12 Poemas de Gonzalo Escudero
LA FORMA
Fruto agreste de vida que en una plenitud
florida nos anuncias el triunfo de la rara
ensoñación que vive con la eterna inquietud
del cincel armonioso en el rubio Carrara.
Exotismo triunfante, pleno de juventud,
que bebes en los nítidos cristales de la clara
fuente. Sonoridad que arranca del laúd
la neurótica voz que nos interrogara.
Forma tan curvilínea que, en olímpicos frisos,
triunfaste con el oro suntuoso de tus rizos
o diste al viejo ritmo, el talle de una plástica
mujer de líneas griegas, o como una serpiente
que retuerce su cuerpo salvaje eternamente,
surgiste en los contornos de su figura elástica.
EL SENTIR
Sonorizad eterna que en la quietud ambigua
nos da lo inexplicable de una emoción profana
y que, muy levemente, con la paz se amortigua
como en una siringa, una música hermana.
Y Pierrot comediante con la lágrima exigua,
como una evocación ingenua de la sana
risa que floreciera y que huyó con la antigua
comparsa de sonámbulos hacia tierra lontana…
Sentir… intensa sombra de cuerpos y de vidas
y la divina sangre de todas las heridas
que fluye eternamente como una Eucaristía
y cae sobre el ánfora de la sonora voz,
mientras la Buena Vieja ha segado con su hoz
rosas en el rosal de la Melancolía.
LA LOCURA
De toda Primavera es la florida hermana,
que viene con el ritmo de las muy buenas cosas
a tocar nuestra puerta con sencillez aldeana
y a decirnos el Salmo de las últimas rosas;
o a contarnos consejas que en alguna lejana
tierra se sucedieron, felices y suntuosas,
y a reír con la risa y a evocar con la sana
mueca y sentir el éxtasis de manos temblorosas.
Locura y Primavera: almas buenas y locas:
el oro de los rizos y el rubí de las bocas:
la una siembra los granos, la otra cosecha mieses.
Optimismo potente, waltwhitmanesco y fuerte,
en la flor de la Vida se ríe de la Muerte,
dejando entre paréntesis las yertas languideces.
LA PIEDRA
Duerme la piedra vieja en su gran misticismo;
y en su opaca sonrisa como un Poema oscuro…
Vive con al sonrisa de su eterno mutismo
en la calma olvidada de un hierático muro.
Sintió de algún Artífice sacerdote el lirismo…
y en la ciudad de Memphis rindió su cuerpo duro,
y con el musgo hermano, en supremo idealismo,
se unieron y formaron su Mito eterno y puro.
¡Renacerá de nuevo tu emoción, y el vestiglo
que ha dormido en tu seno un siglo y otro siglo,
surgirá de la sombra que su espíritu finge,
para sentir, en tanto, en relámpagos rojos,
vislumbrarán las huecas pupilas de los ojos
que duermen quietamente en la Encantada Esfinge.
EL BRONCE
Bronce, tú repercutes la divina palabra
en la Comedia intensa del intenso sentir.
En el recinto oscuro de la estrofa macabra,
tu timbre interpretó el áureo revivir!
Sea así. Y la gran puerta del lírico Arte se abra
para todo el que sienta el dolor de existir;
mientras en la penumbra el Artífice labra
tu ser con la alegría del fresco presentir.
Bronce, tu nombre trae la actitud escultórica
de una eterna teoría que pasa; y en la dórica
plenitud de la línea y el contorno y la forma,
tu cuerpo halla el perfume del loco Praxiteles,
y entre el sonido claro de los claros cinceles,
surge la cabellera de una plástica Norma.
DIOS
Sobre la noche de ébano, tiendo mis manos bárbaras
para buscar a Dios... Y enarbolo en mis mástiles
el silencio. Y conduzco huracanes alígeros.
Y hasta muerdo la ruta de tus dos senos núbiles
para encontrar a Dios en sus pezones túrgidos
maravillosamente convertido en miel límpida.
Y hasta quiero palparle en la caricia tímida
de los niños que penden como manzanas pródigas
del árbol de las madres, Y hasta en la llama pálida
del alcohol de tu mirada muerta. Y hasta en la lámpara
que me hizo conocer tus dos flancos de náyade
aquella nochebuena de los primeros pámpanos.
Y hasta en la madrugada de linos arcangélicos
de tu muerte quisiera buscarle, y en el trémolo
de una tarde sin fin con arcoíris diáfanos
y corderos pascuales de hatos inverosímiles
y golondrinas de oro y campaniles de ángelus.
Y hasta en las nubes blandas de un otoño translúcido
que nos haga llorar sin saber cómo... Céspedes
de berilo impalpable han caído de un álamo.
Mil grillos tintinean unísonos sus crótalos
e ilumina su doble candela una luciérnaga.
Estoy tranquilo. Floto en algodones húmedos,
mientras Dios se desmaya dulcemente en mis párpados.
VOCES HERÁLDICAS
La gran multifonía de las locas Trompetas
y las risas fragantes y las fragantes prosas…
Junto a mármoles jonios, en las almenas quietas,
las buenas princesitas de los cuentos de rosas.
En el palacio armónico de ojivas y glorietas,
Nuestro Señor el Arte con las pompas suntuosas
de aquel muy siglo heroico de melenas inquietas
y de la plata vieja de las barbas undosas…
Y ante el trono florido, las doradas bandejas
con perfumes que evocan las antiguas consejas,
mientras, bajo los palios, las emociones raras
van desfilando una tras otra… El estandarte
de los viejos Heraldos anuncia que es el Arte
que pasa en la áurea carne de las estrofas claras…!
ELOGIO DEL ARTE
Arte que por ingenuo vienes con tus tesoros,
sobre los dromedarios de Thulé... Y en las gemas
y en rubíes y en mármoles y en basaltos y en oros
vas formando la euritmia de líricas diademas.
Buen Señor, con tus barbas de trigo y tus sonoros
rizos y con tus labios que forjaron supremas
ansiedades de ritmo en los divinos coros
y emociones vibrantes en los Rojos Poemas.
Zarpan ya nuevamente los sibilinos barcos...
Mil flechas de armonía van a huir de sus arcos...
curvos... Los barcos llevan tus perfumadas pompas
hacia Reinos extraños donde triunfa la buena
sonrisa de Princesas, junto a la gran melena
de Príncipes que tocan las Heráldicas Trompas...
VENDIMIA ROJA
Con pámpanos agrestes, la dora conseja
trae el vino espumoso, mientras la vid crepita
entre las barras negras de la exótica reja
y al Interior satánico de Dionisos excita.
Bebamos nuestro vino de la Vendimia añeja,
símbolo de la vida interior que palpita;
digamos un elogio por la lírica y vieja
Sinceridad, que habla con su voz infinita.
Como una ofrenda lírica, las grandes vides rojas
rinden su alma extasiada en las divinas hojas
y el buen vino coríntico con su paz elegíaca,
se desliza en la sombra, aletargada y leve,
en una gota igual, eucarística y breve,
deshojando el poema de la uva adionisíaca.
LA VOZ FLORIDA
Por el pardo sendero, bajo la hora serena,
uno tras otro, pasan los lentos peregrinos;
todos llevan el ritmo de alguna vieja pena
y la melancolía de los yermos caminos.
Y la quietud florece, como una sombra buena,
en las pupilas grises de sus ojos divinos;
el ánfora sagrada de su herida está llena
y gota a gota cae la sangre, en cristalinos
rubíes sobre el polvo, mientras una voz rítmica
interpreta el encanto de su timbre, en la eurítmica
canéfora que trae sobre su cabellera
el perfume de rosas y de cisnes de mito
y de los Lohengrines que, desde lo infinito,
anuncian el reinado de Hermana Primavera.
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