34 Poemas modernos 

EN LOS OTROS OCHENTA, CIEN VERANOS QUE MARCHARON

En los otros ochenta, cien veranos que marcharon
como la luz de un paraíso doméstico, la idea del cielo
de un hedonista era el aparador de una cocina francesa,
manzanas y garrafas de arcilla de Chardin a los Impresionistas,
el arte era une tranche de vie, queso o pan horneado en casa-
la luz, en su opinión, era lo mejor que el tiempo ofrecía.
El ojo era la única verdad, y aquello que atraviesa
la retina se desvanece al amanecer; la profundidad de nature morte
era que la propia muerte es sólo otra superficie
como el lienzo, pues pintar no puede capturar el pensamiento.
Cien veranos que se fueron, con el acordeón que hace olas,
faldas almohadilladas, grupos en botes, golpes blancos como zinc en el agua,
muchachas cuyas mejillas ruborizadas no sobrevivieron a sus rosas.
Entonces, como tubos desecados, los soldados retorcidos
se amontonaron en el Somme y Verdun. Y los muertos
menos reales que una explosión fatal de crisantemos,
idéntico carmesí para la naturaleza muerta y la matanza
de jóvenes. Tenían razón -todo le vale
al pintor con su caballete puesto como un fusil en los hombros.

Autor del poema: Derek Walcott

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DESPERTAR EN NUEVA YORK

Las cortinas imponen su voluntad
contra el viento,
los chicos duermen,
intercambiando sueños
con los serafines. La ciudad
se arrastra despierta por
los pasamanos del subte; y
yo, una alarma, despierta como
un rumor de guerra,
me estiro hasta el amanecer,
sin solicitar y desoída.

Autor del poema: Maya Angelou

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UNA PARTIDA DE AJEDREZ

Como un trono cincelado, la silla que ocupaba
resplandecía en el mármol, donde el espejo
forjado con adornos de parras en flor
entre los cuales espiaba un áureo Cupido
(otro escondía los ojos detrás de un ala)
duplicaba las llamas de un candelabro de siete brazos
reflejando la luz sobre la mesa mientras
el fulgor de sus joyas, vertiéndose en profusión
volaba a su encuentro desde las cajitas de satén;
en frascos de marfil y vidrio de colores,
husmeaban sus extraños perfumes sintéticos,
agitados en cremas, en polvo o líquidos, confundían
y ahogaban los sentidos; temblando en el aire
fresco que llegaba desde la ventana, ascendían
y se dilataban en las largas llamas de las velas,
aventando su incienso entre las molduras
y los motivos en el encofrado del techo.
Enormes leños de mar, atizados de cobre, ardían
en verde y naranja, encuadrados por la piedra radiante
en cuya luz melancólica flotaba la silueta de un delfín.
Sobre la antigua repisa del hogar lucía,
como una ventana abierta a la maleza
la metamorfosis de Filomela, ferozmente poseída
por aquel rey de los bárbaros; todavía allí el ave
surca todo el desierto con su voz intacta,
todavía ella sigue gritando y el mundo clama
chak chak en tus sucios oídos.
Y en otros cabos blanqueados por el tiempo
se narraba en lo alto de las paredes; formas oblicuas
que miraban fijo enmudecían el cuarto clausurado.
Pasos arrastrándose por la escalera.
A la luz del fuego, bajo el cepillo, su pelo
se desplegó en puntas incandescentes que ardían
en palabras, y luego entró en una quietud salvaje.

«Estoy mal de los nervios esta noche. Sí, mal. Quedate conmigo.
Hablame. ¿Por qué siempre estás callado? Hablá.
¿En qué estás pensando? ¿En qué pensás? ¿En qué?
Nunca sé en lo que estás pensando. Nunca».

Pienso que estamos en el callejón de las ratas
donde los muertos extraviaron sus huesos.

«¿Qué fue ese ruido?»
El viento bajo la puerta.
«¿Y ese otro ruido ahora? ¿Qué está haciendo el viento?»
Nada, otra vez nada.
«¿No
sabés nada? ¿No ves nada? No recordás
nada?»
Recuerdo
aquellas perlas que una vez fueron sus ojos.
«¿Estás vivo, sí o no? ¿No hay nada en tu cabeza?»
Pero
Oh Oh Oh Oh ese Rag shakesperiano…
es tan refinado
tan inteligente


«¿Qué voy a hacer ahora? ¿Qué voy a hacer?
Voy a despabilarme y salir a la calle
con el pelo suelto, así como estoy. ¿Y mañana qué vamos a hacer?
¿Y qué vamos a hacer nunca?»
El agua caliente a las diez.
Y si llueve, un coche encapotado para las cuatro.
Y nos vamos a jugar una partida de ajedrez,
apretando ojos sin párpados y esperando un golpe en la puerta.

Cuando al marido de Lil le dieron la licencia –dije
sin medir las palabras, yo misma se lo dije
APÚRENSE POR FAVOR ESTAMOS CERRANDO
ahora que viene Albert podrías arreglarte un poquito.
Él querrá saber qué hiciste con la plata que te dio
para ponerte los dientes. Porque te la dio, yo fui testigo.
Sacatelos todos, Lil, y hacete una linda dentadura,
porque él dijo, te lo juro, no aguanto verte así.
Ni yo tampoco, le dije, pensá en el pobre Albert,
estuvo cuatro años en el ejército, necesita pasarlo bien
y si vos no le das un poco de diversión, le dije, otras lo harán.
Y ella dijo, ¿no más que eso? Algo así, le dije.
Entonces ya sabré a quién agradecerle, dijo, y me miró feo.
APÚRENSE POR FAVOR ESTAMOS CERRANDO
Si te parece mal, hacé lo que quieras, le dije.
Y si no, otras pueden comer del mismo plato.
Pero si Albert te deja no digas que no te avisaron.
Deberías tener vergüenza, le dije, de estar tan fuera de moda.
(Y con sólo treinta y un años).
No lo puedo arreglar, dijo ella, poniendo una cara larga,
son esas pastillas que tomé, dijo, para sacármelo.
(Ya tiene cinco y casi se muere con el pequeño George).
El farmacéutico me dijo que todo iría bien, pero nunca volví a ser la
[misma.
Estás totalmente loca, le dije.
Bueno, si Albert no te deja en paz, no es asunto mío, le dije,
¿para qué te casaste si no querías tener chicos?
POR FAVOR APÚRENSE ESTAMOS CERRANDO
Bueno, ese domingo Albert estaba en casa, y tenían
[jamón caliente
y me invitaron a cenar para que captara la belleza del jamón ca…
APÚRENSE POR FAVOR ESTAMOS CERRANDO
APÚRENSE POR FAVOR ESTAMOS CERRANDO
Chau Bill. Chau Lou. Chau May. Chau.
Ta ta. Chau. Chau. Buenas noches, damas, buenas noches
dulces damas, buenas noches, buenas noches.

Autor del poema: T.S. Eliot

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BEBIENDO EN EL COCHE

Es agosto y no he
leído un libro en seis meses
salvo una cosa titulada The Retreat From Moscow
de Caulaincourt.
Sin embargo, soy feliz
cuando voy en coche con mi hermano
bebiendo una pinta de Old Crow.
No vamos a ningún sitio,
conducimos sin más.
Si cerrara los ojos durante un minuto
no sabría dónde estoy
y me tumbaría encantado a dormir para siempre
a la orilla de la carretera.
Pero mi hermano me da un suave codazo.
En un momento va a pasar algo.

Autor del poema: Raymond Carver

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ANDENES

Te gusta llegar a la estación
cuando el reloj de pared tictaquea,
tictaquea en la oficina del jefe-estación.
Cuando la tarde cierra sus párpados
de viajera fatigada
y los rieles ya se pierden
bajo el hollín de la oscuridad.

Te gusta quedarte en la estación desierta
cuando no puedes abolir la memoria,
como las nubes de vapor
los contornos de las locomotoras,
y te gusta ver pasar al viento
que silba como un vagabundo
aburrido de caminar sobre los rieles.

Tictaqueo del reloj. Ves de nuevo
los pueblos cuyos nombres nunca aprendiste,
el pueblo donde querías llegar
como el niño el día de su cumpleaños
y los viajes de vuelta de vacaciones
cuando eras -para los parientes que te esperaban-
sólo un alumno fracasado con olor a cerveza.

Tictaqueo del reloj. El jefe-estación
juega un solitario. El reloj sigue diciendo
que la noche es el único tren
que puede llegar a este pueblo,
y a ti te gusta estar inmóvil escuchándolo
mientras el hollín de la oscuridad
hace desaparecer los durmientes de la vía.

Autor del poema: Jorge Teillier

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EL AUTOBÚS

Fui el último pasajero del día.
Estaba solo en el autobús.
Me sentía contento de que se estuvieran gastando tanto dinero
sólo para llevarme por la Octava Avenida arriba.
¡Conductor! Grité, estamos usted y yo esta noche.
huyamos de esta gran ciudad
a una ciudad más pequeña más propia para el corazón,
conduzcamos más allá de las piscinas de Miami Beach,
usted en el asiento del conductor, yo varios asientos más atrás,
pero en las ciudades racistas cambiaremos de lugar
para mostrar lo bien que le ha ido arriba en el norte,
y busquemos para nosotros alguna diminuta villa pesquera americana
en la Florida desconocida
y aparquemos justamente al borde de la arena,
un enorme autobús como una señal,
metálico, pintado, solitario,
con matrícula de Nueva York.

Autor del poema: Leonard Cohen

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NOCTURNO

Manantiales del agua
ya perenne, profunda vida
abierta en tus ojos.

Convive en ti la tierra
Poblada, su verdad
numerosa y sencilla.

Abre su plenitud
callada, su misterio,
la fábula del mundo.

Hallan su vocación
del Huerto, su quehacer,
manos contemplativas.

Estalla un mediodía
nocturno, arde en gracia
la noche, calla el cielo.

Tenue viento de pájaros
de recóndito fuego
habla en bocas y manos.

Viñas, las del silencio.
Viñas, las de las palabras
cargadas de silencio.

Autor del poema: Gabriel Zaid

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RETRATO DEL POETA ADOLESCENTE

Un paquete de tabaco,
un libro de poemas,
cuarenta duros
para tomar unas cervezas...

Poca cosa, es verdad:
pero para mí
era suficiente.

Y entonces aparecieron las mujeres.

Autor del poema: Karmelo Iribarren

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UN DÍA ESTÁS, AL OTRO NO

El humo cuelga en la estancia
como un chiste malo.
Lou Reed habla
de familias rotas
desde los altavoces:
«La verdad es que sólo están contentos
cuando sienten dolor.
Por eso se casaron...»
¿Y yo? Yo no digo nada.
Apago el cigarro.
Otro día va a morir.

Autor del poema: Roger Wolfe

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INUNDACIÓN

Esperamos que cese la lluvia,
aunque nos hemos acostumbrado
a permanecer invisibles, tras la cortina.
La cuchara es colador ahora y nadie se atreve ya
a extender la mano.
Muchas cosas flotan por las calles,
cosas bien escondidas en tiempo seco.
¡Qué penoso ver las sábanas usadas del vecino!
Vamos a menudo al indicador de nivel
y comparamos, como relojes, nuestras cuitas.
Algunas cosas pueden regularse.
Pero cuando los aljibes se desborden y se colme la medida que heredamos
tendremos que ponernos a rezar.
El sótano está sumergido, hemos subido las cajas
y comprobamos con la lista el contenido.
Todavía no se ha perdido nada...
Como es seguro que las aguas bajarán pronto
hemos empezado a coser sombrillitas.
Será muy duro volver a cruzar la plaza,
claramente, con sombra de plomo.
Al principio echaremos de menos la cortina
y bajaremos al sótano a menudo
para contemplar la marca
que las aguas nos legaron.

Autor del poema: Günter Grass

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