24 Poemas de Luis Cernuda  
ADOLESCENTE FUI...
Adolescente fui en días idénticos a nubes,
cosa grácil, visible por penumbra y reflejo,
y extraño es, si ese recuerdo busco,
que tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy.
Perder placer es triste
como la dulce lámpara sobre el lento nocturno;
aquel fui, aquel fui, aquel he sido...
era la ignorancia mi sombra.
Ni gozo ni pena; fui niño
prisionero entre muros cambiantes;
historias como cuerpos, cristales como cielos,
sueño luego, un sueño más alto que la vida.
Cuando la muerte quiera
una verdad quitar de entre mis manos,
las hallará vacías, como en la adolescencia,
ardientes de deseo, tendidas hacia el aire.
NO INTENTEMOS EL AMOR NUNCA
Aquella noche el mar no tuvo sueño.
Cansado de contar, siempre contar a tantas olas,
quiso vivir hacia lo lejos,
donde supiera alguien de su color amargo.
Con una voz insomne decía cosas vagas,
barcos entrelazados dulcemente 
en un fondo de noche,
o cuerpos siempre pálidos, con su traje de olvido 
viajando hacia nada. 
Cantaba tempestades, estruendos desbocados
bajo cielos con sombra, 
como la sombra misma, 
como la sombra siempre 
rencorosa de pájaros estrellas. 
Su voz atravesando luces, lluvia, frío, 
alcanzaba ciudades elevadas a nubes,
cielo Sereno, Colorado, Glaciar del infierno, 
todas puras de nieve o de astros caídos 
en sus manos de tierra.
Mas el mar se cansaba de esperar las ciudades.
Allí su amor tan sólo era un pretexto vago
con sonrisa de antaño,
ignorado de todos.
Y con sueño de nuevo se volvió lentamente
adonde nadie
sabe de nadie.
Adonde acaba el mundo.
ERAS, INSTANTE, TAN CLARO...
Eras, instante, tan claro.
Perdidamente te alejas,
dejando erguido al deseo
con sus vagas ansias tercas.
Siento huir bajo el otoño
pálidas aguas sin fuerza,
mientras se olvidan los árboles
de las hojas que desertan.
La llama tuerce su hastío,
sola su viva presencia,
y la lámpara ya duerme
sobre mis ojos en vela.
Cuán lejano todo. Muertas
las rosas que ayer abrieran,
aunque aliente su secreto
por las verdes alamedas.
Bajo tormentas la playa
será soledad de arena
donde el amor yazca en sueños.
La tierra y el mar lo esperan.
PEREGRINO
¿Volver? Vuelva el que tenga,
tras largos años, tras un largo viaje,
cansancio del camino y la codicia
de su tierra, su casa, sus amigos,
del amor que al regreso fiel le espere.
Mas ¿tú? ¿volver? Regresar no piensas,
sino seguir libre adelante,
disponible por siempre, mozo o viejo,
sin hijo que te busque, como a Ulises,
sin Itaca que aguarde y sin Penélope.
Sigue, sigue adelante y no regreses,
fiel hasta el fin del camino y tu vida,
no eches de menos un destino más fácil,
tus pies sobre la tierra antes no hollada,
tus ojos frente a lo antes nunca visto.
TODO ESTO POR AMOR
Derriban gigantes de los bosques para hacer un durmiente,
derriban los instintos como flores,
deseos como estrellas
para hacer sólo un hombre con su estigma de hombre.
Que derriben también imperios de una noche,
monarquías de un beso,
no significa nada;
que derriben los ojos, que derriben las manos como estatuas vacías.
Mas este amor cerrado por ver sólo su forma,
su forma entre las brumas escarlata,
quiere imponer la vida, como otoño ascendiendo tantas hojas
hacia el último cielo, 
donde estrellas
sus labios dan otras estrellas,
donde mis ojos, estos ojos,
se despiertan en otro.
EL VIENTO Y EL ALMA
Con tal vehemencia el viento 
viene del mar, que sus sones 
elementales contagian 
el silencio de la noche. 
Solo en tu cama le escuchas 
insistente en los cristales 
tocar, llorando y llamando 
como perdido sin nadie. 
Mas no es él quien en desvelo 
te tiene, sino otra fuerza 
de que tu cuerpo es hoy cárcel, 
fue viento libre, y recuerda.
LOS ESPINOS
Verdor nuevo los espinos 
tienen ya por la colina, 
toda de púrpura y nieve 
en el aire estremecida.
Cuántos cielos florecidos 
les has visto; aunque a la cita 
ellos serán siempre fieles, 
tú no lo serás un día. 
Antes que la sombra caiga, 
aprende cómo es la dicha 
ante los espinos blancos 
y rojos en flor. Vé. Mira.
QUIERO CON AFÁN SOÑOLIENTO...
Quiero, con afán soñoliento, 
Gozar de la muerte más leve 
Entre bosques y mares de escarcha, 
Hecho aire que pasa y no sabe. 
Quiero la muerte entre mis manos, 
Fruto tan ceniciento y rápido, 
Igual al cuerno frágil 
De la luz cuando nace en el invierno. 
Quiero beber al fin su lejana amargura; 
Quiero escuchar su sueño con rumor de arpa 
Mientras siento las venas que se enfrían, 
Porque la frialdad tan sólo me consuela. 
Voy a morir de un deseo, 
Si un deseo sutil vale la muerte; 
A vivir sin mí mismo de un deseo, 
Sin despertar, sin acordarme, 
Allá en la luna perdido entre su frío. 
PAÍS
Tus ojos son de donde 
la nieve no ha manchado 
la luz, y entre las palmas 
el aire 
invisible es de claro. 
Tu deseo es de donde 
a los cuerpos se alía 
lo animal con la gracia 
secreta 
de mirada y sonrisa. 
Tu existir es de donde 
percibe el pensamiento, 
por la arena de mares 
amigos, 
la eternidad en tiempo.
CÓMO LLENARTE, SOLEDAD
Cómo llenarte, soledad, 
sino contigo misma... 
De niño, entre las pobres guaridas de la tierra, 
quieto en ángulo oscuro, 
buscaba en ti, encendida guirnalda, 
mis auroras futuras y furtivos nocturnos, 
y en ti los vislumbraba, 
naturales y exactos, también libres y fieles, 
a semejanza mía, 
a semejanza tuya, eterna soledad. 
Me perdí luego por la tierra injusta 
como quien busca amigos o ignorados amantes; 
diverso con el mundo, 
fui luz serena y anhelo desbocado, 
y en la lluvia sombría o en el sol evidente 
quería una verdad que a ti te traicionase, 
olvidando en mi afán 
cómo las alas fugitivas su propia nube crean. 
Y al velarse a mis ojos 
con nubes sobre nubes de otoño desbordado 
la luz de aquellos días en ti misma entrevistos, 
te negué por bien poco; 
por menudos amores ni ciertos ni fingidos, 
por quietas amistades de sillón y de gesto, 
por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma, 
por los viejos placeres prohibidos 
como los permitidos nauseabundos, 
útiles solamente para el elegante salón susurrado, 
en bocas de mentira y palabras de hielo. 
Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona 
que yo fui, 
que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones; 
por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos, 
limpios de otro deseo, 
el sol, mi dios, la noche rumorosa, 
la lluvia, intimidad de siempre, 
el bosque y su alentar pagano, 
el mar, el mar como su nombre hermoso; 
y sobre todo ellos, 
cuerpo oscuro y esbelto, 
te encuentro a ti, tú, soledad tan mía, 
y tú me das fuerza y debilidad 
como el ave cansada los brazos de la piedra. 
Acodado al balcón miro insaciable el oleaje, 
oigo sus oscuras imprecaciones, 
contemplo sus blancas caricias; 
y erguido desde cuna vigilante 
soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres, 
por quienes vivo, aún cuando no los vea; 
y así, lejos de ellos, 
ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres, 
roncas y violentas como el mar, mi morada, 
puras ante la espera de una revolución ardiente 
o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo 
cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista. 
Tú, verdad solitaria, 
transparente pasión, mi soledad de siempre, 
eres inmenso abrazo; 
el sol, el mar, 
la oscuridad, la estepa, 
el hombre y su deseo, 
la airada muchedumbre, 
¿qué son sino tú misma? 
Por ti, mi soledad, los busqué un día; 
en ti, mi soledad, los amo ahora.
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