Poemas
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EL JARDÍN DE LOS CINCO ÁRBOLES
Luego, cuando ya me había
causado mucho daño y casi
tan sólo podía sonreír,
escogí las palabras
más sencillas, para decirme
cómo pasó un momentáneo
oro de sol sobre la hiedra
del jardín de los cinco árboles.
Brevísimo amarillo, de puesta,
en invierno, en tanto caían
los últimos dedos del agua
serpentina, de altas nubes,
y el extraño tiempo me entraba
en prisiones de silencio.
ENCARGO
Id, canciones mías, al solitario y al insatisfecho,
id también al desquiciado, al esclavo de las convenciones,
llevadles mi desprecio hacia sus opresores.
Id como una ola gigante de agua fría,
llevad mi desprecio por los opresores.
Hablad contra la opresión inconsciente,
hablad contra la tiranía de los que no tienen imaginación,
hablad contra las ataduras,
id a la burguesa que se está muriendo de tedio,
id a las mujeres de los barrios residenciales,
id a las repugnantemente casadas,
id a aquellas cuyo fracaso está oculto,
id a las emparejadas sin fortuna,
id a la esposa comprada,
id a la mujer comprometida.
Id a los que tienen una lujuria exquisita,
id a aquellos cuyos deseos exquisitos son frustrados,
id como una plaga contra el aburrimiento del mundo;
id con vuestro filo contra esto,
reforzad los sutiles cordones,
traed confianza a las algas y tentáculos del alma.
Id de manera amistosa,
id con palabras sinceras.
Ansiad el hallazgo de males nuevos y de un nuevo bien,
oponeos a todas las formas de opresión.
Id a quienes la mediana edad ha engordado,
a los que han perdido el interés.
Id a los adolescentes a quienes les asfixia la familia...
¡Oh, qué asqueroso resulta
ver tres generaciones reunidas bajo un mismo techo!
Es como un árbol viejo con retoños
y con algunas ramas podridas y cayéndose.
Salid y desafiad la opinión,
Id contra este cautiverio vegetal de la sangre.
Id contra todas las clases de manos muertas.
BALANCE
Es terrible no encontrar a dónde ir...
De las casas unas están destruidas,
sin lecho, a oscuras y con telas de araña,
con lepras en los muros y con espectros tristes,
otras se alzan tan falsas como un decorado.
Del palacio o la casa encantada,
la tapicería vemos gastada, anticuada.
No hay belleza en aquel lugar, no hay misterio,
y continuamos nuestro aislado camino,
en el jardín gotea el surtidor del cansancio.
Hay posadas que ya no se abren más por nosotros,
con las que hemos perdido el contacto,
cuando exentos de excusa, buscamos,
titubeantes como un extranjero,
o aun como mendigos, lejanos, extraños...
Es terrible no saber a dónde ir,
al final del día muerto
a la hora en que a veces se bebe, o se mata.
Encontrar que no hay sendero,
no hay camino, no hay puerta, donde llamar,
en la fatua sonrisa del triunfo,
o en el pobre final, consumida ¡la Casa del Alma!
CUARESMA
Ahora que una fuerza extraña hace crujir mis dientes
Y un oceánico silbo de tromba hace cerrar mis ojos,
En mi alma se extiende el eco de una voz profunda.
Soledades de un mundo abstracto,
Soledades a través del espacio melódico de los cielos,
Soledades, os presiento.
¡Oh Pascal!
El espíritu de aventura y de geometría,
En avalancha me sobrecoge.
¡Y acaso no soy sino un acróbata
Sobre las geodésicas y los meridianos!
Mas, como tú antaño, pequeño Blas,
Boca arriba bajo las sillas,
Con gran estrépito muerdo los travesaños.
¡Oh nupcial estación de la desposada!
El pentecostés de las hojas de otoño ilumina las ventanas.
¡Oh recuerdo! ¡Oh paciente y dulce memoria dignificando sus aguas.
En el amoroso y cálido recinto de las cortinas
¡Oh palpitación vertiginosa
De esas alas bajo las sienes!
(¡Sombra eterna de mis manos!)
Ruta solar de mi potencia
y ruta del pan: la espiga violenta.
Las pupilas ávidas del colegial se consumen a la sombra de los graneros;
las goteras siembran sus gladiolos de cristal
y toda la granja sucumbe bajo la gracia de Dios.
Torrentes, torrentes, ¡oh rieles de Aldebarán
Por donde resbalan los trineos!
El pintor revolotea y canta en el baile de los pájaros
Sobre nuestras cabezas, en el deslumbramiento de la paloma,
En la ardiente seda del movimiento.
¡Ah, que venga,
Flor apagada en el aliento de su tumba,
Nuestra madre hasta nosotros,
Nuestra tierna madre en la augusta presencia de los océanos!
Sobre ti, flora alada de mis manos,
Sobre ti mis ojos se cierran
Como labios
Al sabor de un vino más generoso.
¡Ah, muy pronto serán los remolinos de la penumbra!
Señor: Vuestras seis épocas en un collar.
El himno exaltado de la palabra nos sostiene
¡Y más fresco que todas esas hierbas
De nuestras salivas el pilar de donde salta el licor de los gineceos!
¡Manantial! confesión de un alma que se honra
En ser aún más blanca que la aurora.
Rompeos, puertas: El día que acaba de nacer
Llamea en la hoja límpida de la ventana.
La luna ya se extingue a las brisas del mundo:
Apresúrate,
¡Oh mi alma y despierta, en la octava de tu canto,
El florilegio de la pradera!
Como beben, al filo de la sombra, las vertientes y los valles,
Como se abrevan en esas linfas que brotan de la misma entraña metálica de la roca,
Yo me sacio en la garrafa del ventrílocuo.
¡Ah, bajo la amenaza de los signos siderales,
Huye amigo -cabalga los montes y las tinieblas-
Aún a riesgo de perecer
En la brasa relampagueante de los vitrales!
¡Escucha! Oye cómo cruje a lo lejos la encrucijada,
Génesis de tu soplo,
Teclado del viajero.
-En mí, el más noble ejemplar de las aves zancudas
Espumea y gruñe la saltante savia del caucho.
Esas voces del huracán, aún distantes, sacuden
El bosquecillo sonriente de las brisas en la mañana:
Como ellas me levanto en la verticalidad floral de mi impulso
¡Oh manantiales! Como ellos aspiro a las cimas
líquidas y seculares de la selva.
Cal viva y lustral de las lagartijas del cuerpo en harapos.
A la sombra de las secoyas meditan las formas barrocas
La herrumbre esponjosa de la tormenta rumia y se dilata
En la verde substancia del aire,
El relámpago estalla
En las piedras y en los bosques,
En la noche eocena del cazador.
-Oh flores,
Mi saliva es tan dulce como el elixir de vuestros cálices.
Tan emocionante en el llamado:
¡Ven, acude!
Ven, señor de las ondas y de las especias:
¡Oh navegante Cristóforo,
Dinos el esplendor subterráneo
De tus provincias veteadas de oro!
En el cielo la orilla de sombra, atropellamiento de fantasmas.
Llevad esos lagos, esas islas, esos arrecifes,
¡Oh brazos del semáforo!
Id, oh mis párpados, barcas locas, id a zozobrar incesantemente,
Id, entre las campanas de los náufragos, a tejer vuestras cortinas de plata!
El ángel ronca,
El ángel en acecho.
En el estruendo de mis oídos, el ángel prepara su nido siniestro.
Incansable, la espuma color de humo.
Emerge - baba inmunda de las bebidas de Baltazar.
Los palmípedos, los ganoides remontan la corriente
De esas aguas tumultuosas bajo las aguas,
De esas trombas ensordecedoras y submarinas del trueno.
El águila altiva,
El águila apocalíptica planea y reina sobre los vientos.
¡Tierra! ¡Tierra!
Yo me estremezco hasta las cenizas de mis huesos.
¡Tierra! ¡Tierra! Llegamos a la isla violenta de Pathmos.
Viñas de Neé, racimos de Jafet,
El vino me envuelve con todos sus anillos,
-Detrás de las vigas vigilantes del dintel .
Amigos, cumplamos la orden del alfabeto,
La visión y la estima conyugales.
El polen del solsticio, como la miel, en la basílica
Deslumbrante de mi oído,
Las harinas, las llamas del desierto,
¡El misterio del mundo abierto a mi conocimiento!
¡Ah, yo no tengo el secreto de las sutiles Matemáticas!
Mas los trucos y los nombres, los hilos del Algebra,
Me ayudarán a olfatearte
¡Oh tácita estrella de magnesio!
Ya, luminosa, te anuncias a la turbación de mi pensamiento.
Mis miembros ciegos exploran
las brumosas telas de araña.
El pájaro balsámico
No otea como etapas de su vuelo
Sino las sílabas inciertas de mi palabra.
-¡Detén tus bielas, las facetas de tu ojo,
Oh mosca dactilógrafa de mi sueño!
A grandes pasos subimos por la escala botánica:
¡Dios!
La casa se ausenta de nosotros, con el gran estremecimiento de sus persianas.
Antaño, en Florida, sobre campos de esmeralda y de pimienta
El Cordero Místico pastaba libremente.
¡Oh chantres sobre las colinas
Prestáos a la alborada que os cantan los metales.
-¡Es verdad! Ya no es el bello desorden de la oda:
¡Sobre la playa se expande la umbela del barbero!
Ondinas, oréadas, hijas eternales en éxodo
¡Aleluya! Ved
Aparecer -como zócalo el rumor angélico de las brisas-
En el aire diáfano, las Siete Iglesias.
Abre. las puertas,
Grita las palabras de tu Libro
¡Oh Juan!
¡Descansad
Descansad, astros!
¡Que el autómata vaya a retorcer su corbata de cáñamo!
El imán magnético desata los glaciares de la aurora boreal;
Es la hora
En que el ángel reposa sobre el estante de su sombra,
Para la espera final.
El espíritu de las flores visita las tumbas
Y la extraña morada,
La extraña y melódica morada de las aguas cenitales.
Llevo mi cabeza en la mano como San Dionisio
Desganadamente, Señor, ¿de qué país
Vengo para hacerme una imagen
de la amargura de Vuestro rostro?
Ahora que una fuerza extraña hace crujir mis dientes,
Me penetran como silbidos sordos Vuestras miradas.
LUCÍA
Vivía en las regiones solitarias,
por donde nace el Dove,
una doncella a quien nadie alababa
y a quien querían pocos:
violeta junto a una musgosa piedra,
medio oculta al viandante,
bella como un lucero, cuando brilla,
muy solo, en el espacio.
Ignorada vivió, y pocos supieron
la muerte de Lucía;
mas ella está en la tumba, y para mí
ya todo ¡qué distinto!
* * *
Selló el sueño mi espíritu
y miedo no sentía:
ella me parecía como algo que no siente
el roce de los años.
No tiene movimiento ya, ni fuerza,
no oye ni ve nada;
mezclada con el curso diario de la tierra,
con las rocas, las piedras y los árboles.
AMOR DE FRUTAS
Déjame que esparza
manzanas en tu sexo
néctares de mango
carne de fresas;
Tu cuerpo son todas las frutas.
Te abrazo y corren las mandarinas;
te beso y todas las uvas sueltan
el vino oculto de su corazón
sobre mi boca.
Mi lengua siente en tus brazos
el zumo dulce de las naranjas
y en tus piernas el pomegranate
esconde sus semillas incitantes.
Déjame que coseche los frutos de agua
que sudan en tus poros:
Mi hombre de limones y duraznos,
dame a beber fuentes de melocotones y bananos
racimos de cerezas.
Tu cuerpo es el paraíso perdido
del que nunca jamás ningún Dios
podrá expulsarme.
SONETO
Pájaro sin alas, por esta alegria
del árbol, yo bebo luz de siete planos
en las hojas verdes: flor de alejandría
silenciosa, para los aeroplanos.
Bienaventurados los pájaros, vidas
por Dios bendecidas, por Dios bendecidas.
Las ardillas, casi pájaros, brincamos
de un modo..... Parece que nos ensayamos
En un casi vuelo, según la manera
juguetona y loca de la primavera.
Recuerdas amigo la paz franciscana.
De aquel milagroso Fray Ave María?
Tiene una locura la paz Franciscana
de aquel milagroso Fray Ave María.
¡QUIÉN PUDIERA VIVIR SIEMPRE SOÑANDO!
Es la existencia un cielo,
cuando el alma soñando embelesada,
con amoroso anhelo,
en los ángeles fija su mirada.
¡Feliz el alma que a la tierra olvida
para vivir gozando!
¡Quién pudiera olvidarse de la vida!
¡Quién pudiera vivir siempre soñando!
En esa estrecha y mísera morada
es un sueño engañoso la alegría;
la gloria es humo y nada
y el más ardiente amor gloria de un día.
Afán eterno al corazón destroza
cuando los sueños ¡ay! nos van dejando.
Sólo el que sueña goza.
¡Quién pudiera vivir siempre soñando!
De su misión se olvidan las mujeres,
los hombres viven en perpetua guerra;
no hay amistad, ni dicha, ni placeres;
todo es mentira ya sobre la tierra.
Suspira el corazón inútilmente . . .
la existencia que voy atravesando
es hermosa entre sueños solamente.
¡Quién pudiera vivir siempre soñando!
Sin mirar el semblante a la tristeza,
pasé de la niñez a la dulce aurora,
contemplando entre sueños la belleza
de ardiente juventud fascinadora.
Pero ¡ay! se disipó mi sueño hermoso,
y desde entonces siempre estoy llorando
porque sólo el que sueña es venturoso.
¡Quién pudiera vivir siempre soñando!
LA TRISTEZA...
La tristeza de la separación
y de la muerte
es el más grande de los engaños.
LUCHAR
Luchar
para vivir la vida,
para sufrirla y para gozarla...
La vida es
maravillosa
si no se le tiene miedo.
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