34 Poemas modernos 

SI ESTUVIESE AQUÍ

Si estuviese aquí, en este cuarto blanco, en este hotel,
cuyas bisagras permanecen calientes, incluso bajo el viento marino,
te repanchigarías, dejado inconsciente por la hora de siesta;
no podría levantarte la campana de la resurrección
ni el gong del mar con su retintín plateado, seguirías echado.
Si te tocaran sólo cambiarías esa posición por la de un corredor en el
maratón del sonámbulo. Y te dejaría dormir. Las cosas se
desploman gradualmente
cuando el despertador, con su batuta de director,
empieza a la una: las reses doblan las rodillas
en los pastos tranquilos, sólo el rabo de la yegua se menea,
dándole con el plumero alas moscas, melones borrachos caen rodando
a las cunetas, y los mosquitos siguen volando en espiral a su paraíso.
Ahora el primer jardinero, bajo el árbol de la sabiduría,
olvida que es Adán. En el aire acostillado
cada parche de sombra se dilata como un oasis
por la fatigada mariposa, una laguna verde para fondear.
Playa blanca abajo, calmada como una frente
que ha sentido el viento, un estatismo sacramental
te traería el sueño, que es la corona del verano,
el sueño que divide sin rencor a sus amantes,
el sudor sin pecado, el horno sin fuego,
el sosiego sin el auto, el agonizante sin miedo,
mientras la tarde retira esas barras de la ventana
que rayaron tu sueño como el de un gatito, o el de un prisionero.

Autor del poema: Derek Walcott

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LUNA DE MIEL

Han visto los Países Bajos, vuelven a Tierras Altas;
pero una noche de verano, helos aquí Ravena,
muy cómodos entre dos sábanas, donde doscientas pulgas;
el sudor estival y un fuerte olor a perra.

Están de espaldas, con las rodillas separadas,
cuatro piernas hinchadas de mordiscos.
Echan atrás las sábanas y usan mejor las uñas.
A menos de una legua está San Apolinario-
en -Clase, una basílica para conocedores,
capiteles de acanto que agita el viento.
Tomarán el tren horario a las ocho y de Padua
llevarán sus miserias a Milán,
donde se hallan la Cena y un restaurant barato.
Él piensa en las propinas, saca cuentas.
Habrán visto Suiza y atravesado Francia.
Y San Apolinario, derecho y ascético,
vieja fábrica de Dios desvinculada, guarda
todavía en sus piedras derrumbándose la forma precisa de Bizancio.

Autor del poema: T.S. Eliot

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NARCISSUS

No conoces a nadie
Conoces algunas calles
colinas, verjas, restaurantes
Las camareras han cambiado

No me conoces
Yo estoy feliz con el otoño
las hojas las faldas rojas
todo en movimiento

Pasé junto a ti en una pared de mármol
algún nuevo banco
Sangrabas por la boca
Ni siquiera sabías en qué estación estábamos

Autor del poema: Leonard Cohen

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PROMESA

Tu pelo rubio
es mi forma de vivir-
¡aplastado por la luz!

La impresión de tu boca
es la marca de nacimiento
que hay sobre mi poder.

¡El amarte
es vivir
mi diario ideal

que he prometido
a mi cuerpo
no escribir nunca!

Autor del poema: Leonard Cohen

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MR. TAMBOURINE MAN

¡Eh, señor del pandero, tócame una canción!
No tengo sueño, ni sitio adonde ir
¡Eh, señor del pandero, tócame una canción!
Con el tintineo de la mañana seguiré tus pasos

Sé que el imperio de la noche ha vuelto a ser arena
Se desvaneció entre mis dedos
Me dejó aquí a ciegas, pero todavía despierto
Mi cansancio me maravilla, mis pies están marcados
No hay nadie a quien ver
Y la vieja calle vacía está demasiado muerta para soñar

¡Eh, señor del pandero, tócame una canción!
No tengo sueño, ni sitio adonde ir
¡Eh, señor del pandero, tócame una canción!
Con el tintineo de la mañana seguiré tus pasos

(...)

Llévame oculto entre las vaporosas volutas de mi mente
Por las brumosas ruinas del tiempo, más allá de las hojas heladas
De los árboles que tiemblan hechizados, hasta la playa ventosa
Lejos de la pena loca que se retuerce para darme caza
Sí, danzar bajo el cielo diamantino y saludar con una mano libre
PErfilado por el mar, cercado por las arenas del circo
Con toda memoria y todo destino hundidos bajo las olas
Deja que olvide el hoy hasta mañana

¡Eh, señor del pandero, tócame una canción!
No tengo sueño, ni sitio adonde ir
¡Eh, señor del pandero, tócame una canción!
Con el tintineo de la mañana seguiré tus pasos

Autor del poema: Bob Dylan

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ME DETENGO A OÍR UN ESTREPITOSO TRIUNFO DE CIGARRAS

Me detengo a oír un estrepitoso triunfo de cigarras
ajustando el tono de la vida, pero vivir a su tono
de alegría es insoportable. Que apaguen
ese sonido. Después de la inmersión del silencio,
el ojo se acostumbra a las formas de los muebles, y la mente
a la oscuridad. Las cigarras son frenéticas como los pies
de mi madre, pisando las agujas de la lluvia que se aproxima.
Días espesos como hojas entonces, próximos los unos a los otros como
horas y un olor quemado por el sol se alzó de la carretera lloviznada.
Punteo sus líneas a las mías ahora con la misma máquina.
¡Qué trabajo ante nosotros, qué luz solar para generaciones!-
La luz corteza de limón en Vermeer, saber que esperará allí
por otros, la hoja de eucalipto
rota, aún oliendo fuertemente a trementina,
el follaje del árbol del pan, de contorno oxidado como en van Ruysdael.
La sangre holandesa que hay en mí se dibuja con detalle.
Una vez quise limpiar una gota de agua de un bodegón flamenco
en un libro de estampas, creyendo que era real.
Reflejaba el mundo en su cristal, temblando con el peso.
¡Qué alegría en esa gota de sudor, sabiendo que otros perseverarán!
Que escriban: «A los cincuenta invirtió las estaciones,
la carretera de su sangre cantó con las cigarras parlantes»,
como cuando emprendí el camino para pintar en mi decimoctavo año.

Autor del poema: Derek Walcott

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LA LUNA Y NUEVA YORK

Nos encontrábamos todos los días
en el mismo sitio
compartíamos versos, cigarrillos
y a veces una novela de aventuras.
Lanzábamos piedrecillas
desde el puente donde almorzaban
los obreros de la fábrica de vidrio.
Le decía que la tierra es redonda
mi tía bruja y la luna un pedazo de cobre.
Que un día iría a Nueva York
la ciudad abundante en cosas estrambóticas
donde los gatos vagabundos
duermen bajo los automóviles
donde hay un millón de mendigos
un millón de luces
un millón de diamantes . . .
Nueva York donde las hormigas
demoran siglos trepando al Empire State
y los negros se pasean por Harlem
vestidos con colores chillones
que destilan betún en el verano.
Iría por los restaurantes
hasta encontrar un cartelito:
“Se necesita muchacho para lavar los platos.
No se requiere título universitario”.
A veces comería un sandwich
recogería manzanas en California
pensaría en ella cuando montara en el elevado
y le compraría un traje parecido al neón . . .
me iba a besar
cuando sonó el pito de la fábrica.

Autor del poema: Mario Rivero

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MARINA

Qué mares qué playas qué rocas grises y qué islas
Qué agua lamiendo la proa
Y aroma de pino y el tordo cantando a través de la bruma
Qué imágenes regresan
Oh hija mía.

Quienes afilan los dientes del perro, queriendo
Muerte
Quienes resplandecen con la gloria del colibrí, queriendo
Muerte
Quienes se sientan en la pocilga de la satisfacción, queriendo
Muerte
Quienes sufren el éxtasis de los animales, queriendo
Muerte

Se han vuelto insustanciales, reducidos por un viento,
Un soplo de pino, y la bruma que canta espontánea
Por esta gracia disuelta en su lugar
¿Qué es este rostro, menos claro y más claro,
El pulso en el brazo, menos fuerte y más fuerte
Dado o prestado? mas distante que estrellas y más cerca que el ojo

Susurros y sonrisitas entre hojas y pies apresurándose
Bajo el sueño, donde se juntan todas las aguas.
Bauprés rajado por hielo y pintura rajada por el calor.
Yo hice esto, lo he olvidado
Y recuerdo.
El aparejo débil y el velamen podrido
Entre un junio y otro septiembre.
Hice esto desconociendo, semiconsciente, desconocido, lo mío.
La hilada de aparadura hace agua, las costuras necesitan calafateo.
Esta forma. este rostro, esta vida, a mi palabra por la que no está dicha,
Por quien despierta, los labios separados, la esperanza, los barcos nuevos.
¿Qué islas qué playas qué islas graníticas hacia mis cuadernas
Y tordo que llama a través de la bruma
Hija mía.

Autor del poema: T.S. Eliot

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EL SEÑOR APOLLINAX

Cuando el señor Apollinax visitó los Estados Unidos
su risa se mezclaba al tintineo de las tazas de té.
Yo pensaba en Fragilion, esa figura oculta por los abedules
y en Príapo escondido en la maleza
mirando con asombro a la dama del columpio.
En el palacio del señor Phlaccus y en casa del profesor Channing-Cheetah
reía, irresponsable como un feto.
Su risa era profunda y submarina
como la del viejo del mar
disimulado bajo islas de coral
donde impacientes cuerpos de ahogados vagan a la deriva por el silencio verde,
desprendidos a gotas de los dedos de espuma de las olas.
Yo ansiaba ver rodar la cabeza del señor Apollinax bajo una silla,
con fuco en los cabellos
o sonriente sobre un biombo, mostrando dientes y encías.
Oí el galope de cascos de un centauro sobre el duro césped del hipódromo,
mientras su sosa aunque apasionada charla consumía la tarde.
“-Es un hombre encantador. -Pero, pensándolo bien, ¿qué quiso decir?
-Sus orejas en punta… debe ser un desequilibrado.
Dijo una cosa a la que podría haberme opuesto.”
De la viuda del señor Phlaccus, del profesor Cheetah y de su esposa
recuerdo una rodaja de limón y un pastelillo de almendras mordido.

Autor del poema: T.S. Eliot

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POR QUÉ LA EXPERIENCIA NO ES LA MAESTRA DE NADA

No el mío -el cuerpo que te prometieron
está enterrado en el corazón
de una máquina inutilizable
que nadie puede detener o poner en marcha.

¿Yacerás con él? Podrás cavar hasta muy profundo-
escapar de una o dos Leyes- ver un relámpago
de luz. Jamás
llegarás a acercarte al corazón.

Yo lo intenté -soy el mismo- resultó lo mismo.
Quería que mis sentidos enloquecieran.
El relámpago no era más que una luz ordinaria.
¿Acaso nada podrá mantenerte aquí, mi amor, mi amor?

Autor del poema: Leonard Cohen

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