y clavel que resume
Claribel.
¡Mirra que eterna sahume,
óleo que no se consume,
Claribel!
De un nigromante el compás,
Claribel,
Trazó en mi alma: “Nunca más
Claribel”.
¡Y así a mis ojos jamás
como el alba volverás,
Claribel!

Autor del poema: Franz Tamayo

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