36 Poemas clásicos
DIÁLOGO ENTRE HORACIO Y LIDIA
HORACIO.– Cuando tú me amabas y ningún rival poderoso oprimía tu cuello con sus brazos, me sentía más feliz que el rey de los persas.
LIDIA.– Cuando no ardías más por otra y Lidia no reinaba en tu corazón después de Cloe, la fama de Lidia llegó a ser más ilustre que la de la romana Ilia.
HORACIO.– Ahora me domina Cloe de Tracia, que a su voz dulcísima reúne el arte de pulsar ta cítara, y por ella no temería morir si los hados perdonasen su vida, que me es tan adorable.
LIDIA.– Calais, el hijo de Órnito de Turio, me abrasa en su propia llama, por quien sufriría dos veces la muerte si así lograba que el destino respetase a joven de mí tan querido
HORAClO.– ¿Y si vuelve el amor que antes nos profesábamos y sujeta con férreos lazos nuestros corazones?' ¿Y si doy alolvido a la rubia Cloe y abro mi puerta a Lidia, a quien rechacé?
LIDIA.– Aunque mi amante es más hermoso que un astro y tú más ligero
HIMNO A AFRODITA
Inmortal Afrodita la del trono pintado
la hija de Zeus, tejedora de engaños, te lo ruego:
no a mí, no me sometas a penas ni angustias
el ánimo, diosa.
Pero acude aquí, si alguna vez en otro tiempo,
al escuchar de lejos de mi voz la llamada,
la has atendido y, dejando la áurea morada
paterna, viniste,
Tras aprestar tu carro. Te conducían lindos
tus veloces gorriones sobre la tierra oscura.
Batiendo en raudo ritmo sus alas desde el cielo
cruzaron el éter,
y al instante llegaron. Y tú, oh feliz diosa,
mostrando tu sonrisa en el rostro inmortal,
me preguntabas qué de nuevo sufría y a qué
de nuevo te invocaba,
y qué con tanto empeño conseguir deseaba
en mi alocado corazón. ¿A quién, esta vez
voy a atraer, oh querida, a tu amor? ¿Quién ahora,
ay Safo, te agravia?
Pues si ahora te huye, pronto va a perseguirte;
si regalos no aceptaba, ahora va a darlos,
y si no te quería, en seguida va a amarte,
aunque ella resista.
Acúdeme también ahora, y líbrame ya
de mis terribles congojas, cúmpleme que logre
cuanto mi ánimo ansía, y sé en esta guerra
tu misma mi alidada.
LA ODISEA (FRAGMENTO)
Y vi a Sísifo, que soportaba pesados dolores, llevando una enorme piedra entre sus brazos. Hacía fuerza apoyándose con manos y pies y empujaba la piedra hacia arriba, hacia la cumbre, pero cuando iba a trasponer la cresta, una poderosa fuerza le hacía volver una y otra vez y rodaba hacia la llanura la desvergonzada piedra. Sin embargo, él la empujaba de nuevo con los músculos en tensión y el sudor se deslizaba por sus miembros y el polvo caía de su cabeza.
LA ILÍADA (FRAGMENTO)
- ¡Anda, ve, rápida Iris! Haz que se vuelvan y no les dejes llegar a mi presencia, porque ningún beneficio les reportará luchar conmigo. Lo que voy a decir se cumplirá: Encojaréles los briosos corceles; las derribaré del carro, que romperé luego, y ni en diez años cumplidos sanarán de las heridas que les produzca el rayo,
para que conozca la de ojos de lechuza que es con su padre contra quien combate. Con Hera no me irrito ni me encolerizo tanto, porque siempre ha solido oponerse a cuanto digo.
LA ILÍADA (FRAGMENTO)
El Olímpico volvió a excitar el valor de los troyanos, los cuales hicieron arredrar a los aqueos en derechura al profundo foso. Héctor iba con los delanteros, haciendo gala de su fuerza. Como el perro que acosa con ágiles pies a un jabalí o a un león, lo muerde por detrás, ya los muslos, ya las nalgas, y observa si vuelve la cara; de igual modo perseguía Héctor a los melenudos aqueos, matando al que se rezagaba, y ellos huían espantados. Cuando atravesaron la empalizada y el foso, muchos sucumbieron a manos de los troyanos; los demás no pararon hasta las naves, y allí se animaban los unos a los otros, y con los brazos levantados oraban en voz alta a todas las deidades. Héctor revolvía por todas partes los corceles de hermosas crines; y sus ojos parecían los de Gorgona o los de Ares, peste de los hombres.
HELENA Y TETIS
Es fama, Helena, que la amarga ruina
a Priamo y a sus hijos les sobrevino
por tu culpa y Zeus arrasó con fuego
la santa Troya.
Cuán distinta era aquella doncella gentil
que el Eácida tomó del hogar de Nereo,
invitando a su boda a todos los dioses,
al conducirla
a casa de Quirón. La joven esposa
soltó su cinto virginal. Y unió el amor
a Peleo y la mejor de las Nereidas.
Y ella, al año
le dio a luz un hijo, héroe supremo,
feliz conductor de sus bayos corceles;
mientras que por culpa de Helena murieron
Troya y los frigios.
LA ODISEA (FRAGMENTO)
Cuando por fin dejamos atrás Creta y no se veía tierra alguna, sino sólo cielo y mar, el Cronida puso una oscura nube sobre la cóncava nave y bajo ella se oscureció el ponto. Y Zeus comenzó a tronar al tiempo que lanzaba un rayo contra la nave. Y esta se revolvió toda sacudida por el rayo de Zeus y se Ilenó de azufre.
Todos cayeron fuera de la nave y, semejantes a las cornejas marinas eran arrastrados por las olas en torno a la nave. Dios les había arrebatado el regreso. En cuanto a mí..., afligido como estaba, el mismo Zeus puso entre mis manos el mástil gigantesco de la nave de azuloscura proa para que escapara una vez más de la perdición. Así que, trabado al mástil, me dejaba llevar de los funestos vientos. Durante nueve días me dejé llevar y al décimo una gran ola rodante me acercó —era noche cerrada— a la tierra de los tesprotos, donde me acogió sin pagar precio el héroe Fidón, el rey de los tesprotos.
LA VERDAD
Te busco, pero me desapareces,
cuando ya casi te siento el aliento,
te disipas en el éter, a veces.
Otras, me acongojas el sentimiento,
dedicado a la insistente búsqueda
de la veracidad, del alzamiento.
Entonces, ¿qué es lo que me queda?
Resignación, quizás, o es la espera
aquella que me nutre y me seda.
Yo, que te busco, no soy un cualquiera,
sé que tú estás en mi y yo estoy en ti,
si tan sólo un pedazo acaeciera...
Es mi queja y mi desdicha que envolví,
que sigo, que no me dejaré aturdir,
por tus mazos, por las luces que no vi.
PONTE GUIRNALDAS, OH DICA
…ponte guirnaldas, oh Dica, por tus graciosos
cabellos
tras enlazar con tus manos suaves los tallos de eneldo,
que hasta las flores las Gracias siempre felices se acercan,
pero rechazan la vista de quien guirnaldas no lleva.
ÉGLOGA V. MENALCAS, MOPSO
Men.- Pues nos hallamos juntos, Mopso, agora,
maestros, tú en tañer suavemente,
y yo en cantar con dulce voz sonora,
¿Por qué no nos sentamos juntamente
debajo de estos córilos, mezclados
con estos olmos ordenadamente?
Mop.- Tú eres el mayor; a ti son dados,
Menalca, los derechos de mandarme,
y a mí el obedecer a tus mandados.
Y pues que ansí te place, aquí sentarme,
a la sombra que el Céfiro menea,
quiero, y es mejor, allí llegarme
Al canto de la cueva, que rodea,
cual ves, con sus racimos volteando
silvestre vida en torno, y hermosea.
Men.- Conmigo mismo estoy imaginando,
que Aminta en nuestro campo es quien contigo
tan sólo competir puede cantando.
Mop.- ¿Qué mucho es que compita aquél conmigo?
Presumirá vencer al dios de Delo.
Men.- Mas di si hay algo nuevo, Mopso amigo;
di del amor de Fili y desconsuelo,
di en loor de Alcón, o de los fieros
de Codro; y de tu grey pierde el recelo.
Pierde, que habrá quien guarde los corderos.
Mop.- Antes aquestos versos que he compuesto
quiero probar agora los primeros.
En la corteza escritos los he puesto
de un árbol, y su tono les he dado;
y di compita Amintas después desto.
Men.- Cuando es el blando sauz sobrepujado
de la amarilla oliva, y el espliego,
del rosal es vencido colorado;
Tanta ventaja tú, si no estoy ciego,
haces al mozo Amintas. Mas di agora,
que ya en la cueva estamos, di hora luego.
Mop.- A Dafni, pastor, muerto con traidora
y muerte crudelísima, lloraban
toda la deïdad que el agua mora.
Testigos son los ríos cuál estaban,
cuando del miserable cuerpo asidos
los padres las estrellas acusaban.
No hubo por quien fuesen conducidos
los bueyes a beber aquellos días,
ni fueron los ganados mantenidos.
Aun los leones mismos en sus frías
cuevas tu muerte, Dafni, haber llorado
dicen las selvas bravas y sombrías.
Que por tu mano, Dafni, el yugo atado
al cuello, va el león y tigre fiero.
Tú el enramar las lanzas has mostrado;
Tú diste a Baco el culto placentero;
tú de tu campo todo y compañía
la hermosura füiste y bien entero;
Ansí como del olmo es alegría
la vid, y de la vid son las colgadas
uvas, y de la grey el toro es guía;
Cual hermosea el toro las vacadas,
como las mieses altas y abundosas
adornan y enriquecen las aradas.
Y ansí luego que, crudas y envidiosas,
las Parcas te robaron, se partieron
Apolo y sus hermanas muy llorosas.
Palas y Febo el campo aborrecieron,
y los sulcos que ya llevaban trigo,
de avena y grama estéril se cubrieron.
En vez de la violeta y del amigo
narciso, de sí mismo brota el suelo
espina, y cardo agudo y enemigo.
Pues esparcid ya rosas; poned velo
a las fuentes de sombra, que servido
ansí quiere ser Dafni desde el cielo.
Y con dolor, pastores, y gemido,
un túmulo poned, y en el lloroso
túmulo, aqueste verso esté esculpido:
Yo, Dafni, descansando aquí reposo;
nombrado entre las selvas hasta el cielo;
de hermosa grey pastor muy más hermoso.
Men.- Cuanto al cansado el sueño en verde suelo,
cuando el matar la sed en fresco río,
es causa de deleite y de consuelo;
No menos dulce ha sido al gusto mío
tu canto, y no tan sólo en la poesía,
mas en la voz, si yo no desvarío,
Igualas tu maestro y su armonía.
Dichoso, que por él serás tenido
fuera de toda duda y de porfía.
Mas por corresponder a lo que he oído,
en la forma y manera que pudiere,
quiero poner mis versos en tu oído.
Al cielo encumbraré, cuanto en mí fuere,
a tu Dafni; diré a tu Dafni un canto,
que Dafni a mí también me quiso y quiere.
Mop.- No hay don que a mi jüicio valga tanto,
y mereció en tus versos ser cantado,
y ya me los loaron con espanto.
Men.- De blanca luz en torno rodeado,
con nueva maravilla Dafni mira
el no antes visto cielo ni hollado;
Y puestos so sus plantas, viendo, admira
aquellos eternales resplandores,
y aparta la verdad de la mentira.
Allí, pues, de otras selvas y pastores
alegre y de otros campos goza y prados,
con otras Ninfas trata sus amores.
No temen allí el lobo los ganados,
ni las redes tendidas, ni el cubierto
lazo fabrica engaño a los venados.
Ama el descanso Dafni, y de concierto
los montes y las peñas pregonando
dicen: «Menalca es dios, éste es dios, cierto».
Favorece, pues, bueno prosperando
los tuyos y sus cosas amoroso,
los tuyos que tu nombre están cantando.
Que en este valle agora y bosque umbroso
levanto cuatro aras, y dedico
a Dafni dos, y dos a Febo hermoso.
Y en ellas cada un año sacrifico
de leche dos lecheros apurada,
y de olio vasos dos te santifico.
Y sobre todo en mesa embrïagada,
abundante con vino y alegría,
a la sombra o al fuego colocada.
-A la sombra en verano, mas el día
en que reinare el hielo, junto al fuego-
tu honor festejaremos a porfía.
Dametas y el Egón cantarán luego;
Alfeo imitará también, saltando
los sátiros con risa y dulce juego.
Esto tendrás perpetuo, siempre cuando
el día de las Ninfas, cuando fuere
el día que los campos va purgando.
En cuanto por las cumbres ya paciere
del monte el jabalí; en cuanto amare
el río, y en el agua el pez corriere,
Y en cuanto de tomillo se apastare
la abeja, y ansimismo de rocío
la cigarra su pecho sustentare:
Tanto tu fama y nombre yo confío
irá más de contino floreciendo
al hielo siempre el mesmo y al estío.
Como a Ceres y a Baco a ti ofreciendo
irán sus sacrificios los pastores,
y sus promesas tú también cumpliendo.
Mop.- ¿Qué dones no serán mucho menores
que lo que a versos tales es debido?;
tales que no es posible ser mejores.
Que a mí no me deleita ansí el sonido
del viento, que silbando se avecina,
ni las costas heridas con rüido;
Las costas donde azota la marina;
ni el río sonoroso ansí me agrada,
que en valles pedregosos va y camina.
Men.- Primero, pues, por mí te será dada
esta flauta, con que el Alexi hermoso
de mí, y la Galatea fue cantada.
Mop.- Y tú toma este báculo ñudoso,
que Antino, mereciendo ser amado,
nunca me le sacó, y es muy vistoso
en ñudos, y con plomo bien chapado.
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