64 Poemas de guerra
AMOR MAYOR
No es tan intenso el rojo de unos labios
como el de aquellas piedras que besan nuestros muertos.
El dulce lamentar de plañideras
sólo inspira vergüenza a su amor puro.
¡Oh, Amor, tus ojos pierden todo encanto
cuando veo otros ojos, por mí ciegos!
Tu exquisita figura no retiembla
como retiembla un cuerpo apuñalado
que cae allí donde parece
que a Dios ya no le importa,
hasta que el fiero amor que lleva dentro
lo apretuja en un túmulo de muertos.
Tu voz, aunque yo pueda compararla
al viento que murmura en los tejados,
aunque amada por mí, no es tan amable,
tan clara y delicada como aquella
de los hombres que ahora nadie escucha
pues la tierra ha acallado el ruido de sus toses.
Corazón, corazón, no has sido nunca
grande como el que recibe un disparo.
Y, aunque tu mano sea pálida,
lo son aún más aquellos que secundan
tu carrera a través de llamas y alaridos.
Puedes llorar, pues no puedes tocarlos.
ALEJANDRO, CÉSAR, CARLOMAGNO Y YO
Alejandro, César, Carlomagno
y yo
fundamos imperios, pero
¿sobre qué cimentamos las creaciones
de nuestro genio?
Sobre la fuerza.
Solo Jesucristo fundó su reino
sobre el amor,
y hoy día millones de hombres
morirían por él.
MI HISTORIA DE LA GUERRA
LA COMPASIÓN
Oh santa luz que ilumina
Oh alegría del corazón
Que dan la sabiduría
Al hombre que es pensador
Noto en tus fonemas lustros
Modismos de sentimientos
Cuando los dichos son ciertos
El pulso no tiembla entiendo
Por eso te perseguía
Y oraba en mis pensamientos
Entiendo lo que querías
Vivías de los momentos
Ya ves que si la nobleza
Se apega a tu sentimiento
Encontrarás las riquezas
Que no hallastes en tu encierro
Pero lamentarte pesa
Nunca perdiste tu tiempo
Tan solo son experiencias
Saca tu orgullo de adentro
Comprendo tus afujías
Es duro hallar a fortuna
Pero en ti la poesía
Salió de tu misma cuna
Yo no lamento tu historia
Me gusta lo que pasaste
Así verás que es la hora
De a Dios seguir sin desaires
Hazle castillos de versos
Para eso te ha inspirado
Has que vea y se compadezca
Y te de vocabulario…
Federico
Muerte de Federico
Mi cuerpo, a un olivo lo arrojaron,
piel seca, piel sola, piel blanca,
bajo la luna gitana.
A empujones me bajaron del camión,
gritando: ¡Viva España!
Mis compañeros de infortunio
rezaron en silencio una triste avemaría que escucharon
las golondrinas dormidas.
José asustado me miro de soslayo,
la noche le aclareo el rostro
y un polvo ingenuo se levantó
cual pregonero de la muerte
detrás de sus pisadas.
Unos grillos cantaron
la última partitura que mis oídos escucharan
y unas zarzas preñadas de miedo
rezaron la oración de los difuntos.
Una luna hermosa con reflejos plateados
sobre el suelo gimiente, aclaraba el campo
hasta el último romero,
mis otros compañeros de muerte,
Francisco y Juan, fumaban sendos cigarrillos
en el sendero que los conducía hasta la muerte.
Un cielo rojo con fulgor de Andalucía
acarició mi rostro cubierto de estrellas,
y pálidos brezos se asomaron al barranco,
mientras hombres malvados a punta de pistola
me llevaron hasta el fatídico tronco señalado.
Eran siete hombres,
que hablaban en burdas conversaciones,
y se reían de mis ademanes,
vociferando al aire palabras soeces,
mancillando la quietud de la noche.
El de la camisa azul me llamaba pervertido,
el sargento de gesto adusto, rojo y degenerado,
los observé con iracunda mirada,
mientras un viento nervioso agitaba las ramas de los árboles,
cual atormentados monstruos mi imaginación formaba.
Yo nunca oculte mis preferencias
por el deseo que la piel enciende.
Lo fui todo en la vida:
hombre y mujer,
olivo y limonero,
carne, verso y sonrisa.
Nos formaron delante del olivo
con los ojos vendados,
y una noche de sepulcros
invadió un silencio extraño.
El sargento se dio tiempo,
y cumplió escrupulosamente
con todos los pormenores.
¡Disparen, carajo!”,
gritó con furia incontrolada.
Un estruendo se alzó por el aire
con olor a pólvora malherida.
Dos detonaciones secas
acabaron con mi vida.
La más mortífera fue al pecho,
la otra a mi costado,
un súbito mareo bla
SERPIENTE
En tu angosto silbido está tu quid,
y, cohete, te elevas o te abates;
de la arena, del sol con más quilates,
lógica consecuencia de la vid.
Por mi dicha, a mi madre, con tu ardid,
en humanos hiciste entrar combates.
Dame, aunque se horroricen los gitanos,
veneno activo el más, de los manzanos.
MIENTRAS NOS ALISTÁBAMOS
Mientras nos alistábamos
para entrar otra vez en batalla
uno decía: "¡Infierno!
con tal que no me mate,
bienvenida es la bala
que me dé una pensión toda la vida."
Su voz tenía un dejo inexplicable;
y si lo que decía era jactancia
o propósito serio, ¿quién lo supo?
Ni él mismo. Ni nadie le importaba.
LAS POSIBILIDADES
La noche antes del jaleo—m’acuerdo bien—
le dimos al palique y así nos enteramos.
«Amigo—dijo Jimmy, que sabía lo suyo—,
sólo pueden pasarte cinco cosas:
te desmayas, te hieren—grave o leve—
te tumban o te salvas con tu miedo».
A uno de nosotros lo partió un cañonazo.
A otro lo acertaron y perdió las dos piernas.
Un tercero—en palabras que usan los hipócritas—
quiso el azar que lo pillara Fritz.
Yo no tuve un rasguño, a Dios sean dadas,
pero más le daré si otra vez cae una herida.
En cambio, el pobre Jim no está vivo ni muerto.
«Una de cinco», nos decía; él tuvo todas:
herido, muerto, prisionero, todo el lote
le tocó de una vez. Jim está loco.
MI HISTORIA EN LA GUERRA
A FORTUNA
Vuelve con migo fortuna
No te alejes a la luna
Que yo no sueño tan alto
Escaso soy de ambiciones
Fortuna yo mis dolores
Tan solo busco dejarlos
Ayer estaba yo abasto
Contaba a kilos ternuras
Suaves caricias que llenan
El alma de especies puras
Hoy los lamentos son artos
Mi corazón me delira
No entiendo tú vas y vienes
Será porque todos piden
Pero fortuna en mi hiciste
Sueños que fueron felices
Sembré un espigo en idilio
Que se marchita en silencio
Miremos las meretrices
Tus modelos de enseñanza
El cuento que me dijiste
El ansia que diste a mi alma
Fortuna en mi desconcierto
Lamento creer en hadas
Con esto espero vivir
Cincuenta años al refugio
En el caudal del tormento
Si mi fortuna no aversa
De sus malos pensamientos
Llorare por los momentos
Que afortunamos en goce
Besando el placer del beso
Versando el sentir del verso
Cuando yo era afortunado
Junto al jardín de los sueños…
MI HISTORIA EN LA GUERRA
LA SIGMA
Esos besos que refutas
Las palabras se te cansan
Las repites a tus presas
Como león en su matanza
Usa la misma estrategia
En planicies y montañas
Se presiente que no dejas
Una cuerda suelta al aire
Eres fino en tus ideas
Un don juan en sus andares
Pero olvidas el cinismo
Que evidencia tu manera
¿Cuánto? te ama la nodriza
Que apuñalabas su espalda
Es tan cierta en su premisa
Inocente, e impresentia
De ese cuchillo, esa espada
Cuales su sangre vertían
Sangre que tan solo amaba
A quien indolente urgía
Más al matador que estaba
Dándole al trance sin vida
No tenía remordimientos
Cruel, quien lamenta ese día
Por dios déjate de cientos
Que la fortuna es tu sigma
Ella nunca te ha dejado
Hoy recaudas tu mercado
Sabiendo que has sido un fraude
Ya sabes cuánto has ganado
Porque decirme que encierro
Tus mayores desconsuelos
Siendo que no eres de aquellos
Que cuida lo que es su esfuerzo……
MI HISTORIA DE LA GUERRA
EL TEOREMA
Impensado lo que escucho
Detestable que es la duda
Cuando es tan sincero el verbo
Que funda la vida misma
Solo con pensarlo crea
Brota de tierra semilla
Pero triste que no crezca
¿Dime porque se marchita?
Ante ese calor intenso
Que irradias fortuna mía
Ahora resulta que soy
Un teorema de mentiras
Cuando fue gracias a dios
Que hoy vengo a verte mi vida
Te traje esas florecitas
Y esos besitos que un día
Dejamos bien sembraditos
Allá es ese jardincito
Donde están nuestros momentos
Por si ya no lo sabias
Solo tenía que decirte
Porque si no lo hago acabo
Así como acaba el chiste
Cuando no fue bien contado
Yo siento que no ha pasado
Ese tiempo que tu enlías
En mí adentro siempre ha estado
El verso y la poesía
El amarte oh mi fortuna
Siempre alegraron mis sueños
Es eso que me ha traído
A este preciso momento
Entonces ya ven a mí
Abrázame yo te quiero.
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