26 Poemas del Romanticismo 

La poesía romántica se circunscribe dentro del denominado periodo del Romanticismo, surgido en Europa durante los siglos XVIII y XIX. Una de sus características es el regreso a la naturaleza, a la belleza, más allá de los conceptos teóricos y abstractos presentes durante el periodo anterior, que fue el de la Ilustración.

Algunos de los autores más destacados de esta época fueron Walt Whitman, Edgar Allan Poe, Victor Hugo, William Blake, Lord Byron, Gustavo Adolfo Bécquer, José de Espronceda o Rosalía de Castro.

LA PALOMA

Una paloma tuve muy dulce, pero un día
se murió. Y he pensado que murió de tristeza.
¡Oh! ¿Qué le apenaría? Sus pies ataba un hilo
de seda, y con mis dedos lo entrelacé yo mismo.
¿Por qué morías, tú, de pies lindos y rojos?
¿Por qué dejarme, pájaro tan dulce? ¿Por qué? Dime.
Muy solito vivías en el árbol del bosque:
¿Por qué, gracioso pájaro, no viviste conmigo?
Te besaba a menudo, te di guisantes dulces:
¿Por qué no vivirías como en el árbol verde?

Autor del poema: John Keats

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A REYNOLDS

¿Dónde hallar al poeta? Nueve Musas,
mostrádmelo, que Pueda conocerlo.
Es aquel hombre que ante cualquier hombre
como un igual se siente, aunque fuere el monarca
o el más pobre de toda la tropa de mendigos;
o es tal vez una cosa de maravilla: un hombre
entre el simio y Platón;
es quien, a una con el pájaro,
reyezuelo o bien águila, el camino descubre
que a todos sus instintos conduce; el que ha escuchado
el rugir del león, y nos diría
lo que expresa aquella áspera garganta;
y el bramido del tigre
le llega articulado y se le adentra,
como lengua materna, en el oído.

Autor del poema: John Keats

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A QUIEN EN LA CIUDAD ESTUVO LARGO TIEMPO...

A quien en la ciudad estuvo largo tiempo
confinado, le es dulce contemplar la serena
y abierta faz del cielo, exhalar su plegaria
hacia la gran sonrisa del azul.
¿Quién más feliz, entonces, si, con el alma alegre,
se hunde, fatigado, en la blanda yacija
de la hierba ondulante y lee una acabada,
una gentil historia de amor y languidez?
Si, atardecido, vuelve al hogar, ya en su oído
la voz de Filomela, y acechando sus ojos
la fúlgida carrera de una pequeña nube,
lamenta el deslizarse del presuroso día,
desvanecido como la lágrima de un ángel
que cae por el éter claro, calladamente.

Autor del poema: John Keats

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UN DESENGAÑO

En las riberas vagando
de la mar, las verdes olas
mira Argelina y contando
las horas que van pasando
vierte lágrimas a solas.

Sus lindos ojos de cielo
en el horizonte fija,
por ver si encuentra un consuelo
¡mas ay!, que es vano el anhelo
que su corazón cobija.

Su amante le dijo allí
desde su buque velero:
«Aguarda Argelina aquí:
Que si hoy dejarte prefiero,
mañana vendré por ti.»

Y entera la noche larga
que silenciosa corría
vio pasar; pero en su impía,
cruel desventura amarga
no vio que su bien volvía.

Y el día también llegó:
Mas fue que llegara en vano,
que el bien que ansiosa esperó,
consuelo del mal tirano,
por el mar no pareció.

Y allí todavía está
mirando a la mar movible,
por ver si la mar le da
lo que tal vez imposible
para Argelina será.

Y viendo al fin reducidas
sus esperanzas en nada,
viendo en el viento esparcidas,
las ilusiones perdidas,
su bienandanza frustrada;

mirando al bien que se aleja
con su fugitivo encanto,
dijo en tristísima queja:
«¿Por qué tan sola me deja,
cuando yo le amaba tanto?

¿Por qué si tras él corrí?
¿Por qué si hasta aquí llegué?
¿Por qué si tanto esperé
a verle más no volví?

¿No comprendió que sin él,
fuera un tormento mi vida,
donde guardara escondida
llena una copa de hiel?

¡Adiós, ventura de un día!
¡Adiós, delicia soñada,
donde he mirado estampada
toda la esperanza mía!

¡Ya nunca más te veré,
que el rudo penar que siento
me irá consumiendo lento,
y de dolor moriré!

¡Adiós, hermosa ribera
donde mi esperanza dejo
ya para siempre me alejo
de tu orilla placentera.

Mas si viniendo él aquí
oyeras su dulce canto,
contéstale, dile cuánto,
cuánto por él padecí!...»

Autor del poema: Rosalía de Castro

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Soy mujer

Enviado por gabl  Seguir

Soy mujer de larga y frondosa cabellera,
de negro cabello que semeja suaves olas
que mueren en la tibia y ancha espalda,
plateados bajo el influjo de brillante luna.

Soy mujer de ojos negros de mirada profunda
de cejas encajadas como arcos protectores,
y pestañas audaces, atrevidas de seductor vaivén.

Soy mujer de tersa y clara piel morena,
de carnosos e incitadores labios rojos,
como rosas amanecidas bañadas de rocío
que incitan al suave y apasionado beso.

Soy mujer de firme y atrayente busto
que causa envidia y tentación masculina,
aunque pasen los años y ceda la juventud
viviré los cuarenta y siempre seré mujer.

gbl
04/09/2018
Derechos Reservados de Autor.

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EL MENDIGO

Mío es el mundo: como el aire libre,
otros trabajan porque coma yo;
todos se ablandan si doliente pido
una limosna por amor de Dios.

El palacio, la cabaña
son mi asilo,
si del ábrego el furor
troncha el roble en la montaña,
o que inunda la campaña
El torrente asolador.

Y a la hoguera
me hacen lado
los pastores
con amor.
Y sin pena
y descuidado
de su cena
ceno yo,
o en la rica
chimenea,
que recrea
con su olor,
me regalo
codicioso
del banquete
suntuoso
con las sobras
de un señor.

Y me digo: el viento brama,
caiga furioso turbión;
que al son que cruje de la seca leña,
libre me duermo sin rencor ni amor.
Mío es el mundo como el aire libre...

Todos son mis bienhechores,
y por todos
a Dios ruego con fervor;
de villanos y señores
yo recibo los favores
sin estima y sin amor.

Ni pregunto
quiénes sean,
ni me obligo
a agradecer;
que mis rezos
si desean,
dar limosna
es un deber.
Y es pecado
la riqueza:
la pobreza
santidad:
Dios a veces
es mendigo,
y al avaro
da castigo,
que le niegue
caridad.

Yo soy pobre y se lastiman
todos al verme plañir,
sin ver son mías sus riquezas todas,
qué mina inagotable es el pedir.
Mío es el mundo: como el aire libre...

Mal revuelto y andrajoso,
entre harapos
del lujo sátira soy,
y con mi aspecto asqueroso
me vengo del poderoso,
y a donde va, tras él voy.

Y a la hermosa
que respira
cien perfumes,
gala, amor,
la persigo
hasta que mira,
y me gozo
cuando aspira
mi punzante
mal olor.
Y las fiestas
y el contento
con mi acento
turbo yo,
y en la bulla
y la alegría
interrumpen
la armonía
mis harapos
y mi voz:

Mostrando cuán cerca habitan
el gozo y el padecer,
que no hay placer sin lágrimas, ni pena
que no traspire en medio del placer.
Mío es el mundo; como el aire libre...

Y para mí no hay mañana,
ni hay ayer;
olvido el bien como el mal,
nada me aflige ni afana;
me es igual para mañana
un palacio, un hospital.

Vivo ajeno
de memorias,
de cuidados
libre estoy;
busquen otros
oro y glorias,
yo no pienso
sino en hoy.
Y do quiera
vayan leyes,
quiten reyes,
reyes den;
yo soy pobre,
y al mendigo,
por el miedo
del castigo,
todos hacen
siempre bien.

Y un asilo donde quiera
y un lecho en el hospital
siempre hallaré, y un hoyo donde caiga
mi cuerpo miserable al espirar.

Mío es el mundo: como el aire libre,
otros trabajan porque coma yo;
todos se ablandan, si doliente pido
una limosna por amor de Dios.

Autor del poema: José de Espronceda

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VII

Voy contra mi interés al confesarlo,
no obstante, amada mía,
pienso cual tú que una oda solo es buena
de un billete del Banco al dorso escrita.
No faltará algún necio que al oírlo
se haga cruces y diga:
Mujer al fin del siglo diez y nueve
material y prosaica... ¡Boberías!
¡Voces que hacen correr cuatro poetas
que en invierno se embozan con la lira!
¡Ladridos de los perros a la luna!
Tú sabes y yo sé que en esta vida,
con genio es muy contado el que la escribe,
y con oro cualquiera hace poesía.

Autor del poema: Gustavo Adolfo Bécquer

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MEG MERRILIES

La vieja Meg era gitana
y vivía en el monte:
era el brezo rojizo su lecho
y al aire libre tuvo su morada.
Negras moras de zarza por manzanas tenía,
por grosellas, simiente de retama;
su vino era el rocío de blancas zarzarrosas,
tumbas del camposanto eran sus libros.

Las ásperas quebradas por hermanas tenía
y por hermanos los alerces:
y sólo en compañía de su familia vasta,
vivió cómo le plugo.
Pasó sin desayuno más de alguna mañana
y sin almuerzo más de un mediodía,
y en vez de cenar, fijamente
contemplaba la luna.

Mas todas las mañanas, con tierna madreselva
sus guirnaldas tejía,
y cada noche, el tejo de la hondonada oscura,
cantando, entrelazaba.
y con sus dedos viejos y morenos
tejía esteras de junco,
que daba a los labriegos
al pasar por el monte.

Fué Meg bizarra como la reina Margarita,
y como de amazona era su talla:
llevó por capa el trozo de alguna manta roja,
tocóse con un mísero sombrero.
Que a sus huesos de vieja conceda Dios descanso,
pues murió ya hace tiempo.

Autor del poema: John Keats

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No soy Neruda

Enviado por poeta2  Seguir

Abrigo nidos en los horizontes de tus brazos,
Tener al frente los vidrios cálidos de la luna
Salpicando al fuego de mis suspiros en barcos,
Si te vas lejana, si algún tren en su vientre te Aleja,
Brillaran sonrisas eternas en brisas de estrellas,
En caminos de nieve abismos protegen tus rastros,
No soy Neruda pero mis versos colgarán en tu cuello.

No hay día que ni cabalgue en tus senos
Y reme en tus ojos el candelabro de la primavera,
En una nube tu cuerpo se apodera de las rosas,
En pétalos de aguas agatas a tu sonrisa en castillos,
En sábanas de palmeras enterramos secretos de luna,
Del Rocío a las dunas de fuego besos nocturnos de colmenas
Vuelven a los pañuelos de mis rimas a tus mejillas

Almohadas adoloridas sumergidas ignotas en tu piel,
En las playas sonambulas de gaviotas giro a tus dedos
Para aromar sombreros en noviazgos de anhelos de lira,
Coloque en tu cuarto estrellas una tarde de mayo, ¿recuerdas?
Miel en tu paladar en sombras de veleros entre celos,
Trinar en algodón de primaveras de primitivas almendras,
Vestiduras de golondrinas a tus altares de luz en ramajes.

No soy Neruda pero derramó centellas en copas de versos
Como hojas de vientos a los prados de tu cuerpo,
Amanecen los pinos desenredados en tus loca cabellera,
Huyen los pájaros a los espejos de tu vientre de lis,
capullos de cristal en frases de manantial presumian las mañanas,
Un río, un arcoiris sentados en tu espalda escribiendo mis sueños,
Albergues de duelos se opacaron en las nostalgias del ocaso

Remolinos sentados en los límites de arroyos de plata,
Duermo en tus noches cuya alba recita errores en lágrimas,
Lirios en horas fugaces envueltas en sorpresas de promesas,
Cual ave en surcos de las cataratas del mar en tus almohadas,
Te amo aquí como un puente de Nirvana a caballo en potreros,
Me ametrallo el alma para obtener los faroles de tu océano,
Ensortijado aroma vuela junto a aves de urañas fuentes melódicas

En vagones de estrellas despierto a callejones empedernidos
Que orientan constelaciones del domingo entre obscuros candiles,
Un llanto al llano llamo a alondra triste en alguna extraña pesadilla,
Soplan las primaveras sus sueños al lecho del invierno entre rezos,
Son las gaviotas en un claro pañuelo de fuego anclando en tus puertos,
Emigran las velas al alba en lamentos de hojas pérdidas al universo,
Era una carretera en la cima de tu ingle en gritos de ecos eternos

Narcisos suspiraban en tus puertas, en tus ventanas de París,
Y, alegraban himnos en los lagos encajados cálidos en tu cuello,
Botones a tus oídos en torres de fragancias en mis anhelos de brújulas,
¡Vuelvo a tus sábanas tibias donde despierta el maizal!
Ora del sendero pensativo que arremete Paz en sombreros de algodón,
El crepúsculo se enciende en tu cuarto como antorcha triste de agosto,
Se ahogan los ciervos entre corrientes del bravío cascajal.

Vibra la lira en altares de liebre susurrando en lis sonámbula,
Brasas en tus ojos, brasas en los horizontes de tu pecho,
Labriego en sigilo de cornisa en balcón de uva bajo sombras,
Montañas en rosas de alfombras murmuraban a la aurora y al alba,
Rezando en tambores inclino mis huellas a tu lecho de las mariposas de marzo,
Voces del domingo en vino al nidar alud tiritando en la madrugada,
Te veo brillante en las colinas de sendas caliza de terciopelo.

No soy Neruda, pero respiro de tus playas poemas de amor,
Libélulas compiten al campanario en ecos de luceros plegados en los prados,
Lámparas en hierbas descansan aflorando oasis en semillas inertes de sol,
Recito la nieve en cántaros suplicando a tu tornado de pastizal,
En dudas de arenas reflejaban espinas del limbo nocturno,
Humedad de girasol revive incómoda como visitando cerezos de enero,
Volcanes saltando entre sortijas de rayos que irradian cenizas crisálidas.

Violentos carruajes en la vía hacia el arco iris se dirigen,
Huyendo en sombras de amapolas descansan adoloridas las luciérnagas en huracanes,
Blancas estrellas decoran al escalar tu vientre de azucena entre tejados,
Morfina en las olas del mar tatúan al azar colmenas de siniestras risas,
Como el humo al horizonte los trenes enterrados en la maleza avanzan,
Tus obscuras pestañas un fúnebre manto de la noche; tacitas de colibrí,
Tu cuerpo una oración sagrada sentada en una banqueta entre las montañas.

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Enviado por poeta2  Seguir

No Soy Neruda (ISAAC FALEN)

Abrigo nidos en los horizontes de tus brazos,
Tener al frente los vidrios cálidos de la luna
Salpicando al fuego de mis suspiros en barcos,
Si te vas lejana, si algún tren en su vientre te Aleja,
Brillaran sonrisas eternas en brisas de estrellas,
En caminos de nieve abismos protegen tus rastros,
No soy Neruda pero mis versos colgarán en tu cuelloNo hay día que ni cabalgue en tus senos
Y reme en tus ojos el candelabro de la primavera,
En una nube tu cuerpo se apodera de las rosas,
En pétalos de aguas agatas a tu sonrisa en castillos,
En sábanas de palmeras enterramos secretos de luna,
Del Rocío a las dunas de fuego besos nocturnos de colmenas
Vuelven a los pañuelos de mis rimas a tus mejillas

Almohadas adoloridas sumergidas ignotas en tu piel,
En las playas sonambulas de gaviotas giro a tus dedos
Para aromar sombreros en noviazgos de anhelos de lira,
Coloque en tu cuarto estrellas una tarde de mayo, ¿recuerdas?
Miel en tu paladar en sombras de veleros entre celos,
Trinar en algodón de primaveras de primitivas almendras,
Vestiduras de golondrinas a tus altares de luz en ramajesNo soy Neruda pero derramó centellas en copas de versos
Como hojas de vientos a los prados de tu cuerpo,
Amanecen los pinos desenredados en tus loca cabellera,
Huyen los pájaros a los espejos de tu vientre de lis,
capullos de cristal en frases de manantial presumian las mañanas,
Un río, un arcoiris sentados en tu espalda escribiendo mis sueños,
Albergues de duelos se opacaron en las nostalgias del ocaso

Remolinos sentados en los límites de arroyos de plata,
Duermo en tus noches cuya alba recita errores en lágrimas,
Lirios en horas fugaces envueltas en sorpresas de promesas,
Cual ave en surcos de las cataratas del mar en tus almohadas,
Te amo aquí como un puente de Nirvana a caballo en potreros,
Me ametrallo el alma para obtener los faroles de tu océano,
Ensortijado aroma vuela junto a aves de urañas fuentes melódicas

En vagones de estrellas despierto a callejones empedernidos
Que orientan constelaciones del domingo entre obscuros candiles,
Un llanto al llano llamo a alondra triste en alguna extraña pesadilla,
Soplan las primaveras sus sueños al lecho del invierno entre rezos,
Son las gaviotas en un claro pañuelo de fuego anclando en tus puertos,
Emigran las velas al alba en lamentos de hojas pérdidas al universo,
Era una carretera en la cima de tu ingle en gritos de ecos eternos

Narcisos suspiraban en tus puertas, en tus ventanas de París,
Y, alegraban himnos en los lagos encajados cálidos en tu cuello,
Botones a tus oídos en torres de fragancias en mis anhelos de brújulas,
¡Vuelvo a tus sábanas tibias donde despierta el maizal!
Ora del sendero pensativo que arremete Paz en sombreros de algodón,
El crepúsculo se enciende en tu cuarto como antorcha triste de agosto,
Se ahogan los ciervos entre corrientes del bravío cascajalVibra la lira en altares de liebre susurrando en lis sonámbula,
Brasas en tus ojos, brasas en los horizontes de tu pecho,
Labriego en sigilo de cornisa en balcón de uva bajo sombras,
Montañas en rosas de alfombras murmuraban a la aurora y al alba,
Rezando en tambores inclino mis huellas a tu lecho de las mariposas de marzo,
Voces del domingo en vino al nidar alud tiritando en la madrugada,
Te veo brillante en las colinas de sendas caliza de terciopeloNo soy Neruda, pero respiro de tus playas poemas de amor,
Libélulas compiten al campanario en ecos de luceros plegados en los prados,
Lámparas en hierbas descansan aflorando oasis en semillas inertes de sol,
Recito la nieve en cántaros suplicando a tu tornado de pastizal,
En dudas de arenas reflejaban espinas del limbo nocturno,
Humedad de girasol revive incómoda como visitando cerezos de enero,
Volcanes saltando entre sortijas de rayos que irradian cenizas crisálidasViolentos carruajes en la vía hacia el arco iris se dirigen,
Huyendo en sombras de amapolas descansan adoloridas las luciérnagas en huracanes,
Blancas estrellas decoran al escalar tu vientre de azucena entre tejados,
Morfina en las olas del mar tatúan al azar colmenas de siniestras risas,
Como el humo al horizonte los trenes enterrados en la maleza avanzan,
Tus obscuras pestañas un fúnebre manto de la noche; tacitas de colibrí,
Tu cuerpo una oración sagrada sentada en una banqueta entre las montañas.

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