41 Poemas españoles 

CUAL VEMOS DEL ROSADO Y RICO ORIENTE

Cual vemos del rosado y rico oriente
la blanca y dura piedra señalarse
y en todo, aunque pequeña, aventajarse
a la mayor del Cáucaso eminente,

tal este (humilde al parecer) presente
puede y debe mirarse y admirarse,
no por la cantidad, mas por mostrarse
ser en su calidad tan excelente.

El que navega por el golfo insano
del mar de pretensiones verá al punto
del cortesano laberinto el hilo.

¡Felice ingenio y venturosa mano
qu'el deleite y provecho puso junto
en juego alegre, en dulce y claro estilo!

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AL TÚMULO DEL REY QUE SE HIZO EN SEVILLA

«¡Voto a Dios que me espanta esta grandeza
y que diera un doblón por describilla!;
porque, ¿a quién no suspende y maravilla
esta máquina insigne, esta braveza?

¡Por Jesucristo vivo, cada pieza
vale más que un millón, y que es mancilla
que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla,
Roma triunfante en ánimo y riqueza!

¡Apostaré que la ánima del muerto,
por gozar este sitio, hoy ha dejado
el cielo, de que goza eternamente!»
Esto oyó un valentón y dijo: «¡Es cierto

lo que dice voacé, seor soldado,
y quien dijere lo contrario miente!»
Y luego encontinente
caló el chapeo, requirió la espada,
miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.

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DELIRIO INDRÉDULO

Bajo la flor, la rama;
sobre la flor, la estrella;
bajo la estrella, el viento.
¿Y más allá?
Más allá, ¿no recuerdas?, sólo la nada.
La nada, óyelo bien, mi alma:
duérmete, aduérmete en la nada.
Si pudiera, pero hundirme…

Ceniza de aquel fuego, oquedad,
agua espesa y amarga:
el llanto hecho sudor;
la sangre que, en su huida, se lleva la palabra.
Y la carga vacía de un corazón sin marcha.
¿De verdad es que no hay nada? Hay la nada.
Y que no lo recuerdes. Era tu gloria.

Más allá del recuerdo, en el olvido, escucha
en el soplo de tu aliento.
Mira en tu pupila misma dentro,
en ese fuego que te abrasa, luz y agua.

Mas no puedo.
Ojos y oídos son ventanas.
Perdido entre mí mismo, no puedo buscar nada;
no llego hasta la Nada.

Autor del poema: María Zambrano

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NADIE SABE HASTA DÓNDE PUEDE LLEVARLE LA OBEDIENCIA

Me gusta recordar que he nacido en Granada:
Libreros, una calle tan pequeña que iba a dar clase

por la noche;
la cerraba, a la izquierda, una pared arzobispal,

una pared muy digna y casi sin ventanas;
generalmente la cubría una pizca de cielo desconchado.
Sí, señor, así fue, no necesita
que le diga mi nombre,
no es preciso,
no lo va a recordar. […]
No cabe vivir más,
sólo quiero decirle que esa vestiduría,
me causó un sufrimiento tan intenso que recorrió mi
cuerpo hasta llegar a hoy,
no sé cómo,
no sé
pero con él vino hasta mí la despreguntación,
y viví en un dolor la vida entera:
al ponerme la enagura tuve la sensación de entrar por
vez primera en la oficina,
al ponerme las medias sentí un dolor de parto,
al ponerme las bragas se me cayó una mano en el
infierno,
y vi la mano arder,
y yo seguía vistiéndome sin manos,
Sí, señor, así fue,
aún me dura la humillación,
el uniforme era tan largo en mi cuerpo de niño como si
me vistiera con la guerra civil,
y cuando todo estaba terminado me puse en la
cabeza un sombrero de niña y aquel sombrero era la muerte de mis padres.

Autor del poema: Luis Rosales

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BIEN DONADO SALE AL MUNDO

Bien donado sale al mundo
este libro, do se encierra
la paz de amor y la guerra,
y aquel fruto sin segundo
de la castellana tierra;
que, aunque le da Maldonado,
va tan rico y bien donado
de sciencia y de discreción,
que me afirmo en la razón
de decir que es bien donado.
El sentimiento amoroso
del pecho más encendido
en fuego de amor, y herido
de su dardo ponzoñoso
y en la red suya cogido,
el temor y la esperanza
con que el bien y el mal se alcanza
en las empresas de amor:
aquí muestra su valor,
su buena o su mala andanza.
Sin flores, sin praderías
y sin los faunos silvanos,
sin ninfas, sin dioses vanos,
sin yerbas, sin aguas frías
y sin apacibles llanos,
en agradables conceptos
profundos, altos, discretos,
con verdad llana y distinta,
aquí el sabio autor nos pinta
del ciego dios los efetos.
Con declararnos la mengua
y el bien de su ardiente llama,
ha dado a su nombre fama
y enriquecido su lengua,
que ya la mejor se llama,
y hanos mostrado que es solo
favorecido de Apolo
con dones tan infinitos,
que su fama en sus escritos
irá d'éste al otro polo.

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XIII

Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase el arpa.

¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!

¡Ay!, pensé, ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz como Lázaro espera
que le diga "¡Levántate y anda!"

Autor del poema: Gustavo Adolfo Bécquer

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EL MANGUITO, EL ABANICO Y EL QUITASOL

También suele ser nulidad el no saber más que una cosa; extremo opuesto del defecto reprehendido en la fábula del pato y la serpiente.


Si querer entender de todo
es ridícula presunción,
servir sólo para una cosa
suele ser falta no menor.

Sobre una mesa, cierto día,
dando estaba conversación
a un abanico y a un manguito
un paraguas o quitasol.

Y, en la lengua que en otro tiempo
con la olla el caldero habló,
a sus dos compañeros dijo:
«¡Oh, qué buenas alhajas sois!

Tú, manguito, en invierno sirves;
en verano vas a un rincón.
Tú, abanico, eres mueble inútil
cuando el frío sigue al calor.

No sabéis salir de un oficio.
Aprended de mí, pese a vos,
que en el invierno soy paraguas
y en el verano quitasol».

Autor del poema: Tomás de Iriarte

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CUANDO PRECIOSA EL PANDERETE TOCA

Cuando Preciosa el panderete toca
y hiere el dulce son los aires vanos,
perlas son que derrama con las manos;
flores son que despide de la boca.

Suspensa el alma, y la cordura loca,
queda a los dulces actos sobrehumanos,
que, de limpios, de honestos y de sanos,
su fama al cielo levantado toca.

Colgadas del menor de sus cabellos
mil almas lleva, y a sus plantas tiene
Amor rendidas una y otra flecha.

Ciega y alumbra con sus soles bellos,
su imperio Amor por ellos le mantiene,
y aún más grandezas de su ser sospecha.

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ALMA

Se levantó sin despertarme.
Andaba lenta, aplastándose tanto
hasta pasar bajo imposibles
sitios huecos,
o estirándose fina como un ala
atravesando puertas entreabiertas.

No tenía vista,
pero salvaba los obstáculos
con previsora maestría.

Ni tacto,
pero evitaba las esquinas
sin recibir un golpe.

Ni oído,
pero cuando el portazo aquél,
sobresaltada,
corriendo vino a mí,
en mí escondiéndose
y despertando en mí,
su cuerpo.

Autor del poema: Manuel Altolaguirre

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LA CANCIÓN DEL PRESENTE

No sé odiar, ni amar tampoco.
Y en mi vida inconsecuente,
amo, a veces, como un loco
u odio de un modo insolente.
Pero siempre dura poco
lo que quiero y lo que no...
¡Qué sé yo!
Ni me importa...
Alegre es la vida. Y corta,
pasajera.
Y es absurdo,
y es antipático y zurdo
complicarla
con un ansia de verdad
duradera
y expectante.
¿Luego?... ¡Ya!
La verdad será cualquiera.
Lo precioso es el instante
que se va.

Autor del poema: Manuel Machado

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