17 Romances 

Un romance está compuesto por un conjunto de versos de ocho sílabas (octosílabos), y su característica principal es que los versos pares riman en modo asonante y los demás quedan libres.

ROMANCE

Yace donde el sol se pone,
entre dos tajadas peñas,
una entrada de un abismo,
quiero decir, una cueva
profunda, lóbrega, escura,
aquí mojada, allí seca,
propio albergue de la noche,
del horror y las tinieblas.
Por la boca sale un aire
que al alma encendida yela,
y un fuego, de cuando en cuando,
que el pecho de yelo quema.
Óyese dentro un rüido
como crujir de cadenas
y unos ayes luengos, tristes,
envueltos en tristes quejas.
Por las funestas paredes,
por los resquicios y quiebras
mil víboras se descubren
y ponzoñosas culebras.
A la entrada tiene puesto[s],
en una amarilla piedra,
huesos de muerto encajados
de modo que forman letras,
las cuales, vistas del fuego
que arroja de sí la cueva,
dicen: «Ésta es la morada
de los celos y sospechas».
Y un pastor contaba a Lauso
esta maravilla cierta
de la cueva, fuego y yelo,
aullidos, sierpes y piedra,
el cual, oyendo, le dijo:
«Pastor, para que te crea,
no has menester juramentos
ni hacer la vista esperiencia.
Un vivo traslado es ése
de lo que mi pecho encierra,
el cual, como en cueva escura,
no tiene luz, ni la espera.
Seco le tienen desdenes
bañado en lágrimas tiernas;
aire, fuego y los suspiros
le abrasan contino y yelan.
Los lamentables aullidos,
son mis continuas querellas,
víboras mis pensamientos
que en mis entrañas se ceban.
La piedra escrita, amarilla,
es mi sin igual firmeza,
que mis huesos en la muerte
mostrarán que son de piedra.
Los celos son los que habitan
en esta morada estrecha,
que engendraron los descuidos
de mi querida Silena».
En pronunciando este nombre,
cayó como muerto en tierra,
que de memorias de celos
aquestos fines se esperan.

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REYERTA

A Rafael Méndez

En la mitad del barranco
las navajas de Albacete,
bellas de sangre contraria,
relucen como los peces.
Una dura luz de naipe
recorta en el agrio verde
caballos enfurecidos
y perfiles de jinetes.
En la copa de un olivo
lloran dos viejas mujeres.
El toro de la reyerta
se sube por las paredes.
Ángeles negros traían
pañuelos y agua de nieve.
Ángeles con grandes alas
de navajas de Albacete.
Juan Antonio el de Montilla
rueda muerto la pendiente,
su cuerpo lleno de lirios
y una granada en las sienes.
Ahora monta cruz de fuego,
carreta de la muerte.

El juez, con guardia civil,
por los olivares viene.
Sangre resbalada gime
muda canción de serpiente.
-Señores guardias civiles;
aquí pasó lo de siempre.
Han muerto cuatro romanos
y cinco cartagineses.

La tarde loca de higueras
y de rumores calientes
cae desmayada en los muslos
heridos de los jinetes.
Y ángeles negros volaban
por el aire del poniente.
Ángeles de largas trenzas
y corazones de aceite.

Autor del poema: Federico García Lorca

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¡OH CUÁN BIEN QUE ACUSA ALCINO!

¡Oh cuán bien que acusa Alcino,
Orfeo de Guadïana,
unos bienes sin firmeza
y unos males sin mudanza!
Pulsa las templadas cuerdas
de la cítara dorada,
y al son desata los montes,
y al son enfrena las aguas.
¡Oh cuán bien canta su vida,
cuán bien llora su esperanza!
Y el monte y el agua escuchan
lo que llora y lo que canta:
«La vida es corta, y la esperanza, larga,
el bien huye de mí, y el mal se alarga.

»El bien es aquella flor
que la ve nacer el alba,
al rayo del sol caduca,
y la sombra no la halla;
el mal, la robusta encina
que vive con la montaña,
y de siglo en siglo el tiempo
le peina sus verdes canas;
la vida es ciervo herido
que las flechas le dan alas;
la esperanza, el animal
que en sus pies mueve su casa.
La vida es corta, y la esperanza, larga,
el bien huye de mí, y el mal se alarga».

Autor del poema: Luis de Góngora

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ROMANCE DE LA PENA NEGRA

A José Navarro Pardo

Las piquetas de los gallos
cavan buscando la aurora,
cuando por el monte oscuro
baja Soledad Montoya.

Cobre amarillo, su carne,
huele a caballo y a sombra.
Yunques ahumados sus pechos,
gimen canciones redondas.
Soledad, ¿por quién preguntas
sin compañía y a estas horas?
Pregunte por quien pregunte,
dime: ¿a ti qué se te importa?
Vengo a buscar lo que busco,
mi alegría y mi persona.
Soledad de mis pesares,
caballo que se desboca,
al fin encuentra la mar
y se lo tragan las olas.
No me recuerdes el mar,
que la pena negra, brota
en las sierras de aceituna
bajo el rumor de las hojas.
¡Soledad, qué pena tienes!
¡Qué pena tan lastimosa!
Lloras zumo de limón
agrio de espera y de boca.
¡Qué pena tan grande! Corro
mi casa como una loca,
mis dos trenzas por el suelo,
de la cocina a la alcoba.
¡Qué pena! Me estoy poniendo
de azabache, cama y ropa.
¡Ay mis camisas de hilo!
¡Ay mis muslos de amapola!
Soledad: lava tu cuerpo
con agua de las alondras,
y deja tu corazón
en paz, Soledad Montoya.

Por abajo canta el río:
volante de cielo y hojas.
Con flores de calabaza,
la nueva luz se corona.
¡Oh pena de los gitanos!
Pena limpia y siempre sola.
¡Oh pena de cauce oculto
y madrugada remota!

Autor del poema: Federico García Lorca

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ROMANCE DE LA MIGAJITA

"¡Détente! Que está rendida,
¡eh, contente, no la mates!"
Y aunque la gente gritaba
Corraía como el aire,
Cuando quiso ya no pudo,
Aunque quiso llegó tarde,
Que estaba la Migajita
Revolcándose en su sangre. . .
Sus largas trenzas en tierra,
Con la muerte al abrazarse,
Las miramos de rodillas
Ante el hombre, suplicante;
Pero él le dio tres metidas
Y una al sesgo de remache.
De sus labios de claveles
Salen dolientes los ayes,
Se ven entre sus pestañas,
Los ojos al apagarse. . .
Y el Ronco está como piedra
En medio de los sacrifantes,
Que lo atan codo con codo
Para llevarlo a la cárcel.

"Ve al hespital, Migajita,
vete con los palticantes,
y atente a la Virgen pura
para que tu alma se salve.
¡Probrecita casa sin tus brazos!
¡Pobrecita de tu madre!
¿Y quién te lo hubiera dicho,
tan preciosa cono un ángel,
con tu rebozo de seda,
con tus sartas de corales,
con tus zapatos de raso
que ibas llenando la calle,
como guardando tus gracias,
porque no se redamasen.

El celo es punta de rabia,
El celo alcanzó matarte,
Que es veneno que hace furias
Las mas finas voluntades.

Esto dijo con conciencia
Una siñora ya grande
Que vido del papa al pepe
Cómo pasó todo el lance.

Y yendo y viniendo días
La Migajita preciosa
Fue retoñando en San Pablo;
Pero la infeliz era otra;
Está como pan de cera,
El aigre la desmorona,
Se le pintan las costillas,
Se alevanta con congoja;
Sólo de sus lindos ojos
Llamas de repente brotan.

"¡Muerto!. . .¡dése!" A la ventana
la pobre herida se asoma,
y vio que llevan difunto,
por otra mano alevosa,
a su Ronco que idolatra,
que fue su amor y su gloria.

Olvida que está baldada
Y de sus penas se olvida,
Y corre como una loca,
Y al muerto se precipita,
Y aulla de dolor la triste
Llenándolo de caricias.

"Madre, mi madre (le dice)
-que su madre la seguía -,
vendan mis aretes de oro,
mis trasts de loza fina,
mis dos rebozos de seda,

y el rebozo de bolita;
vendan mis tumbagas de oro,
y de coral la soguilla,
y mis arracadas grandes,
guarnecidas con perlitas;
vendan la cama de fierro,
y el ropero y las camisas,
y entierren con lujo a ese hombre
porque era el bien de mi vida;
que lo entierren con mi almohjada
con su funda de estopilla,
que pienso que su cabeza
con el palo se lastima.

Que le ardan cirios de cera,
Cuatro, todos de a seis libras;
que le pongan muchas flores,
Que le digan muchas misas
Mientras que me arranco el alma
Para hacerle compañía.

Tú, ampáralo con tu sombra,
Sálvalo, Virgen María:
Que si en esta positura
Me puso, lo merecía;
No porque le diera causa,
Pues era suya mi vida". . .

Y dando mil alaridos
La infelice Migajita,
Se arrancaba los cabellos,
Y aullando se retorcía.
De pronto los gritos cesan,
De pronto se quedó fija:
Se acercan los platicantes,
La encuentran sin vida y fría,
Y el silencio se destiende
Convirtiendo en noche el día.

En el panteón de Dolores,
Lejos, en la última fila,
Entre unas cruces de palo
Nuevas o medio podridas,
Hay una cruz levantada
De pulida cantería,
Y en ella el nombre del Ronco,
"Arizpe José Marías",
y el pie, en un montón de tierra,
medio cubierto de ortigas,
sin que lo sospeche nadie
reposa la Migajita,
flor del barrio de la Palma
y envidia de las catrinas.

Autor del poema: Guillermo Prieto

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¿QUÉS DE TI, DESCONSOLADO?

¿Qués de ti, desconsolado?
¿Qués de ti, rey de Granada?
¿Qués de tu tierra y tus moros?
¿Dónde tienes tu morada?

Reniega ya de Mahoma
y de su seta malvada,
que bivir en tal locura
es una burla burlada.

Torna, tórnate, buen rey,
a nuestra ley consagrada,
porque si perdiste el reyno
tengas ellalma cobrada;
de tales reyes vencido
onrra te deve ser dada.

¡O Granada noblecida,
por todo el mundo nombrada!,
hasta aquí fueste cativa
y agora ya libertada.

Perdióte el rey don Rodrigo
por su dicha desdichada;
ganóte el rey don Fernando
con ventura prosperada,

la reyna doña Ysabel,
la más temida y amada,
ella con sus oraciones
y él con mucha gente armada.

Según Dios haze sus hechos
la defensa era escusada,
que donde Él pone su mano
lo impossible es quasi nada.

Autor del poema: Juan del Encina

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BOVALÍAS

Por las sierras de Moncayo
vi venir un renegado:
Bobalías ha por nombre,
Bobalías el pagano;
siete veces fuera moro
y otras tantas mal cristiano
y al cabo de las ocho
engañólo su pecado,
que dejó la fe de Cristo,
la de Mahoma ha tomado.
Este fuera el mejor moro
que de allende había pasado.

Cartas le fueron venidas
que Sevilla está en un llano;
arma naos y galeras,
gente de a pie y de a caballo,
por Guadalquivir arriba
su pendón llevan alzado.

En el campo de Tablada
su real había asentado
con trescientas de las tiendas
de seda, oro y brocado;
en medio de todas ellas
está la del renegado:
encima, en el chapitel,
estaba un rubí preciado,
tanto relumbra de noche
como el sol en día claro.

Autor del poema: Anónimo

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