42 Poemas colombianos 

PUES SI EL AMOR HUYÓ

Pues si el amor huyó, pues si el amor se fue...
dejemos al amor y vamos con la pena,
y abracemos la vida con ansiedad serena,
y lloremos un poco por lo que tanto fue...

Pues si el amor huyó, pues si el amor se fue...

Dejemos al amor y vamos con la pena..
Vayamos a Nirvana o al reino de Thulé,
entre brumas de opio y aromas de café,
y abracemos la vida con ansiedad serena!

Y lloremos un poco por lo que tanto fue...
por el amor sencillo, por la amada tan buena,
por la amada tan buena, de manos de azucena...

Corazón mentiroso! si siempre la amaré!

Autor del poema: León de Greiff

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LETANÍA

Esta era la letanía recitada por el gaviero mientras se bañaba
las torrenteras del delta:

Agonía de los oscuros
recoge tus frutos.
Miedo de los mayores
disuelve la esperanza.
Ansia de los débiles
mitiga tus ramas.
Agua de los muertos
mide tu cauce.
Campana de las minas
modera tus voces.
Orgullo del deseo
olvida tus dones.
Herencia de los fuertes
rinde tus armas.
Llanto de las olvidadas
rescata tus frutos.

Y así seguía indefinidamente mientras el ruido de las aguas
ahogaba su voz y la tarde refrescaba sus carnes laceradas por
los oficios más variados y oscuros.

Autor del poema: Álvaro Mutis

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A UN PESIMISTA

Hay demasiada sombra en tus visiones,
algo tiene de plácido la vida,
no todo en la existencia es una herida
donde brote la sangre a borbotones.

La lucha tiene sombra, y las pasiones
agonizantes, la ternura huida,
todo lo amado que al pasar se olvida
es fuente de angustiosas decepciones.

Pero, ¿por qué dudar, si aún ofrecen
en el remoto porvenir oscuro
calmas hondas y vívidos cariños

la ternura profunda, el beso puro
y manos de mujer, que amantes mecen
las cunas sonrosadas de los niños?

Autor del poema: José Asunción Silva

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ELVIRA TRACY

¡He aquí del año el más hermoso día,
digno del paraíso! ¡Es el temprano
saludo que el otoño nos envía;
son los adioses que nos da el verano!

Ondas de luz purísima abrillantan
la blanca alcoba de la dulce Elvira;
los pajarillos cariñosos cantan,
el perfumado céfiro suspira.

He allí su tocador: aún se estremece
cual de su virgen forma al tacto blando.
He allí a la madre de Jesús: parece
estar sus oraciones escuchando.

¡Un féretro en el centro, un paño, un Cristo!
¡Un cadáver! ¡Gran Dios!… ¡Elvira!… ¡Es ella!
Alegremente linda ayer la he visto.
¿Y hoy?… hela allí… ¡Solamente bella!

¡No ha muerto: duerme! ¡Vedla sonreída!
Ayer, en esta alcoba deliciosa,
feliz soñaba el sueño de la vida;
¡Hoy sueña el de una vida aún más dichosa:

Ya de la rosa el tinte pudibundo
murió en su faz; pero en augusta calma
la ilumina un reflejo de otro mundo
que al morir se entreabrió para su alma.

Ya para los sentidos no se enciende
la efímera beldad de arcilla impura:
mas, tras de ella, el espíritu sorprende
la santa eternidad de otra hermosura.

Cumplió quince años; ¡ay, edad festiva,
mas misterios y rara; edad traidora!
¡Cuando es la niña para el hombre esquiva,
y a los ángeles férvida enamora!

¡Pobre madre! ¡Del hombre la guardaste,
pero esconderla a su ángel no supiste!
¡La vio, se amaron, nada sospechaste
y en el impensado instante la perdiste!

Vio al expirar a su ángel adorado
y abrió los ojos al fulgor del cielo,
y dijo: -El sacrificio ha terminado.
¡Ven vámonos a casa!-, y tendió el vuelo.

¡Por eso luce tan hermoso el día
indiferente al llanto que nos cuesta!
Hoy hay boda en el cielo; él se gloria:
¡La patria de la novia está de fiesta!

Autor del poema: Rafael Pombo

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EN LA ESTRELLADA NOCHE

En la estrellada noche de vibración tranquila
descorre ante mis ojos sus velos el arcano,
y al giro de los orbes en el cenit lejano
ante mi absorto espíritu la eternidad desfila.

Ávido de la pléyade que en el azul rutila,
sube con ala enorme mi Numen soberano,
y alta de ensueño, y libre del horizonte humano,
mi sien, como una torre, la inmensidad vigila.

Mas no se sacia el alma con la visión del cielo:
cuando en la paz sin límites al Cosmos interpelo,
lo que los astros callan mi corazón lo sabe;

y luego una recóndita nostalgia me consterna
al ver que ese infinito, que en mis pupilas cabe,
es insondable al vuelo de mi ambición eterna.

Autor del poema: José Eustasio Rivera

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NOCTURNO II

¡Poeta!, ¡di paso
los furtivos besos!…

¡La sombra! ¡Los recuerdos! La luna no vertía
allí ni un solo rayo… Temblabas y eras mía
Temblabas y eras mía bajo el follaje espeso,
una errante luciérnaga alumbró nuestro beso,
el contacto furtivo de tus labios de seda…
La selva negra y mística fue la alcoba sombría…
En aquel sitio el musgo tiene olor de reseda…
Filtró luz por las ramas cual si llegara el día,
entre las nieblas pálidas la luna aparecía…

¡Poeta, di paso
los íntimos besos!

¡Ah, de las noches dulces me acuerdo todavía!
En señorial alcoba, do la tapicería
amortiguaba el ruido con sus hilos espesos
desnuda tú en mis brazos fueron míos tus besos;
tu cuerpo de veinte años entre la roja seda,
tus cabellos dorados y tu melancolía
tus frescuras de virgen y tu olor de reseda…
Apenas alumbraba la lámpara sombría
los desteñidos hilos de la tapicería.

¡Poeta, di paso
el último beso!

¡Ah, de la noche trágica me acuerdo todavía!
El ataúd heráldico en el salón yacía,
mi oído fatigado por vigilias y excesos,
sintió como a distancia los monótonos rezos!
Tú, mustia, yerta y pálida entre la negra seda,
la llama de los cirios temblaba y se movía,
perfumaba la atmósfera un olor de reseda,
un crucifijo pálido los brazos extendía
y estaba helada y cárdena tu boca que fue mía!

Autor del poema: José Asunción Silva

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EL ÚLTIMO INSTANTE

Si sólo un instante resta
a nuestro amor desgraciado,
y si ese instante ha llegado
para nunca más volver,
¡Deja, por Dios, este instante
que te acaricie y te adore,
que de amor y angustia llore,
y que llore de placer!
Postrer vez tus blandas formas
sobre mi amante regazo,
tu cuello sobre mi brazo
y el otro en torno de ti.
Locos, atónitos, ebrios,
en delicioso desmayo,
pidamos que venga un rayo
a refundirnos así.
¡Al negro umbral de un infierno
de sufrimiento infinito,
den nuestras almas un grito
de inmensa felicidad!
Que nunca nieguen que amaron,
que un paraíso perdieron:
¡Soñaron cuanto quisieron,
y ese sueño fue verdad!
¡Venga un beso! Y sea más dulce
que aquel primer dulce beso,
y el mismo ardiente embeleso
timbre en tu mágica voz.
Gocemos cual dos que ausentes
tornan al fin a abrazarse,
no cual dos que al separase
se dan el último adiós.
¿Último? No, amada mía,
que el corazón con que te amo
fiel a ti como a su amo
el perro del montañés.
Del naufragio de la vida
me rescatará triunfante
para que venga anhelante
a deponerlo a tus pies.
¿Último? No, que a despecho
del envidioso destino,
no ha de faltarme camino
para volver hasta ti;
ave de amor que anidaste,
yo sabré tender el vuelo
tras del ángel hasta el Cielo,
tras de la mujer aquí.
Más mientras llega la hora
del recuerdo y de la ausencia
y unida con tu existencia
veo mi existencia correr;
¡Deja, por Dios, este instante
que te acaricie y te adore,
que de amor y angustia llore,
y que llore de placer!

Autor del poema: Rafael Pombo

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RIMAS

Tímida, la palabra
de tus labios caía,
y en mi pálida frente
dolorosa y macabra,
toda melancolía
se regó, evanescente,
blanda, como un arrullo...

Oh tu voz adorable...
¡Voz única entre tantas!
(Bajo el influjo suyo
fue placer inefable
mi dolor...) -Hoy no encantas
este fúnebre yermo...

( No sé dónde se riega
-toda melancolía-
tu voz... ) -Y estoy enfermo
porque tu voz no llega
a bañar de alegría
mi sufrir... en mi vida
dolorosa y macabra,
tal vez hubieran sido
para curar la herida,
tu voz y tu palabra
que yo jamás olvido...!

Autor del poema: León de Greiff

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CANCIÓN DE DINARZADA

Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada:
todo tu ser se le entregó a mi ruego!
todo tu ser se le rindió a mi Nada!
todo tu fuego se fundió en mi fuego!

Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada!

Ya qué me importa el torvo rumbo ciego!
Es lumbre para mí la desolada
llanura yerma! Alígero navego
bajo la tempestad desmelenada!

Todo tu fuego se fundió en mi fuego!

Tu grande corazón, tu alma extasiada,
tu espíritu finísimo, a mi ruego
se rindieron: donáronse a mi Nada!
Noche: en tus brazos únicos me entrego,
Dinarzada sutil, noche soñada...

Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada!
Todo tu fuego se fundió en mi fuego!

Autor del poema: León de Greiff

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ARIETA

Yo me enveneno con un recuerdo:

En el violado camarín, la seda
y el sutil vello y de odorante nardo
discreto olor y la hora soñada...

Yo me enveneno con un recuerdo.

En el violado camarín, el mudo
férvido amor que en las pupilas arde
y el tibio zumo de la boca henchida...

Yo me enveneno con un recuerdo.

En el violado camarín, desnuda
la grácil forma sobre el raso verde
y a mí enlazada la delicia toda...

Yo me enveneno con un recuerdo.

Autor del poema: León de Greiff

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