14 Poemas de celos 

A LUCRECIA, QUE LLEVABA UN RELOJ EN SU SORTIJA DE CASADA

Vierte el tiempo, Lucrecia, en esa copa
que acabas de llenar hasta los bordes
y que él levantará, como un trofeo,
brindando por tu amor. Que él envejezca
y no tú. Que se dé cuenta de todo
y no pueda hacer nada, que el veneno
del tempus fugit corra por sus venas
y le devore el cuerpo y el espíritu.
Y cuando en la sortija ya no quede
rastro de tiempo, lléname la boca
con el néctar sin horas de tus labios.

Autor del poema: Luis Alberto de Cuenca

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VERSOS PARA EL DELEITE DEL CORAZÓN

Enviado por henrycv79  Seguir

CELOSO

¿Alegarme amor en este bello día? ¡No quiero llorar!
No debe haber nubes que empañen mi mirada
La calma que es huraña me tiene que llegar

Hoy en mí, mil sonrisas tienen que compensar….
Lo mucho que yo siento como espinas clavada

Que tranza el respirar vital y me conmueve
Al no mirarte dándome placeres
Estas aquí y no estas que crees que a mí me pasa

Me quisiera vengar pero me tienes todo
Tan solo usas mi cuerpo a tus antojos
Hoy día que harás, saquearme como en otros
O darle a mi paz, un rejo por su asombro

Decirme te adoro es incierto y litigioso
No pierdas tu tiempo
Se modesta al castigarme que por cierto
Hoy el frío tiene más flojo mi cuerpo

La loción que exhibes es sahumerio a mi inocencia
El olor a otro lecho es tan solo un teorema
Recórreme con tus besos cuando ya no son candela
Me gusta, imprégname de retazos de tu cuerpo

Eso es lo que para ser feliz yo quiero
Y no espero de ti caricias escondidas
Que solo se le dan a la persona amada
Porque para darlas estas tú vetada

¡Alegarme amor en este tenue día! Ya el sol se ocultó
No, no digas por los dos, por el amor, no mientas tanto
Aprovecha la ocasión para dañarnos
Revuélcame en tus brazos, como andas buscando

Sabes que de tu cuerpo aun yo extraigo
Algunas pinceladas de placeres viejos
De aquellos sentimientos que marcharon
En el tren de tu vivir sin frenos

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SIENTO CELOS

Enviado por wenderazcona  Seguir

*Siento celos de el sol*
*Porque siempre te persigue*
*Siento celos de una flor*
*Porque tu toque recibe*

*Siento celos de la cama*
*Que duerme contigo en la noche*
*Siento celos de la luna*
*Porque tus sentimientos conoce*

*Siento celos de las estrellas*
*Que iluminan a tu ser*
*Siento celos de las lluvias*
*Porque caen sobre tu piel*

*Siento celos de la tele*
*Porque atrae a tu mirada*
*Siento celos de el que puede*
*Lograr que seas su enamorada*

*Tu eres una chica hermosa*
*y es por eso que te quiero*
*Pero siempre habran razones*
*Por las cuales sienta celos*

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CELOS

1

Uno se sienta de frente y se vacían los primeros vasos
lentamente, contemplando fijamente al rival con adversa mirada.
Después se espera el borboteo del vino. Se mira al vacío,
Bromeando. Si tiemblan todavía los músculos,
también le tiemblan al rival. Hay que esforzarse
para no beber de un trago y embriagarse de golpe.

Allende el bosque, se oye el bailable y se ven faroles
bamboleantes -sólo han quedado mujeres
en el entarimado. El bofetón asestado a la rubia
congregó a todo el mundo para regodearse con el lance.
Los rivales notaban en la boca un gusto de rabia
y de sangre; ahora notan el gusto del vino.
Para liarse a golpes, es preciso estar solos,
como para hacer el amor, pero siempre está la noche.

En el entarimado, los faroles de papel y las mujeres
no están quietos con el aire fresco. La rubia, nerviosa,
se sienta e intenta reír, pero se imagina un prado
en que los dos contienden y se desangran.
Les ha oído vocear más allá de la vegetación.
Melancólica, sobre el entarimado, una pareja de mujeres
pasea en círculo; alguna que otra rodea a la rubia
y se informan acerca de si en verdad le duele la cara.

Para liarse a golpes es preciso estar solos.
Entre los compañeros siempre hay alguno que charla
y es objeto de bromas. La porfía del vino
ni siquiera es un desahogo: uno nota la rabia
borboteando en el eructo y quemando el gaznate.
El rival, más sosegado, ase el vaso
y lo apura sin interrupción. Ha trasegado un litro
y acomete el segundo. El calor de la sangre,
al igual que una estufa, seca pronto los vasos.
Los compañeros en derredor tienen rostros lívidos
y oscilantes, las voces apenas se oyen.
Se busca el vaso y no está. Por esta noche
-incluso venciendo- la rubia regresa sola a casa.

2

El viejo tiene la tierra durante el día y, de noche,
tiene una mujer que es suya -que hasta ayer fue suya.
Le gustaba desnudarla, como quien abre la tierra,
y mirarla largo tiempo, boca arriba en la sombra,
esperando. La mujer sonreía con sus ojos cerrados.

Se ha sentado el viejo esta noche al borde
de su campo desnudo, pero no escruta la mancha
del seto lejano, no extiende su mano
para arrancar la hierba. Contempla entre los surcos
un pensamiento candente. La tierra revela
si alguien ha colocado sus manos sobre ella y la ha violado:
lo revela incluso en la oscuridad. Más no hay mujer viviente
que conserve el vestigio del abrazo del hombre.

El viejo ha advertido que la mujer sonríe
únicamente con los ojos cerrados, esperando supina,
y comprende de pronto que sobre su joven cuerpo
pasa, en sueños, el abrazo de otro recuerdo.
El viejo ya no contempla el campo en la sombra.
Se ha arrodillado, estrechando la tierra
como si fuese una mujer que supiera hablar.
Pero la mujer, tendida en la sombra, no habla.

Allí donde está tendida, con los ojos cerrados, la mujer no habla
ni sonríe, esta noche, desde la boca torcida
al hombro lívido. Revela en su cuerpo,
finalmente, el abrazo de un hombre: el único
que podría dejarle huella y que le ha borrado la sonrisa.

Autor del poema: Cesare Pavese

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